Una ruta peligrosa para los inmigrantes.
T Diciembre 2021 |
Mohamed Isa Omar fue rescatado de las aguas del Canal de la Mancha. Formaba parte de una partida de 29 inmigrantes que intentaban cruzar desde Francia a Inglaterra. Solo Mohamed y otro joven sobrevivieron cuando la precaria embarcación inflable zozobró el 24 de noviembre. “Ví a gente morir justo frente a mí… aquellos de nosotros que no sabían nadar se ahogaron y murieron en pocos minutos…el agua era tan fría… tan fría” narró Mohamed. Era una tragedia esperando ocurrir. En lo que va corrido de 2021 han arribado más 26.500 inmigrantes aventurándose a cruzar el Canal, que es una de las rutas marítimas más transitadas del mundo. Es sorprendente que, en la oscuridad nocturna o en las frecuentes y espesas nieblas, algunos de los botes o balsas ligeras no resultara arrollada por los grandes cargueros que, cual caravana, navegan las 24 horas del día.
En Londres Priti Patel, la ministra del Interior (Home Office), no bien supo de la tragedia, reiteró su determinación de “destruir las bandas criminales” responsables de los cruces clandestinos. Su reacción reitera la narrativa de numerosas autoridades a lo largo del mundo que ponen la carreta delante de los bueyes. Sin suda hay bandas especializadas en el tráfico de personas. Pero ellas son las facilitadoras, no las causantes de los millones que anualmente abandonan sus hogares para buscar asilo en otros países o son forzados desplazarse a otras regiones. Se estima que en 2019 unos 271 millones de personas, lo que equivale al 3,5 por ciento de la población mundial abandonó por una variedad de motivos económicos y políticos su tierra natal. Estudios realizados entre inmigrantes que cruzan el Canal muestran que la mayoría de las iniciativas son resultantes de la asociación de grupos familiares. Ellos adquieren las embarcaciones inflables en tiendas deportivas y se lanzan a la navegación con el objetivo de pedir asilo en Inglaterra. En muchos casos se trata de intentos de reunificación de familiar. Entre los ahogados figuraba Maryam Nuri Mohamed Amin, una mujer kurda de 24 años del norte de Irak que luego de reiterados e infructuosos pedidos de visa en un consulado británico, aspiraba a reunirse con su prometido. Maryam llamó a su novio cuando observó que la balsa se desinflaba e intentaban achicar el agua que les hundía. Sus últimas palabras fueron de esperanza: lo tranquilizaba asegurándole que serían rescatados.
La ministra Patel, al igual que varios gobiernos en otras latitudes, buscó desacreditar las motivaciones de los inmigrantes que desembarcan en las costas del Reino Unido. Ello pese a que dos tercios de los que arribaron en pequeñas embarcaciones, entre enero del 2020 y mayo 2021, provienen de Irán, Irak, Sudán y Siria. Todos países en que existe amplia evidencia de persecución política y religiosa. La narrativa de Patel al igual que la de otros gobiernos, como el estadounidense, es culpar a “mafias” o “coyotes”. Frente a estas organizaciones delictuales, que manipulan a inocentes, las autoridades se yerguen para impedir que los embaucadores induzcan a los inmigrantes al cruce de fronteras despojándolos de sus haberes. Es, en realidad, un discurso que pretende tender una cortina de humo ante un hecho fundamental: muchos países niegan el derecho de asilo a quienes lo solicitan. Es la negación de rutas de acceso legales a los que requieren refugio la que contribuye al lucrativo comercio de los traficantes. Es el bloqueo impuesto por las propias autoridades la que estimula las trasgresiones fronterizas con los riesgos que ellas conllevan. Al poner el acento en la ilegalidad de los ingresos, de los que claman por protección, sindicándolos como una amenaza eluden la obligación de garantizar un justificado asilo contra la opresión así como una ruta ancestral para huir de la pobreza.
La muerte acecha a los millones de migrantes que cada año cruzan fronteras. Algunos huyen de conflictos, otros buscan dejar atrás condiciones vida paupérrimas en busca de futuros mejores. Cada cierto tiempo la conciencia pública es sacudida por imágenes que golpean: la conmovedora foto de Aylan Kurdi un niño sirio de tres años ahogado en una playa turca en 2015 recorrió el mundo. Naufragios, asesinatos, secuestros e incluso la esclavización son riegos que corren inmigrantes centroamericanos, norafricanos y asiáticos. Los motivos que impulsan a millones de individuos varían según cada región. En algunas como Centroamérica el cambio climático que además es la causa de huracanes más frecuentes y violentos ha bajado el rendimiento de las tierras. En el Medio Oriente los conflictos bélicos generan grandes oleadas humanas. Hay una causal, sin embargo, que está presente en todas las regiones y ella es el crecimiento demográfico, un fenómeno particularmente agudo en África
Migraciones al alza
Las previsiones apuntan a que las olas humanas aumentarán en forma exponencial, pudiendo alcanzar varios cientos de millones de personas que emigrarán tras mejores condiciones económicas o para dejar atrás desastres ambientales, en especial los causados por el calentamiento global, pandemias, conflictos sociales entre otras desgracias. Es lo que se denomina la dinámica push-pull. El empuje o push a salir de los países proviene de las condiciones desfavorables, como los desastres naturales, el desempleo, la corrupción y la violencia política. La atracción, o pull , a viajar a otros países proviene de la expectativa de conseguir mejores salarios y mayor bienestar al tener acceso a sistemas de seguridad social.
En Estados Unidos la inmigración de latinoamericanos, con los mexicanos a la cabeza, constituye un asunto político candente. El tema fue situado al tope de su agenda por el Presidente Donald Trump y ganó especial notoriedad con la construcción de un formidable muro a lo largo de parte de la frontera mexicano estadounidense. Trump explotó las aprehensiones de un sector del electorado sureño frente a los cruces no autorizados de la frontera. Hacia el final de su gobierno la inmigración pasó a segundo plano en parte por el efecto del Covid-19 que dificultó los desplazamientos. Pero este año se han batido los niveles previos de migración a Estados Unidos: desde octubre de 2020 a septiembre de 2021 se registraron 1,7 millones de detenciones a lo largo de la frontera entre ambos países. Es un récor absoluto. La gran mayoría de los arrestos correspondió a mexicanos (608.000), seguidos de ciudadanos del Triángulo Norte de Centroamérica: 309.000 hondureños detenidos, 279.000 guatemaltecos y 96.000 salvadoreños. A ellos se suman otros 367.000 inmigrantes de varios países de la región, encabezados por Haití y Venezuela.
El 61 por ciento de estos migrantes fue expulsado en caliente merced al llamado Título 42, una medida de emergencia que Trump instauró en marzo de 2020, al inicio de la pandemia, que permite deportar en forma expedita a quienes arriban sin la documentación exigida, los demócratas han dejado vigente la disposición. Biden había prometido regularizar la situación de cerca de 11 millones de inmigrantes, muchos de los cuales han sido considerados trabajadores esenciales durante la pandemia.
Quédate en México.
Durante mucho tiempo se especuló que el efecto más explosivo de un freno radical a la inmigración latina no sería sobre Estados Unidos. El impacto reverberaría aun con más fuerza de México a Ecuador y en el Caribe. Para algunos países como Nicaragua, Haití, El Salvador y la República Dominicana, la mayor fuente de ingresos son las remesas de dinero que envían los familiares que trabajan en el país del norte.
Los inmigrantes de América Latina y el Caribe remitieron del orden de 100 mil millones dólares a sus familias en sus países de origen. Al inicio de las cuarentenas impuestas por el avance del Covid-19 el Banco Mundial anticipó una caída de hasta un 20 por ciento del dinero enviado a sus familiares por latinoamericanos residentes en Estados Unidos. Pero tras una pequeña baja inicial las remesas, para sorpresa de muchos, el año pasado incluso subieron en todas las regiones del mundo con Latinoamérica y el Caribe a la cabeza con un alza de 6,5 por ciento. La parte del león corresponde a México con 38 mil millones de dólares. En México unos 11 millones de personas, reciben dinero enviado desde Estados Unidos. En promedio son despachadas siete remesas anuales de 340 dólares.
Apenas electo el Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en julio de 2018, prometió un mejor trato a los migrantes que llegaban o estaban de paso por México la ruta ineludible hacia Estados Unidos. En concreto habló de una política de “puertas y brazos abiertos” que garantizaba el libre tránsito para los migrantes que marchaban al norte además de un trato humanitario por parte de su gobierno. Trump reaccionó con agresividad ante las políticas permisivas de AMLO denunciando una “invasión de inmigrantes” y conminó al gobierno mexicano a “ordenar” los flujos. Finalmente, Trump jugó su carta favorita: a través de uno de sus consabidos tuits amenazó con fijar aranceles a una serie de productos mexicanos si continuaba el alto flujo de migrantes hacia Rio Grande. A poco andar México se comprometió a desplegar efectivos de la recién formada Guardia Nacional para asegurar la contención. Washington bajó el tono y desistió de aplicar aranceles. Las políticas represivas de las autoridades mexicanas incluyeron retenes carreteros y redadas a albergues. Numerosos defensores legales de los migrantes han sufrido acosos mediante vigilancia de sus locales. Quien transporte a un migrante indocumentado en su vehículo particular puede ser detenido bajo el cargo de “introducción de personas al territorio nacional sin la documentación correspondiente”. La hostilidad oficialista ha fomentado el rechazo contra los inmigrantes. En especial en las ciudades fronterizas que carecen de una infraestructura para albergar a los vulnerables y desposeídos inmigrantes, entre los que se cuentan numerosas mujeres y menores.
La ilusión que el Presidente Joe Biden crearía un sistema migratorio radicalmente distinto al de Trump viene de ser postergado hasta nuevo aviso. Recién, a inicios de diciembre, la Casa Blanca informó que reactivará la aplicación del programa de control fronterizo “Quédate en México”, creado durante el gobierno de Trump y mediante el cual los solicitantes de asilo deben permanecer en México mientras el pedido de refugio es procesado por las autoridades migratorias estadounidenses.
Conocido formalmente como programa de Protocolos de Protección a Migrantes, esta política fue duramente cuestionada por organizaciones de derechos humanos debido a las condiciones precarias en las que los migrantes debían permanecer en México. Con frecuencia, los solicitantes esperaban meses en México y, en ocasiones, han sido víctimas de bandas criminales. Según la ONG Human Rights First se han reportado más de 1.500 casos de violaciones, secuestros y torturas en contra de estos inmigrantes que aguardaban ser admitidos en Estados Unidos.
Poco después de su llegada a la presidencia en enero, Biden puso fin a esta iniciativa a la que calificaba como “inhumana”, pero en agosto pasado una corte federal ordenó el restablecimiento de este programa, tras concluir que su cierre no fue realizado de la forma correcta. Entonces, la Casa Blanca informó que acataría la decisión judicial, pero que antes necesitaba contar con el visto bueno de México. Verónica Escobar, congresista demócrata por Texas, declaró que la medida “erosiona nuestros valores nacionales…y es una violación al derecho al asilo”.
Este 2 de diciembre, la cancillería mexicana confirmó la reactivación del programa. Ello luego que la semana anterior el gobierno de AMLO presentó a Washington varias condiciones para dar este paso, incluyendo acelerar la aplicación de las iniciativas de cooperación para el desarrollo en el sur de México y en Centroamérica, así como establecer asesorías legales para los inmigrantes de suerte de facilitar el procesamiento de sus solicitudes.
Todo indica que tanto en América Latina como en el resto del mundo aumentarán los flujos migratorios. Así como los vientos soplan desde las zonas de las presiones a las bajas. Los humanos suelen desplazarse en búsqueda de mejores condiciones económicas o abandonar sus pagos a causa de desastres ambientales, epidemias, conflictos sociales, étnicos o entre naciones amén de otras calamidades como las hambrunas.
Lecciones de Afganistán
Se sabe cómo empiezan las guerras pero no se sabe cómo terminarán, reza un viejo decir. Es una máxima que debió tornarse recurrente para Donald Rumsfeld tras 20 años de conflicto continuo En su condición de ministro de Defensa, del Presidente George Bush, Rumsfeld impulsó los ataques de Estados Unidos contra Afganistán en octubre del 2001, y luego contra Irak, en marzo del 2003, para culminar este último conflicto en diciembre del 2011. La intervención militar estadounidense en Kabul concluirá, formalmente, el 11 de septiembre de este año. En los hechos terminó con la evacuación de la estratégica base aérea de Bagram, en las afueras de la capital afgana. En forma creciente las fuerzas estadounidenses habían restringido sus operaciones a vuelos tanto de aviones como drones. Rumsfeld no pudo participar en las ceremonias recordatorias de sus 2.312compatriotas uniformados muertos en tierras afganas. Él, un gran instigador de ambas guerras, falleció el 21 de junio pasado.En lo que toca al futuro de Kabul lo único claro es la partida de las tropas de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), encabezadas por Washington. Aparte del retiro de los uniformados también abandonan el país unos 17 mil empleados civiles contratados por empresas privadas que realizan servicios diversos en logística, seguridad, cocina y tareas de apoyo. Estos empleados formaron parte de la privatización de prestaciones militares a costos bien inferiores a la de los soldados regulares. Qué ocurrirá ahora es algo que está por verse y que se dirimirá en la lucha entre el gobierno y los insurgentes talibanes. Según algunas estimaciones los combatientes integristas ya tienen el control efectivo de un tercio del país. A medida que se acerca la fecha de la partida definitiva de las fuerzas occidentales recrudecen los combates. El estado de ánimo en la Casa Blanca fue resumido por el Presidente Joe Biden. Al ser consultado por periodistas por el retiro de sus tropas replico : “Hombre, quiero hablar sobre cosas más alegres”.
La pregunta clave tras cada guerra es quién la ganó. La respuesta depende de los objetivos de cada uno de sus protagonistas. La intervención militar en Afganistán, la guerra más larga de la historia estadounidense, comenzó pocos días después de los fatídicos ataques de Al Qaeda. contra las Torres Gemelas y el Pentágono. La responsabilidad por la agresión fue asumida por Osama bin Laden. En consecuencia, Washington dio un ultimátum al gobierno talibán para que le entregase a instigadores y responsables del ataque. Bin Laden tuvo un rol clave en la lucha contra los invasores soviéticos lo que le aseguraba un sólido respaldo de los talibanes ante la exigencia estadounidense. Kabul rechazó de plano entregar a su huésped lo que, como anticipado, precipitó el ataque contra la nación asiática. La rapidez de la respuesta bélica era proporcional al profundo impacto causado por la agresión. Al calor de la emoción, sin meditarlo mayormente, la primera potencia militar consideró casi un trámite desbancar a los perpetradores del peor ataque contra su territorio continental.
La ofensiva contra Kabul planteaba grandes desafíos para Washington. Un primer obstáculo era la distancia. Pero los estrategas del Pentágono partieron de la premisa que la lejanía del enemigo no era un problema mayor. Para efectos bélicos la distancia era un dato secundario. A fin de cuentas Estados Unidos había trabajado bajo la consigna de su fuerza aérea : “poder global, alcance global”. Los bombarderos estratégicos, en combinación con la aviación táctica desde portaaviones, complementados por misiles crucero, pueden alcanzar con contundencia cualquier punto del planeta. Claro que, lo contrario, también es cierto: unos cuantos terroristas con precarios medios pueden cruzar el globo y golpear a voluntad. .
Varios teóricos militares señalaron las dificultades que enfrentaría un ejército para dominar a un enemigo local bien atrincherado en un terreno montañoso. Para obviar esta dificultad y contar con la indispensable infantería Washington echó mano a tropas nativas agrupadas en la Alianza del Norte. Esta consistía en una variedad de grupos de muyahidines que combatieron contra la invasión soviética. En su mayoría integrada por uzbekos y taiyikos que gobernaron el país entre 1992 y 1996. La pésima gestión amén de la corrupción, que aumentó el contrabando y el narcotráfico en la región, culminaron con su derrota a manos de los talibanes, que los forzaron a replegarse al norte del país.
El mayor problema para el Pentágono, sin embargo, fue el abismo cultural entre los atacantes occidentales y la población afgana. ¿Cómo operar en un país fragmentado por divisiones étnicas? ¿Cómo obtener información e inteligencia confiables en un país donde se hablan decenas de dialectos? Y, más importante aún, ¿cómo llevar adelante una guerra sicológica contra mentes que piensan tan distinto y corazones que laten a otros ritmos? Una cuestión clave: en última instancia en todo conflicto la moral o voluntad de lucha de la población y los combatientes es un factor decisivo. Los ejemplos de los desaciertos norteamericanos en el campo de la propaganda quedaron estampados en millares de volantes lanzados sobre Afganistán. En ellos se advertía que el país sería atacado por “aire, mar y tierra”. ¿Mar? Los afganos ignoraban que su país, mediterráneo, estuviese bañado por agua salada. Ni hablar de la utilización de las censuradas bombas de racimo, cuya submunición o bomblets es de color amarillo, el mismo de los paquetes con alimentos que fueron arrojados desde el aire, tal como las bombas. Para prevenir confusiones lamentables debieron distribuirse aún más volantes, con la siguiente advertencia: “Por favor, tengan mucho cuidado cuando encuentren objetos amarillos no identificados en áreas bombardeadas”. Cortesía que frisa en lo macabro en un país con más de 70 por ciento de analfabetismo, donde, además, se habían clausurado las escuelas para toda la población femenina.
A favor de los atacantes, en el ámbito psicológico, gravitó un factor inesperado: el bombardeo sistemático, también llamado de “alfombra”, a una altura inalcanzable para la artillería antiaérea rompió el esquema de combate de los talibanes. Los fundamentalistas esperaban ver a sus enemigos cara a cara para medir su temple. Contaban con tomar prisioneros para degollarlos y desmembrarlos, como lo hicieron con centenares de rusos, aterrorizando a sus camaradas de armas. Pero en dos meses de bombardeos los talibanes no vieron una sola cabellera rubia. La perspectiva de que recibir un castigo en la más absoluta impotencia por tiempo indefinido erosionó la moral de los defensores.
Los pilotos navales inauguraron una técnica de ataque táctico que se revelaría devastadora. Se trató del empleo conjunto de drones que vuelan a baja altura y unidades pilotadas que se desplazan sobre los cinco mil metros. Los drones, exploran y filman todo lo que encuentran a su paso. Apenas detectan un objetivo transmiten sus coordenadas -“en tiempo real” como dicen en la jerga técnica– a los aviones de combate táctico que circundan la zona. Estos descargaban un misil en cuestión de segundos.
El Pentágono exhibió un clip extraordinario que mostraba el disparo de un lanzagranadas talibán. Aún no se ha desvanecido la estela del proyectil cuando ya un misil impacta en el mero punto de donde provino el tiro. Este lapso de lo que los americanos llaman sensor to shooter (“del sensor al gatillo”) era de pocos minutos en la guerra de Kosovo; en Afganistán se redujo a unos segundos. Hoy sensor y gatillo están integrados.
Los bombardeos norteamericanos inhibieron los desplazamientos de los talibanes, y de este modo sus adversarios pudieron moverse con mayor libertad. En el terreno no hubo grandes batallas. Una tras otra, las ciudades, incluidas Kabul y la emblemática Kandahar, fueron abandonadas por sus ocupantes y tomadas por la Alianza del Norte tras algunas escaramuzas.
Finalmente, la clave de la derrota de los talibanes hay que buscarla en ellos mismos. Su mentalidad sectaria y consiguiente odiosidad hacia vastos sectores de conciudadanos resultan difíciles de igualar. Si alguien alguna vez mereció el calificativo de fundamentalista, en un sentido literal, es el mulá Mohamed Omar, el líder espiritual talibán, quien declaró que su meta era: “Recrear los tiempos del profeta (…) Queremos vivir la vida como la vivió el profeta hace 1400 años”. Los mulás exhiben una misoginia que Omar expresa de manera descarnada: “Por su naturaleza la mujer es un ser débil y vulnerable a la tentación (…) Una mujer que deja su casa para ir a trabajar, en forma inevitable tomará contacto con hombres extraños. Y, como lo muestra la experiencia en los países occidentales, este es el primer paso hacia la prostitución”.
El retorno talibán
Pese a la galopante derrota inicial los talibanes lograron sobrevivir. Muchos de sus prisioneros fueron asesinados por sus captores. Otros fueron trasladados a la prisión de Guantánamo donde algunos aún languidecen tras las rejas. La incompetencia y los niveles inauditos de corrupción del gobierno afgano dejaron espacio para la reconstitución de los insurgentes. Un ejemplo del abuso de las instituciones quedó la vista el ejército afgano que llegó a contar con más de un millar de generales. Las regiones, cual feudos, siguieron gobernadas por los tradicionales señores de la guerra, ahora presentados como respetables funcionarios estatales. En los hechos estaban al servicio de respectivos clanes.
Según Naciones Unidas Afganistán mantuvo un alto nivel de producción de uno de su principales productos de exportación: el opio.que le reportó 355 millones de dólares Pese la guerra, en 2020, la producción aumentó en 37 por ciento en relación al año anterior, con un total estimado de 6.300 toneladas de opio. Los cultivos de amapolas alcanzaron a las 224 mil hectáreas. Uno de los niveles más alto desde que se tienen registros. Pese a que Washington destinó más de dos trillones de dólares a financiar la guerra deja al país tan pobre como estaba a su arribo
Estados Unidos se retira amenazado por una teocracia misógina y retrograda. Los niveles de inseguridad aumentan conforme se libran nuevas batallas por el control de los territorios. La derrota sufrida por Washington consolidará el mote de Afganistán como “ el “cementerio de los imperios”. A fin de cuentas los antiguos griegos, mongoles, británicos y soviéticos fueron obligados a evacuar el país después de regar con sangre su altiplano. Pero como es sabido en política internacional no existe el vacío. La derrota de uno puede ser la amenaza o la oportunidad para otro. Por lo pronto, China, que tiene frontera con Afganistán, observa con cierto nerviosismo la posibilidad de un estado controlado por islamistas militantes. Beijing ha declarado un política de “no interferencia” en los asuntos afganos. Aunque en su momento China cooperó en la esfera de inteligencia con Estados Unidos en la campaña por desalojar a los soviéticos del país. Hoy Beijing y Moscú comparten una misma preocupación frente a un islamismo militante que irradie una ideología de autonomismo islámico a las vastas regiones del sur de Rusia donde habita una importante población musulmana. China, por su parte, enfrenta una situación compleja en su provincia de Xinjiang donde es acusada de severas violaciones a los derechos humanos de su población musulmana. Beijing ha mostrado gran discreción sobre sus relaciones con Kabul. China, en todo caso, mantiene contactos con los talibanes y les habría manifestado que está disponible para contribuir a la reconstrucción del país. Es la vías más eficaz para neutralizar la vocación mesiánica de un movimiento cuyo solo nombre es sinónimo de radicalismo. Como en su momento Estados Unidos también China vehicularía su ayuda con la cooperación de Paquistán, que tiene un ascendiente sobre los talibanes originarios de la madrazas paquistaníes. India, por cierto, sigue muy de cerca los desarrollos políticos y militares que alteran la ecuación de poder regional. Así se configura un nuevo rompecabezas en una zona que camina a casi medio siglo de conflictos armados.
fin
Globalización en pausa.
“Achicó al mundo” es uno de los eufemismos empelados para describir el impacto de la globalización. Con ello se describe la creciente integración cultural y económica entre distintos puntos del planeta. En la misma vena algunos fueron más lejos y proclamaron que la “tierra es plana”. Con ello no aludían a la realidad geográfica, bien establecida por Cristóbal Colón y su reputado huevo, sino que al proceso de globalización que allana fronteras y uniforma los mercados. Son numerosos, sin embargo, los que estiman que el mundo es todavía redondo, con sus divisiones entre Norte y Sur. Las brechas, que separan a distintas regiones en el acceso a la riqueza y los avances tecnológicos impiden proclamar que el planeta es una llanura por la que todos pueden transitar en relativa igualdad. Dicho en términos coloquiales está lejos de ser una cancha pareja.
Ahora el Covid 19 ha puesto en boga afirmar que “la historia se ha acelerado”. Una manera de decir que las tendencias en curso han ganado velocidad. En lo que toca a la globalización se apreciaba una disminución de su ritmo de avance frenético desde la década de los 80 del siglo pasado. Entonces la caída de la Unión Soviética, con el consecuente fin de la Guerra Fría, coincidió con el auge de los gobiernos neo liberales de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Ambos, por la vía de privatizaciones y la desregulación, facilitaron la expansión de las empresas transnacionales que constituyeron el motor de la globalización. En1970 había 7 mil compañías en esta categoría. Al comenzar el segundo milenio pasaban de 53 mil con 450 mil empresas subsidiarias fuera de su país de origen. Ahora superan las 250 mil con casi un millón de filiales. La expansión fue impulsada por la liberación de trabas políticas, que permitieron relocalizar sus operaciones para sacar el mejor partido a países con mano de obra barata y bajo estándares de protección laboral y medio ambiental. Asimismo enormes desarrollos tecnológicos en la computación, las telecomunicaciones y el transporte facilitaron la puesta a punto del método just in time (justo a tiempo), -ello permitió un auge sin precedentes del comercio con el masivo desplazamiento de mercancías. Los procesos productivos transnacionales con veloces cadenas de abastecedores consiguen ahorros importantes sin tener que almacenar grandes volúmenes de mercancías y repuestos. Se estima que más de dos tercios del comercio mundial se realiza entre empresas transnacionales con las estadounidenses a la cabeza seguidas de las chinas.
Inmigración un eslabón débil
Hasta hace pocos años existía la percepción generalizada que la globalización fortalecía los estados más fuertes en detrimento de los menos desarrollados. Esta visión fue acuñada en la frase: “Hay estados globalizadores y hay estados globalizados”. Resulta paradojal entonces que sea entre los globalizadores donde surge la mayor oposición al proceso de internacionalización de los procesos productivos. También es llamativo que la globalización ha creado una situación contradictoria: mientras abre las fronteras al paso de mercancías, las presiones migratorias las cierran para muchos ciudadanos provenientes de regiones más pobres. Ahora, sin embargo, muchos inmigrantes vuelven a sus países de origen ante la caída del empleo y sus ingresos
Pese a las restricciones más de 200 millones de individuos despachan remesas a sus familias. Son una inyección a la vena para mil millones de personas, es decir, uno de cada siete habitantes del mundo. El Banco Mundial pronostica que las remesas de inmigrantes a nivel mundial caerán en un 20 por ciento, unos cien mil millones de dólares. Esto es de 554 mil millones de dólares a 445 mil millones. Esta contracción representará un duro golpe para varias economías latinoamericanas. Para México las remesas constituyen su segunda mayor fuente de divisas. El año pasado totalizaron un récor de 36.048 millones de dólares, En su conjunto América Latina recibió en 2019 103.000 millones de dólares. Las tres cuartas partes de las remesas provienen de Estados Unidos. Allí la comunidad migrante latina , que habitualmente se emplea en el sector servicios o en la construcción, es una de las más vulnerables. Además está excluida de seguridad social y por lo tanto fuera de los paquetes de ayuda aprobados para capear la crisis
El virus que congela la globalización.
No hay nada más antiglobalización que el Covid 19.La pandemia en curso ha fortalecido a los enemigos de la globalización. Las políticas proteccionistas, como la proclamada por “América primero”, del gobierno de Donald Trump, constituyeron una amenaza temprana a las cadenas de abastecimientos internacionales. La victoria del Brexit duro en Gran Bretaña enfiló en la misma dirección. Incluso entre los 27 países que integran la Unión Europea han prevalecido las políticas de los diversos estados nacionales antes que una postura común en una serie de materias de importancia estratégica. Incluso en América Latina el Mercosur, una de las escasas instancias que coordina políticas económicas en el Cono Sur, ha quedado en una virtual suspensión.
En todas las latitudes se observa un retorno a las soberanías nacionales. La noción de autosuficiencia antes difusa, vuelve a la palestra con la búsqueda de mayor seguridad sanitaria. Por ejemplo, el sector farmacéutico de Alemania, al igual que Francia, depende en un 80 por ciento del exterior –y en un 40 por ciento de China– para el suministro de ciertos principios activos de medicamentos. Asimismo, la seguridad alimentaria y energética figura alto en las agendas estatales.
El Covid-19 es bencina al fuego para quienes atizan las llamas del nacional populismo. Para ganar credibilidad esta corriente requiere de un enemigo percibido por la población. China les ha venido como anillo al dedo. Beijing ya era acusado de prácticas comerciales desleales. Se le culpaba de robo de propiedad intelectual y manipular el valor de su moneda. De destruir vastos sectores industriales y causar la ruina de empresas mediante la relocalización que devastaba económicamente regiones enteras. Ahora se suma la pandemia, “el virus chino” en palabras de Trump. Como si esto no bastara las Naciones Unidas, vista desde hace mucho con profunda suspicacia por la extrema derecha estadounidense, a través de la Organización Mundial de la Salud (OMS), encomió el rol del Estado chino en la lucha contra el corona virus actual. Un blanco redondo para la campaña electoral de Trump pues le permite aunar varias reivindicaciones de su electorado. Incluso numerosos demócratas, partidarios de la globalización, coinciden con los republicanos en la sinofobia.. La decisión de desacoplar la economía estadounidense de la china tiene amplio respaldo bipartidista. En especial en los sectores de tecnología de punta como la 5G. El trasfondo es la disputa por la hegemonía económica mundial. Baste considerar lo que ha ocurrido desde la epidemia del Sindrome Respiratorio Agudo Severo que asoló a China en 2003. Entonces representaba cuatro por ciento de la producción mundial. Hoy alcanza al 16 por ciento. Esta cota llevó a China a ser el primer país exportador del mundo ¿Es posible una vuelta atrás en la actual división internacional del trabajo que ha convertido al país asiático en la principal usina del planeta? La filosofía subyacente en la estructuración de las cadenas de valor mundiales ha sido la de las ventajas comparativas.
En caso que…
Desde la óptica de las desventajas la distancia perdió gravitación frente a los beneficios de una mano de obra muchísimo más económica y altamente disciplinada. China y el sudeste asiático además ofrecieron inmensos mercados consumidores. En 2019 Generals Motors (GM) – cabe recordar el viejo decir que “lo que es bueno para GM es bueno para Estados Unidos”- vendió más vehículos en China que en casa. Lo mismo vale para la alemana Volskswagen que tuvo más compradores para sus autos de alta gama en China que en Estados Unidos y la propia Alemania.
Con motivo de la reciente reunión anual de la OMS Xi Jinping, el Presidente chino, instó a “mantener estables las cadenas industriales de abastecimiento global… si es que restauraremos el crecimiento económico del mundo”. Beijing es el primer interesado en volver al status quo anterior. Pero el país es menos dependiente de los mercados extranjeros pues ha reducido su empleo de insumos importados. Por una parte ha incentivado la demanda doméstica a la par de producir un volumen creciente de artículos en el propio país. Como resultado China es más autónoma del mundo en tanto que muchas economías dependen en alto grado de China.
El liderazgo chino, En todo caso, se prepara para “un “conflicto prolongado”. Así lo postula el oficialista periódico Global Times que llama a enfrentar un desacople total entre ambos países en el sector de tecnologías de punta. En represalia propone calificar a una serie de empresas estadounidenses como “entidades no confiables” entre las que se contarían Boeing, Qualcomm, Apple y Cisco. Estas compañías podrían ver perjudicadas o vedadas sus ventas en China. Global Times advierte que “Estados Unidos está en una posición tecnológica más ventajosa. China deberá enfrentar tiempos duros”. Será un periodo difícil no solo para ambos rivales. Un refrán africano dice “Cuando dos elefantes se pelean quien más sufre es la hierba que pisan”. Ello advierte al resto de los países que deberán sacar sus ábacos y ver con que bando se alinearán. Washington tiene una ventaja de entrada pues en varios aspectos supera por mucho a China. Pero quienes conocen a China saben que su memoria histórica nada tiene que envidiarles a los elefantes. Un ejemplo: a lo largo de sus relaciones con el país asiático Chile siempre ha recibido un trato deferente, bajo gobiernos democráticos o bajo dictadura, por haber sido uno de los primeros países de la región que reconoció la República Popular China y rompió lazos con Taiwán bajo la Unidad Popular, en diciembre de 1970.
China está haciendo enormes inversiones en la robotización y la inteligencia artificial que serán determinantes en las futuras cadenas de valor. Pese a ello en el futuro inmediato muchos países buscarán aminorar su dependencia de Beijing diversificando sus abastecedores. La pugna chino-estadounidense y el auge de las fuerzas nacional populistas marcan un reflujo del aperturismo actual. Pero la globalización, como la tendencia a la universalización y uniformidad de los procesos productivos, retomará su curso. Muchos de los problemas que aquejan al mundo mal pueden resolverse en el marco de fronteras nacionales. El Covid 19 es un ejemplo evidente que el virus no puede ser controlado en el largo plazo en un solo país. Solo una amplia cooperación internacional podrá superarlo. Los debates en el seno de la OMS sobre el desarrollo de una vacuna disponible para todos son de la mayor relevancia. Jack Ma, el fundador del gigante comercial chino Alibaba, que ha estado donando material sanitario a numerosos países, incluido Estados Unidos, señaló: “No podremos derrotar al virus a menos que eliminemos las fronteras a los recursos, y compartamos las lecciones duramente aprendidas”.
Por el momento el virus ha colocado a más de la mitad de la humanidad en cuarentena. Los científicos discrepan en cuanto a la forma más eficaz de prevenir más contagios. Es una incógnita cuanto tiempo circulará el mal, cuál es el grado de inmunidad que obtienen los que lo padecieron. Que probabilidades existen que sobrevengan nuevas olas infecciosas y que este corona virus mute a versiones aún más letales. Es difícil pronosticar que nos espera en ausencia de información crítica. La realidad, en todo caso, es más fuerte que las especulaciones. Muchas de las grandes empresas automotrices y de otros rubros tuvieron que cerrar sus puertas, el desfile de líneas aéreas que marchan a la quiebra está en pleno desarrollo. Las curvas de desempleo lejos de aplanarse se disparan. No faltan los que anticipan que las cosas no volverán a ser como antes. Es probable que así sea. Lo que no es claro cuál será la dirección del cambio. El mundo vive la fase sanitaria del Covid 19. Ya se vislumbra su impacto económico y social. Está por verse cómo afectará a la esfera política. En lo que toca a la globalización es probable que se pase del “just in time” a un “just in case”, A un “en caso que” un nuevo cisne negro altere las bien establecidas previsiones. Pocos disputan que la naturaleza ha pateado el tablero echando abajo estructuras que se tenían por sólidas. Todo lo anterior sin siquiera mencionar a la madre de todas las batallas: el cambio climático.
El ataque del corona virus
es un decir que la victoria tiene muchos padres en tanto que las derrotas son huérfanas. Con las epidemias aplica la misma lógica; son huérfanas pues nadie quiere cargar con las muertes y el caos. Pero abundan los que se atribuyen las curas. Es lo que ocurre con el coronavirus, más precisamente el Covid-19. Por el momento no hay remedio ni vacuna y todos rehúyen su paternidad. El Presidente Donald Trump habla de un “virus chino” que ataca a los Estados Unidos. Un enemigo invisible al que ha declarado la guerra. En China, donde emergió la epidemia en noviembre del año pasado, les ha valido sufrir agresiones de “sinofobia” en la medida que son identificados con el mal. A comienzos de marzo Zhao Lijian, un vocero del ministerio de Relaciones Extranjeras, tuiteó que podría “ser el ejército de Estados Unidos” el que trajo el virus a China. Ello, según Zhao, ocurrió en la segunda mitad de octubre cuando unos trescientos uniformados estadunidenses participaron en los Séptimos Juegos Militares Mundiales realizados en Wuhan, el epicentro del estallido de la actual pandemia. Al evento asistieron más ocho mil atletas provenientes de 92 fuerzas armadas, incluidas las de Chile que se situaron en el puesto 48. Según la teoría que ha circulado profusamente en redes sociales chinas, incluida la popular Weibo, algunos de los uniformados estadounidenses traían consigo el virus. En las versiones no se aporta información concluyente que así fuese. Podría ser un caso más de “infodemia” como se ha llamado a la avalancha de informaciones falsas sobre la epidemia. Más, como ya es sabido, cada cual cree lo que quiere creer. El Covid-19 es, en todo caso, materia prima de excelencia para todo tipo de especulaciones y teorías conspirativas. Causa pavor y poco se sabe aún sobre las características de la pandemia que compromete a la casi totalidad de los países del mundo. Así, cada cual puede desarrollar la narrativa que mejor le acomode.
Un temor atávico.
El empeño por eludir el sambenito de la responsabilidad de la pandemia yace en el subconsciente colectivo. Allí perduran las cicatrices de las pestes que han amenazado la existencia humana. La más siniestra fue la «Peste Negra» que recorrió medio planeta desde China hasta Europa cegando a alrededor de 75 millones de vidas. Entonces, para el 1350, el mundo era habitado por 370 millones de individuos. Los estragos aceleraron el fin del sistema feudal.
En tiempos más recientes se han registrado diversos tipos de influenza que pueden mutar rápido. Fue el caso del virus que mató a decenas de millones: la «Gripe Española», una influenza aviar, que apareció en 1917 pasando de aves a humanos. La primera ola causó pocas fatalidades. Sin embargo, solo pocos meses más tarde reapareció el virus recargado, por así decirlo, y devastó Europa. Se estima unos que 50 millones sucumbieron a sus fiebres y daños al sistema respiratorio. Los estudiosos que analizaron el comportamiento del virus concluyeron que en su primera versión no se adaptó bien al cuerpo humano. En la segunda ronda pudo superar con mayor facilidad las defensas y destruyó vidas en todos los estratos de la sociedad: niños, adultos sanos y robustos así como ancianos.
Desde entonces los epidemiólogos siguen con la mayor atención la evolución de los patógenos agresores En la era de la globalización ningún país es una isla. John Oxford, un virólogo inglés, advierte que: “No importa donde empiece la pandemia pues estará ante nuestras puertas…Nadie puede decir que ese no es su problema”.
Estrategias.
El avance del Covid-19 ha revelado distintas estrategias para confrontarlo. En su paso ha mostrado las fortalezas y debilidades de los países afectados. En primer lugar está China que ha sufrido el mayor impacto. La debilidad de Beijing radicó en su negativa en reconocer el brote infeccioso desde el primer minuto. El 30 de diciembre el doctor Li Wenliang advirtió de un nuevo tipo de coronavirus. Las autoridades lo sancionaron por “hacer comentarios falsos …que alteraban seriamente el orden social “. Las autoridades de Wuhan dijeron que “no había evidencia que el virus se transmitía entre personas”. La burocracia no quería saber de amenazas a la estabilidad. Al cabo de unas semanas, sin embargo el gobierno debió admitir que Li estaba en lo cierto. Pero para el médico denunciante hubo poco consuelo pues murió del mal que detectó. China perdió precioso tiempo en la prevención del virus pues se estima que pudo prevenir más de 60 por ciento de las muertes. El gobierno hizo un tardío mea culpa pidiendo disculpas a la familia del doctor Li, además de castigar a los funcionarios que lo cuestionaron.
Superado el traspié inicial China mostró su fortaleza que radica en una formidable capacidad de movilización sanitaria y la disciplina de la población. Una vez aceptada la gravedad de la crisis las autoridades focalizaron los recursos del país al combate de la epidemia. Para ello no se fijó en costos y paralizó buena parte de la actividad económica nacional. No escatimaron en exámenes gratuitos para la detección del mal y habilitaron millares de camas para cuidados intensivos.
Corea del Sur ha sido hasta ahora uno dc los países que, con gran número de enfermos, ha conseguido franquear mejor el reto. La clave ha estado en la rápida aplicación de exámenes para la temprana detección de los infectados. Esta es una condición determinante. Solo es posible combatir a un enemigo si se sabe dónde está y así dirigir el esfuerzo a los puntos críticos. Seúl aprovechó su gran desarrollo tecnológico para cubrir grandes masas de personas susceptibles de ser contagiadas. El gobierno dispone de un avanzado sistema de big data que integra la información de cada ciudadano. Sus viajes, historial médico, trayectoria laboral y educativa, en fin un registro completo que permite diagnosticar cuales son los sectores más expuestos. Un banco de datos muy invasivo para la privacidad de las personas pero que resultó efectivo para la coyuntura actual.
Un ejemplo de ello es que, a pesar de que Estados Unidos y Corea del Sur anunciaron el mismo día el primer caso de coronavirus en sus respectivos países (20 de enero), después de un par de semanas Estados Unidos había examinado a 4.300 personas. Corea del Sur, en cambio, aplicó el test a 196.000.
El ministerio de Salud surcoreano, fijó como objetivo contar con una amplia red de diagnóstico y reducir la tasa de mortalidad. Su ministro de salud Park Neunghoo señaló que: “Detectar el virus en sus etapas tempranas es fundamental para poder identificar a las personas que lo tienen y de esa forma poder detener o demorar su expansión”,
China y Corea del Sur son ejemplos, con distintos sistemas políticos, de estados poderosos con fuertes sistemas de control social. Muchos países asiáticos comparten una cultura confuciana que pone el interés colectivo sobre el individual así como la obediencia a la autoridad. El cuadro contrasta con la situación de la Unión Europea en el cual los 27 países que la integran no han podido diseñar una respuesta conjunta. La solidaridad entre sus miembros ha brillado por su ausencia.
Gran Bretaña, que está en pleno proceso Brexit, abrazó la teoría de la “herd immunity” (inmunidad grupal). Ella parte de la base que la mayoría de los británicos se contagiará con el Covid-19. Entonces no es cuestión de eludir lo inevitable sino que de administrar los tiempos de avance de la pandemia. Esto es asegurar que los volúmenes de infectados ocurra en periodos extensos para no avasallar al sistema público de salud. Alemania adoptó una visión similar. La canciller Angela Merkel, dijo que no era una cuestión de aislarse sino de encontrar la manera de no desbordar el sistema de salud. Merkel advirtió que hasta 70 por ciento de los alemanes, unos 56 millones de personas, podrían contraer el virus. Por lo tanto la estrategia apuntó, en palabras de Merkel, a “ganar tiempo”. El grueso de la población superaría el mal mientras que los grupos de personas más vulnerables, como los mayores de 65 años, recibirían una protección especial. Tanto Londres como Berlín modificaron su enfoque original para adoptar drásticas políticas de aislamiento y distanciamiento social, entendido éste último como una reducción del 75por ciento de las interacciones de un hogar con el mundo exterior: colegios, lugares de trabajo y otras actividades.
En Estados Unidos al comienzo de la expansión del Covid-19 el Presidente Donald Trump estaba más preocupado por el desempeño de la bolsa de valores que la salud sus compatriotas. En una retahíla de tuiters desestimó la amenaza de la pandemia, cuestionó el consejo de los científicos y politizó el debate sobre cómo enfrentar la amenaza. Uno de sus mensajes: “Los Medios de las Fake News y sus socios, el Partido Demócrata, hacen lo que pueden dentro de su semi-considerable poder (solía ser mayor!) para inflamar la situación del CoronaVirus mucho más allá de lo que los hechos permiten”. En opinión de Trump la incipiente epidemia no era más que una nueva versión de las gripes que cada año afectan al país. Incluso ya avanzado el contagio, con decenas de miles de infectados, Trump señaló a finales de marzo que la economía era su prioridad : “No podemos permitir que el remedio (la cuarentena) sea peor que la enfermedad”. En un escenario optimista en que solo 20 por ciento de los estadounidenses contraigan el virus, con una tasa moderada de letalidad de 0,5 por ciento, se registrarían 327 mil muertes. Nueve veces más que las ocasionadas por las influenzas habituales.
A la inversa de Corea del Sur en Estados Unidos se aplicó un sistema lento y defectuoso para los diagnósticos. El doctor Anthony Fauci, jefe del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas señalo que: “El sistema (para confirmar nuevos casos) no está realmente orientado a lo que necesitamos en este momento, a lo que se está requiriendo. Eso es un fracaso. Admitámoslo”. Tras severas críticas se comenzó con exámenes gratuitos para detectar las infecciones
El sistema de salud estadounidense, el más caro el mundo, tiene a más de 27,5 millones personas sin acceso a seguros de salud. Ello augura que muchos que requieran tratamiento no acudan a los hospitales por los elevados costos. La cuarta parte de la población laboralmente activa del país no tiene acceso a días de enfermedad remunerados. Desde que Trump asumió, en 2016, recortó los fondos para la prevención de pandemias. Ello como parte de su política de desmantelamiento de la salud pública en beneficio de la atención privada.
El futuro
La historia enseña que los grandes desastres como las guerras y pandemias impactan profundo en las sociedades. Es difícil anticipar que consecuencias de largo plazo dejará el Covid-19. Será diferente hasta cierto punto en cada país pero desde ya se aprecia un debate sobre el papel del Estado. A medida que avanza el virus son los servicios de salud pública y los gobiernos los que deben afrontar la crisis. En España, Gran Bretaña y otros países el sector público ha tomado ha tomado control de la salud de manos privadas. Boris Johnson, un arduo defensor del sector privado y la reducción del Estado, aparece en sus conferencias de prensa tras un atril en el que se lee: Pprotejamos el Servicio Nacional de Salud (Protect the NHS). Algo impensable hace algunos meses cuando se habló de desmantelarlo como parte de las exigencias de Washington para la firma de un acuerdo de libre comercio. A medida que la pandemia golpee a las sociedades latinoamericanas la salud, y como es administrada, pasará a la cabeza de las agendas nacionales.
Todos los países sufrirán severos reveses económicos. Se anticipan tasas de desempleo que oscilan entre 20 y 30 por ciento. Vienen tiempos recios. Ello abrirá el debate sobre como enfrentar el peso de la crisis. En Estados Unidos Elizabeth Warren, senadora y ex candidata presidencial, propone que los ejecutivos cuyas empresas vulneren la ley respondan de manera personal, que se incorpore a trabajadores a los directorios de las compañías, ambas demandas que hasta ayer tenían poca audiencia.
Algunas tendencias que venían en pleno desarrollo se agudizarán: el teletrabajo, el comercio electrónico, el aprendizaje a distancia, la telemedicina y otras formas de relacionamiento remoto. La creciente automatización reforzará la perdida de contactos personales en un gran rubro de actividades. La lista de empleos que afectados así como el declive de numerosas industrias es larga. Pero como se dice en la jerga periodística: es una noticia en desarrollo.
Trump ganó un lugar en la historia.
El gobierno de Donald Trump pasará al olvido como muchos otros en Estados Unidos. Será recordado, sin embargo, por ser uno de los tres mandatarios acusados constitucionalmente. La imputación, aprobada el miércoles por la Cámara de Representantes, dividió a los parlamentarios sobre estrictas líneas partidistas. Los opositores del partido demócrata en masa, con dos excepciones, votaron por el impeachment. El partido del presidente, los republicanos, cerraron filas sin una sola deserción contra la acusación.
Los cargos para buscar la remoción del jefe de estado fueron dos. Una, buscar que Ucrania investigase negociados del candidato demócrata Joe Biden. Trump condicionó el pago de 400 millones de dólares en ayuda militar a la entrega de antecedentes que permitieran atacar a Biden. Una conspiración con otro país, con fondos públicos, para influir en la política doméstica. La segunda causal fue la obstrucción a la investigación parlamentaria; no entregó la documentación solicitada y no permitió a varios de sus colaboradores brindar testimonios.
En el curso de la investigación afloraron numerosas irregularidades en el manejo de la política exterior de Trump. En particular los negociados de Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y abogado personal del presidente que, entre otras cosas, logró la remoción de la embajadora estadounidense ante Ucrania porque interfería con sus operaciones por canales paralelos. Los manejos turbios de Trump han exasperado a los demócratas que esperaban que dos años investigaciones de Robert Mueller, ex director del FBI, permitieran establecer bases para su remoción. Mueller frustró estos anhelos al concluir que no hubo colusión entre la campaña presidencial de Trump y Moscú para perjudicar a Hillary Clinton, la candidata demócrata
Trump tiene, pese a todo, razones para estar satisfecho. Su partido está unido contra viento y marea en su defensa. Además puede estar tranquilo pues la acusación pasa ahora al senado que actúa como el jurado antes las imputaciones de los congresistas. Allí los republicanos tienen mayoría y se requiere de dos tercios de los senadores para aprobar la remoción del presidente. Ello no ocurrirá. En forma característica Trump tuiteó : “Pueden creerlo que yo seré acusado por la izquierda radical , los vagos demócratas, Y YO NO HICE NADA MALO”.
El proceso del impeachment muestra un grado agudo de polarización política. Pase a una secuencia de escándalos los partidarios del presidente se mantienen leales. El buen desempeño de la economía, la robusta creación de empleo y la línea dura frente a China y otros competidores gravitan más que lo que muchos perciben como las típicas rencillas políticas. El futuro de la conducción política en Estados Unidos es incierto.
Arabia Saudita: cambian las reglas del juego.
¿Cómo fue ejecutado el ataque contra las instalaciones petroleras saudíes? La batalla de las versiones recién empieza. Los rebeldes hutíes, que combaten en Yemen contra una coalición encabezada por Arabia Saudita, reclaman la autoría del devastador bombardeo a Abqaiq, el mayor centro de refinación petrolero y gasífero del mundo, así como el yacimiento de Khurais. Washington y Riad señalan que decenas de drones -más preciso hablar de aparatos no tripulados- junto a misiles cruceros fueron disparados desde Irán y el sur de Irak. Los iraníes, por su parte, apoyan a los combatientes hutíes pero niegan toda participación en la operación bélica.
Lo concreto es que, desde un punto de vista militar, el ataque fue un golpe maestro que marca un antes y un después. Con muy limitados medios logró mermar a la mitad la producción petrolera saudí. La agresión no dejó bajas entre trabajadores de las plantas y los atacantes no corrieron riesgo alguno. Si se hubiese tratado de un comando pudieron caer prisioneros. Más aun, allí donde sangre es derramada cambia el calibre de la respuesta.
Las sospechas, en todo caso, apuntan a que la devastadora acción fue auspiciada por Irán. Teherán advirtió que si se impedía la exportación de su petróleo, lo que hoy ocurre debido a las sanciones impuestas por Estados Unidos, ningún país de la región podría hacerlo sin correr riesgos. Hoy Irán recurre a la consabida “negación plausible”. El dedo acusador apunta a nosotros sí, no basta con citar “fuentes de inteligencia”, pero enséñennos la pistola humeante.
Sea quien sea el atacante, éste consiguió penetrar las defensas saudíes y estadounidenses en las que se invirtieron miles de millones de dólares. Arabia Saudita tiene el tercer presupuesto de defensa más alto del mundo, 67,7 mil millones dólares, solo superado por Estados Unidos y China. Los saudíes destinan un exorbitante 8,8 por ciento del producto interno bruto a sus aprestos bélicos. Para explicar el colosal fallo de los sistemas de alerta, en un momento de máxima tensión en el Golfo Pérsico, se señala que las defensas estaban orientas al sur del país. El ataque habría provenido desde el norte.
El corazón de la economía saudí fue alcanzado sin impedimentos. Washington habla de una “ataque contra la economía global”. El 11 de septiembre del 2001 un pequeño comando de jihadistas secuestraron aviones y atacaron las Torres Gemelas y el Pentágono. Abrió entonces un largo capítulo de lucha contra el terrorismo. Hasta ahora Estados Unidos y pocos países desarrollados han utilizado los aparatos no tripulados para atacar profundo en territorios hostiles sin temor a perder pilotos. Ahora la cancha se emparejado. Países sin gran desarrollo tecnológico, actores no estatales e incluso grupos terroristas pueden emplear las armas que han dejado en jaque a los saudíes.
Militares y las batallas pérdidas contra el narcotráfico.
La tentación de involucrar a los militares en la lucha contra el narcotráfico es recurrente. En diversos momentos, en distintos países latinoamericanos, las fuerzas armadas han participado en operaciones antinarcóticos. Los resultados en México, Brasil o Colombia, por destacar los más prominentes, han sido entre decepcionantes y desastrosos.
El primer paso para determinar una estrategia ante una amenaza es definirla con claridad. Muchos, erróneamente, creen que el combate contra el crimen organizado y los narcotraficantes equivale a una “guerra”. El Presidente estadounidense Richard Nixon, en 1969, proclamó “la guerra contra las drogas”. Dos décadas más tarde, en 1989, George Bush subió la apuesta y prometió llevar la guerra “casa a casa y calle a calle. A juzgar por los resultados las autoridades perdieron. El combate contra las drogas sigue con triste vigencia en Estados Unidos donde, más allá de la retórica, los militares no se involucraron en la lucha doméstica contra el narcotráfico.
Suena bien ante la opinión pública cuando un mandatario habla duro, con toques belicistas, contra la lacra del crimen organizado. “Son enemigos que hay que combatirlos sin tregua, sin darles ventajas y utilizando todos los instrumentos a nuestra disposición” estas son palabras del Presidente Sebastián Piñera al anunciar un decreto que habilita a las fuerzas armadas a realizar ciertas labores logísticas, inteligencia e incluso detenciones en la frontera norte del país.
La experiencia de otros países aconseja cautela. En México los militares ingresaron de lleno a la lucha contra los carteles bajo en el gobierno del Presidente Felipe Calderón (2006-2012), una “guerra” que a nuestros días deja un saldo de 150 mil muertes. En Colombia se tildó a las FARC de ser una narco guerrilla. También era posible hablar de narco militares pues grandes regiones estuvieron dominadas por la asociación de paramilitares y uniformados que controlaban el tráfico de estupefacientes. En Brasil la intervención militar en populosos barrios ha tenido poco impacto en las operaciones de los carteles.
El arma más potente de los narcotraficantes es la corrupción y para ello cuentan con recursos. Involucrar a las fuerzas armadas, aún en tareas secundarias, es exponerlas a la infiltración por parte de elementos criminales. Si como en México o Colombia ganan pie en su seno hacen aún más difícil el combate a un problema complejo de múltiples aristas. En Chile el narcotráfico permanece en el ámbito delictual y debe ser confrontado por las policías con todo el respaldo posible de la ciudadanía.
Hay un viejo chiste:
Un joven oficial es enviado a la frontera a combatir el tráfico de drogas.
Al mes manda un mensaje: Narcos me ofrecieron diez mil dólares por hacer la vista gorda, los corrí a balazos.
Al mes siguiente comunica: Me ofertaron cien mil dólares y otra vez los repelí.
Al tercer mes señala: No hay problemas, todo está tranquilo.
Huawei o no Huawei
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Estados Unidos ha trazado una nueva línea roja: está vedado comprar equipos 5G a la empresa china Huawei. Durante su reciente visita a Chile Mike Pompeo, canciller estadounidense, notificó que “No tenemos confianza en estos sistemas (Huawei). Y, si ustedes los utilizan forzarán a los Estados Unidos a tomar decisiones sobre dónde ponemos nuestra información”.
Quinta generación o 5G es la denominación de la más avanzada tecnología de telefonía móvil. Es cien veces más rápida que la 4G actual. En términos más concretos, bajar una película que ahora toma 6 minutos tardará solo 3 segundos. 4G permitió el desarrollo de nuevos servicios como Uber, Airbnb y otros. 5G abrirá las compuertas para los vehículos sin chofer o autónomos. Hará realidad la Internet de las cosas, es decir muchos objetos emitirán información sobre su situación y se comunicarán entre sí. Por ejemplo, los refrigeradores arrojarán un balance de sus contenidos y los productos que requieren reposición. En el caso de instituciones está información irá directo a las empresas abastecedoras.
La 5G que despunta anticipa una revolución en la forma que opera la sociedad. Por lo mismo, quien lleve la delantera en este campo tendrá enormes ventajas. A tal punto es decisivo que ya dejó el campo tecnológico y comercial para entrar de lleno en la esfera de la lucha por la hegemonía política. Washington despliega su considerable influencia mundial para frenar la adquisición de las redes de comunicaciones de Huawei. Ya no importa quien ofrece el mejor servicio al precio más conveniente.
Estados Unidos acusa a la empresa de ser un agente potencial del Estado chino. Y por esa vía podría ser un conducto para el espionaje de Beijín. Algo que la empresa niega en forma categórica. Hasta ahora la evidencia presentada por Estados Unidos no ha convencido a algunos de sus aliados más estrechos, como Gran Bretaña y Alemania. Ambas naciones, junto a otras, todavía estudian el tema. Las investigaciones publicadas señalan que es posible explotar ciertas debilidades conducentes a filtraciones. Pero han descartado que las redes de Huawei fueran diseñadas para la extracción de información. La empresa, por su parte, adelanta que está disponible para impedir la existencia de cualquier “puerta trasera” que permita intrusiones.
Estados Unidos podría establecer cuáles son sus exigencias en el campo de la seguridad para permitir la compra de las redes 5G de Huawei. Pero no lo ha hecho y lo más probable es que no lo hará. Washington exige a las empresas del rubro que den “un gran salto adelante” para equiparar a sus competidores asiáticos Es irónico el concepto de “gran salto adelante” pues fue empleado en la China maoísta para señalar una marcha forzada para un desarrollo acelerado. Lejos de lograr sus metas el “gran salto” concluyó en una horrorosa hambruna. En todo caso, en los años venideros la 5G obligará a muchos países a alinearse. Los más beneficiados serán los que logren defender sus intereses.
Caracas entre Moscú y Washington
Venezuela a oscuras. Un segundo apagón masivo en tres semanas. El gobierno de Nicolás Maduro denuncia un nuevo sabotaje. La oposición repite que el fragilizado sistema eléctrico colapsa por de la falta de mantención. Sobre lo que no hay dudas es que los venezolanos sufren el pleno impacto de la ausencia de energía eléctrica. Cualquiera sea la causa de los cortes masivos la responsabilidad recae sobre el gobierno: ya sea por no disponer de la seguridad para evitar los sabotajes o por no mantener los equipos como es debido.
La crisis venezolana avanza a fuego lento. La oposición, liderada por Juan Guaidó, no dispone de fuerzas para tumbar a Maduro. La considerable ayuda brindada por Estados Unidos por la vía diplomática, económica y sanciones aplicadas al gobierno no ha afectado, hasta ahora, el respaldo de las fuerzas armadas al régimen. Washington proclama que “todas las opciones están sobre la mesa”, una fórmula diplomática para incluir una acción militar. No hay, en todo caso, indicio que en el corto plazo el Pentágono, o países vecinos de Venezuela, consideren el recurso a las armas.
En el desarrollo de los conflictos los protagonistas indican su voluntad a través de señales. Washington despacha aviones con ayuda e intenta que ella ingrese al país. John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, viene de decir que “los días del gobierno de Maduro están contados”.
Rusia, que desde hace décadas es el principal abastecedor de armas de Venezuela, emite su propia señal. Despacha un par de aviones con un centenar de técnicos y militares. Dicho personal pudo llegar en forma discreta. Pero optaron hacerlo en forma visible para subrayar su respaldo al gobierno. Los militares colaborarán en asuntos de ciberseguridad, probablemente para fortalecer la red eléctrica que Maduro denuncia ha sido blanco de un ciberataque. También ayudarán a la mantención de los aviones SU-30 Mk2, los más potentes del arsenal venezolano. Asimismo, trabajaran en el despliegue de las sofisticadas baterías antiaéreas S-300. Según la prensa venezolana buscan establecer un escudo protector alrededor de la base aérea de El Sombrero en el centro del país. De momento nadie espera un ataque aéreo contra dicha base u otra pero es una advertencia que Moscú está junto a Caracas.
En momentos en que Estados Unidos está comprometido en una ofensiva, junto a la oposición encabezada por Guaidó, para expulsar al gobierno de Maduro la presencia rusa es un balde de agua fría. El Presidente Donald Trump no tardó en exigir: “Rusia tiene que salir de Venezuela”. Sin duda, Moscú anticipó el malestar que causaría a Washington con el despacho de sus efectivos. Rusia está ya bajo una vasta serie de sanciones de manera que estiman que no tienen mucho más que perder. Venezuela transita así de un conflicto doméstico a uno con artistas internacionales.