Arabia Saudita: la noche de los cuchillos largos.
Se ha dicho que Arabia Saudita es un país atendido por sus propios dueños. Ello porque el poder político, económico y militar está concentrado en las manos de miembros de la familia real. Esto era así hasta la semana pasada cuando en un golpe de palacio el príncipe Mohammed bin Salman, hijo del octogenario monarca, lanzó una masiva redada de arrestos. Entre los detenidos, acusados de corrupción, figuran Miteb bin Abdullá comandante de la Guardia Nacional, una fuerza de cien mil efectivos que actúa como la guardia pretoriana del régimen. También está Waleed bin Talal, uno de los hombres más rico del reino. Hasta ahora se sabe del arresto de once príncipes y cientos de altos funcionarios.
El hecho tuvo impacto mundial: el barril de petróleo subió ante los temores que la ofensiva del príncipe Mohammed bin Salman (MBS, por sus iniciales) puede desestabilizar al reino que es uno de los principales abastecedores de crudo al mercado internacional. Hasta ahora el país mantenía un delicado balance entre las principales tribus sauditas. Ahora MBS y sus seguidores controlan del vasto aparataje de defensa y seguridad.
Desde su llegada al poder MBS no solo ha concentrado poder sino que lo ha utilizado. En 2015 asumió como ministro de Defensa y casi de inmediato lanzó una ofensiva militar contra Yemen. Una operación militar destinada a desbancar a los huthies que combaten contra los saudíes desde 2004 en varios episodios. Más que un problema religioso la monarquía saudí ve en ellos y otros chiítas la mayor amenaza para su trono. De hecho en 2011 despachó tropas a Bahrein para sofocar un alzamiento de la mayoría chií. Riad ha reemplazado a Egipto como el líder del mundo árabe y del islamismo sunita y, por lo mismo, se erige como la barrera a la expansión de la influencia chií propugnada por Irán.
En lo que toca a Yemen las operaciones saudíes están estancadas y han causado unos diez mil muertos, 42 mil heridos y tres millones de desplazados. 70 por ciento de la población requiere ayuda alimenticia.
Siempre en la vena de confortación con Irán Riad lideró, en junio, la imposición de un severo bloque territorial y aéreo a Catar por sus estrechas relaciones con Teherán y el respaldo a grupos catalogados como terroristas. Todo indica, sin embargo, que el bloqueo no consiguió un cambio de política catarí
Coincidiendo con la noche los cuchillos largos en Riad el Primer Ministro libanés, Saad Hariri, de visita en Arabia Saudita renunció al cargo. Agravaba así el conflicto con la organización político militar chiíta Hezbolá que contrala el sur de Líbano. Para agravar las cosas un misil estalló en las proximidades del aeropuerto de Riad. Arabia Saudita denunció que el ingenio, lanzado desde Yemen, fue fabricado por Irán y operado por militantes de Hezbolá concluyendo que ello constituía “un acto de guerra”.
Está a la vista que el ambicioso príncipe MBS ha sido proactivo en abrir frentes y generar conflictos pero no en superarlos. Sus faraónicos planes contemplan la construcción de una enorme ciudad, Neom, que costará 500 mil millones de dólares. Muchos estiman que no pasará de ser un espejismo al igual que obtener victorias militares.
Trump con los sunitas vs los chiítas.
Estados Unidos venderá armas por 110 mil millones de dólares a Arabia Saudita. El anuncio, hecho durante la visita del Presidente Donald Trump al reino saudí, marca un viraje en la política exterior de Washington. Trump destacó por su lenguaje islamofóbico durante la campaña electoral en que, en otras cosas, afirmó que “el Islam nos odia” además de llamar a no dejar entrar a ningún musulmán al país. Ahora revisa sus dichos y propone una alianza a las decenas de monarcas dictadores reunidos en la capital saudita.
Llama a los gobernantes sunitas a combatir al declarado enemigo común: Irán y, por extensión, a los chiítas. Trump le advierte a Teherán que: bajo ninguna circunstancia podrán disponer de armas atómicas; según Naciones Unidas los iraníes han respetado el acuerdo alcanzado, en 2015, en el suspendían ciertas actividades atómicas. Le exige que desmantele las redes terroristas y las milicias chiítas; en rigor las organizaciones milicianas y terroristas más peligrosas como el Estado Islámico y Al Qaeda son sunitas. Le exige a Irán que retire sus fuerzas de Siria lo cual es una demanda unilateral dado que muchos países incluida Rusia , Turquía y Estados Unidos tienen efectivos en el país. Irán debe forzar a sus aliados chiítas de Hezbolá a que salgan de Siria para volver al Líbano donde deben dejar las armas. Son exigencias tan poco realistas que despiertan sospechas que lo que se busca es un conflicto. Trump señaló que de” Líbano a Irak a Yemen, es Irán el que financia, arma y entrena a los terroristas, las milicias y otros grupos extremistas que causan destrucción y caos en la región”.
Esta postura no hará más que ahondar la rivalidad entre sunitas y chiítas que antes de la revolución iraní, en 1979, no era un factor relevante. Ha sido la pugna con Arabia Saudita y otras monarquías, que temen que sus coronas están en peligro, lo que gatilló la animosidad entre ambas facciones islámicas, los sunitas constituyen el 85 por ciento y los chiítas 15 por ciento de los musulmanes, y que ha dejado cientos de miles de muertes, especialmente en Irak.
Esto ocurre a menos de una semana de la victoria Hassan Rouhani, con 57 por ciento de los votos, en las elecciones presidenciales en Irán. Ello con la propuesta a los iraníes de abrir un “·camino de integración con el mundo”. Su rival Ebrahim Raisi, que logró el 38 por ciento de las preferencias, postulaba una línea de integrismo religioso y confrontación internacional. La victoria de Rouhani fue posible, en parte, por la política conciliadora del Presidente Barack Obama que favoreció el diálogo antes que el enfrentamiento con la radicalización que ello acarrea. La agresiva actitud de Trump, que encanta a Israel que desde hace mucho denuncia a Teherán como su mayor amenaza, complicará la vida de las fuerzas aperturistas en Irán que aspiran a una inyección de inversiones extranjeras. Lo más probable es que la confrontación contra Irán se libre en la ensangrentada Siria y el sufriente Yemen donde organizaciones humanitarias ya denuncian una letal hambruna.
El largo calvario sirio
En la guerra civil siria hay una certeza: ninguno de los bandos puede ganar por la fuerza de las armas. Tras casi cinco años de cruenta lucha el país árabe acumula más de un cuarto de millón de muertos. Desde marzo de 2011 la mitad de los 22 millones de sirios han sido desplazados de sus hogares. Es un desastre humanitario cuyo impacto se sentirá por generaciones.
El 1 de febrero comenzaron, una vez más, negociaciones auspiciadas por Naciones Unidas, en Ginebra, para encontrar una salida al conflicto. Pero apenas abiertas las tratativas fueron suspendidas hasta el 25 de febrero. Los opositores del Presidente Bashar al Assad denunciaron una ofensiva militar oficialista. La queja es comprensible pues la primera meta, antes que hablar de los términos de una futura paz, es lograr un cese al fuego. Ello, de entrada, permitiría aliviar a numerosas ciudades y aldeas sitiadas por las diversas facciones. En algunas como en Madaya se registraron decenas de muertes por inanición. Otra medida será continuar con la extracción de grupos minoritarios atrapados y amenazados de vida en territorios hostiles.
El mero hecho de haber asegurado el encuentro en Ginebra es un logro. Fueron necesarias fuertes presiones, especialmente sobre los rebeldes sunitas, para asegurar su presencia. Con todo no son conversaciones directas, cara a cara, entre los protagonistas. Son lo que los diplomáticos llaman negociaciones de proximidad. Ello significa que los representantes del gobierno sirio están en una sala y las facciones opositoras en otra. Entre ellas circulan diplomáticos que llevan y traen las ponencias de unos y otros. La oposición postula como requisito, para pasar a otros temas, el cese de los bombardeos aéreos.
El Estado Islámico (EI) está ausente de los incipientes contactos. Para marcar este hecho, el domingo 31 de enero, el EI lanzó un ataque suicida contra una mezquita chiíta en Damasco que causó más de 70 muertes. La política del EI, de inspiración sunita salafista, apunta a acentuar la animosidad entre chiítas y sunitas. En realidad el EI actuó como catalizador para las negociaciones. Uno de los pocos puntos en común que tienen todos los actores sirios y las potencias regionales así como las extra regionales, Rusia, Estados Unidos y Francia, es el antagonismo contra la organización yihadista a la que se le imputa haber ejecutado a unos cuatro mil sirios.
En la agenda de las conversaciones figura, si logran sortear numerosos obstáculos y establecer un cese al fuego nacional, un calendario para una transición política de 18 meses que permitirá la redacción de una nueva constitución. Al cabo de este período serán convocadas elecciones. Es una meta que hoy aparece difícil de alcanzar pero es un primer paso esperanzador.
Muchas incógnitas.
Tras las atrocidades vividas a lo largo de un quinquenio cuesta visualizar como los alauitas (chiítas), sunitas, kurdos, cristianos y otras minorías podrán compartir en paz un mismo territorio. Es una interrogante que surgió en la ex Yugoslavia que terminó reforzando el concepto de balcanización, como sinónimo de división y fraccionamiento. Algo similar podría ocurrir en Siria donde las distintas facciones podrían reclamar sus respectivos territorios y pasar a la fundación de un estado federal o mini repúblicas.
Auge del sectarismo religioso en el Medio Oriente
El gobierno saudita lo sabía: la ejecución del clérigo chiíta Nimr al Nimr tendría el efecto de una descarga eléctrica en Irán y en el conjunto de la comunidad chiíta, que representa 15 por ciento del mundo musulmán. Tan previsible era que los sauditas, que habían recibido peticiones de Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas y de altos diplomáticos estadounidenses de no degollar al popular clérigo, procedieron a un acuartelamiento en anticipo a posibles desórdenes. La respuesta a la ejecución de 47 individuos, entre los que destacaba Nimr, fueron manifestaciones en Teherán que culminaron con la quema de la embajada saudita en Teherán. Ante ello Riad procedió a cortar las relaciones diplomáticas con Irán. Bahréin, cuya monarquía fue rescata por tropas sauditas en 2011, siguió el ejemplo junto a Sudán. Otros países como Kuwait han rebajado el nivel de sus representantes diplomáticos ante Irán.
La escalada del choque entre sunitas y chiítas extiende una sombra amenazante sobre los conflictos del Medio Oriente. En los hechos la lucha de las facciones religiosas se funde con la disputa por la supremacía regional entre Irán y Arabia Saudita. En la actualidad hay tres focos bélicos activos en la región. El mayor es el de Siria donde desde hace cinco años se libra una guerra civil entre fuerzas rebeldes, en su mayoría islamistas, y el gobierno del Presidente Bashar al Assad. El grueso de los que luchan contra el régimen son sunitas que buscan deponer a los alauitas, una facción del chiísmo a la que pertenence Assad. Los militantes del Estado Islámico (EI), sunitas muy próximos al wahabismo imperante en Arabia Saudita, están a la vanguardia de la lucha contra los chiítas tanto en Siria como en Irak que es el segundo foco. En este último país los chiítas son la mayoría y han maltratado a la minoría sunita desde la caída de Saddam Hussein en 2003, que era uno de ellos. La fortaleza del EI descansa en buena medida en ser percibido como el protector de los suníes.
El tercer punto de choque entre Arabia Saudita e Irán es en Yemen. En marzo del año pasado Arabia Saudita inició una campaña de bombardeos aéreos en Yemen. Los saudíes, con diez países aliados en su mayoría emiratos pero que incluyen a Egipto y Marruecos además de Estados Unidos que brinda inteligencia y apoyo logístico, desencadenaron el conflicto a escala internacional. Los sauditas pretenden frenar el avance de las fuerzas huthis que son habitantes del norte del país que practican una variante del islamismo chií. Riad se considera el líder del islamismo sunita y, por lo mismo, como el enemigo de la expansión de la influencia chií propugnada por Irán.
Es improbable que Irán y Arabia Saudita se enfrenten militarmente en forma directa. Pero pueden incrementar su apoyo a las distintas facciones que combaten en cada uno de los conflictos. Las lucha sectarias, avalada por Riad y Teherán, ya ha dejado cientos de miles de muertes y millones de personas desplazadas.
Batalla decisiva en Irak
La narrativa de Washington y Bagdad apuntaba en una dirección: la contraofensiva contra el Estado Islámico (IS) avanzaba a paso firme. Pero los yihadistas, que han ganado una triste reputación por degüellos y ejecuciones masivas, dieron la gran sorpresa. Aprovecharon una tormenta de arena para capturar Ramadi una de las mayores ciudades iraquíes. La polvareda les dio cobertura de los permanentes bombardeos estadounidenses. Así el IS se acercó a meros 115 kilómetros de la capital.
Tan importante como la captura de la ciudad es la potente señal de incapacidad tanto de Estados Unidos como del gobierno iraquí. Los fabricantes de aviones de última generación subrayan que sus máquinas operan en toda condición climática. No fue el caso pues la tormenta de arena ocultó a los atacantes. El ejército iraquí una vez más experimentó un colapso logístico. Las tropas que defendían Ramadi, entre las que destacaba su División Dorada considerada la mejor, agotaron sus municiones y los que pudieron huyeron de desbanda. La batalla dejó 500 muertos entre uniformados y civiles. La inevitable interrogante es cómo es posible que los insurgentes fundamentalistas estén bien aperados. En cambio las tropas oficialistas, que cuentan con enormes recursos terrestres y aéreos facilitados por el Pentágono, carecen de los medios para luchar. La explicación está en un modelo errado de gestión militar en el cual la logística queda en manos de contratistas. A lo anterior se suma una corrupción de dimensiones faraónicas.
Los voceros militares norteamericanos buscan bajar el perfil del desastre. Su magnitud puede aquilatarse por la reunión de urgencia del Presidente Barack Obama sus asesores de seguridad para analizar el revés. La estrategia de reconstruir al ejército iraquí y respaldarlo con apoyo aéreo no dio los frutos esperados. Algunos analistas consideran que la caída de Ramadi es la peor derrota sufrida en lo que va de la guerra contra el EI. En este caso, a diferencia de lo ocurrido en Mosul, la ofensiva yihadista era esperada y no fue repelida.
El impacto de la derrota ante el EI en una de las batallas decisivas reverberará en todo el Medio Oriente. Tanto Arabia Saudita como Jordania temen que efectivos del EI lleguen a sus fronteras. El reforzado prestigio de los yihadistas incrementará su reclutamiento a nivel internacional Se estima que unos 20 mil islamistas han viajado a Siria para incorporarse a sus filas. Ello augura nuevos derramamientos de sangre.
Sunitas versus chiítas .
Haider al Abadi, el Primer Ministro iraquí, ha movilizado a las milicias chies para enfrentar al EI. Con ello arriesga profundizar las grietas que dividen a sunitas y chiítas iraquíes. Ambas denominaciones libraron una guerra civil en 2006-2007 que dejó medio millón de muertos. Se calcula además que por tres muertes violentas hay que sumar otras dos a causa de desplazamientos forzados, colapso del sistema hospitalario, falta de agua, nutrición y deterioro de las condiciones de vida. Los chiítas aprovecharon su ejercicio del gobierno para operar escuadrones de la muerte desde el ministerio del Interior. Los sunís se aglutinaron tras Al Qaeda. Que más tarde dio origen al así llamado Estado Islámico. En la reciente batalla en Tikrit las milicias chies derrotaron al EI y luego saquearon la ciudad habitada por sunís. En Irak es cada vez más frecuente el clamor por una partición del país.
La guerra de Yemen.
El miércoles 25 de marzo Arabia Saudita inició una serie de bombardeos aéreos en Yemen. Es una norma periodística no iniciar los artículos o columnas con fechas. Pero en este caso hay una razón de peso: se sabe cuando comienzan las guerras pero no se sabe cuándo terminarán. Los saudíes, con diez países aliados en su mayoría emiratos pero que incluyen a Egipto y Marruecos además de Estados Unidos que brinda inteligencia y apoyo logístico, han desencadenado un nuevo conflicto internacional. Los saudíes pretenden frenar el avance de las fuerzas huthis que ya ocupan la capital Saná y van en camino a controlar el resto del país.
Los huthis, así llamados por el apellido de su líder original (ya muerto), son habitantes del norte del país que practican una variante del islamismo chií. La monarquía saudí ve a los chiítas como la mayor amenaza para su trono. En 2011intervino en Bahrein para sofocar una alzamiento de la mayoría chií. Ryad se considera el líder del islamismo sunita y, por lo mismo, como el enemigo de la expansión de la influencia chií propugnada por Irán.
Los bombardeos saudíes serán insuficientes para contener a los huthis que cuentan con el respaldo iraní. Tarde o temprano, si no se logra un acuerdo político, tendrán que despachar tropas a Yemen. Los huthis son guerreros avezados con décadas de experiencia en las tácticas de guerrilleras. No en vano en la prensa iraní ya se habla del “Afganistán saudí”, con lo cual aluden a una guerra en la cual se empantanarán al igual que le ocurrió a Estados Unidos, que ha pasado 12 años en el país asiático sin lograr la victoria.
El día que comenzaron los bombardeos saudíes el barril de petróleo subió cuatro dólares. Yemen no es un gran productor petrolero aunque tiene algunos yacimientos gasíferos. El temor es que el conflicto pase a la propia Arabia Saudita y que por la vía de la infiltración o agentes comience una campaña de sabotaje de las instalaciones petroleras del reino.
En la actualidad Yemen sirve de base de operaciones para Al Qaeda en la Península Arábiga. Fue esta organización la que se atribuyó el atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo en París. Recientemente el Estado Islámico, que combate en Siria e Irak, se responsabilizó por atentados que dejaron más de un centenar de muertos en mezquitas huthis en Saná. La campaña saudí ha sido denunciada por organizaciones humanitarias por ataques a civiles. Hospitales, barrios residenciales, colegios y centrales termoeléctricas han sido bombardeados. Unicef, el fondo para la infancia de Naciones Unidas, denuncia que en la última semana 62 niños han muerto producto de los combates. La ampliación del conflicto amenaza con transformar a Yemen en la meca del extremismo.
Yemen un estado fallido.
El país ocupa una posición estratégica clave a la entrada del Mar Rojo en el Golfo de Adén. Pero eso más que ayudarle le ha perjudicado dando lugar a numerosas invasiones destinadas a controlarlo. Es el más pobre de los 22 países árabes. 16 millones de sus 25 millones habitantes viven en la pobreza. Buena parte de su historia reciente ha transcurrido en guerras entre tribus, facciones religiosas o disputas regionales. Hay una relación estrecha entre las guerras y la pobreza. La miseria genera conflictos y las disputas empobrecen a las naciones.
La retrograda utopía del califato
La creación de un califato fue proclamado por los fundamentalistas sunitas agrupados en el ISIS (en castellano Estado Islámico de Irak y el Levante). Las declaraciones de intención estatales en el Medio Oriente son frecuentes. Pero en este caso los combatientes yihadistas sunitas lo hacen en el curso de una exitosa campaña militar en partes de Siria y el norte de Irak. El propósito del ISIS es crear una entidad teocrática trazando nuevas fronteras dentro de las cuales la población será regida por la sharia, o la ley religiosa islámica. El califato es un viejo sueño de retrógrados e intolerantes sectores clericales.
Sorpresa mundial ha causado la velocidad con que el ISIS logró desbandar al numeroso y bien armado ejército iraquí. En pocos días las tropas yihadistas lograron que más 50 mil soldados oficialistas abandonaran sus armas y posiciones. Ello se debió, entre otros factores, a que los insurgentes fundamentalistas cuentan con el apoyo de fuerzas seculares. Muchos sunitas que fueron fieles al Baas, el partido del ejecutado Saddam Hussein, se sumaron a la lucha contra las tropas del Presidente Nuri al Maliki que pertenece a la mayoría chiíta que es fuerte en el sur del país. Maliki es acusado de gobernar con un criterio sectario que ha ahondado las pugnas religiosas, tribales y económicas.
El éxito de los fundamentalistas en el plano militar debe mucho a los errores sucesivos cometidos por la ocupación estadounidense. Luego de la conquista del país, en la guerra del 2003, Washington desbandó las fuerzas armadas iraquíes. Estas en su mayoría eran comandadas por sunitas que fueron dejados cesantes y resentidos. El nuevo ejército fue construido de acuerdo al modelo económico norteamericano. Los militares deben concentrarse en sus tareas específicas relacionadas al campo de batalla. El abastecimiento, la llamada logística, recae en servicios externalizados. La comida, el combustible, la reparación de vehículos y otras prestaciones corren por cuenta de contratistas. Es un esquema que es provechoso para el sector privado, que el modelo busca estimular, y que puede funcionar en tiempo de paz. Pero en medio de una lucha sin cuartel resultó un desastre. Brigadas, apostadas en zonas desérticas de la frontera con Siria, quedaron sin alimentos y otros insumos pues los contratistas no las abastecieron ante el evidente riesgo. Ello precipitó la retirada y las deserciones. Así el paso entre ambos países quedó abierto a los efectivos del ISIS. El liderazgo, una de las condiciones claves en toda fuerza combatiente, estuvo ausente. Muchos de los generales fueron nombrados por el gobierno de Bagdad en función de su lealtad política antes que por su don de mando. En la hora de las definiciones no supieron conducir a sus tropas.
Pese a lo anterior es improbable que el ISIS pueda consolidar sus avances territoriales. Menos aún podrá imponer su fundamentalismo a la población sunita iraquí que tiene una larga tradición secular. Con todo la existencia de Irak está en duda. En el norte del país la población kurda pugna por la creación del Kurdistán. En el centro norte los sunitas se rebelan contra la autoridad de Bagdad. En el sur los chiítas mantienen vasos comunicantes con el vecino Irán. Tras la Primera Guerra mundial cuando fue creado el estado iraquí, por los ingleses, el profesor M.E. Yapp de la Universidad de Londres escribió: “El estado de Irak fue un accidente de guerra. Fue creado uniendo tres provincias el Imperio Otomano. Muchos iraquíes no lo deseaban y muchos británicos tenían dudas”. No mucho ha cambiado desde entonces.
Siria ante el abismo de una guerra civil.
El creciente número de sirios que busca refugio en países vecinos apunta a la gravedad de la situación en el país árabe. Los refugiados dan cuenta de enfrentamientos entre las fuerzas oficialistas y opositoras. El régimen del Presidente Bachar el Asad denunció que 120 de sus efectivos militares habían muerto en Jisr al-Shughr, en el curso del fin de semana. La caída de semejante cantidad de tropas regulares, bien armadas, solo podría ser abatida por concentraciones muy superiores. Damasco no entregó una cifra de heridos en ambos bandos. En situaciones normales los heridos suelen triplicar o cuadruplicar las bajas fatales. Una de las versiones sobre lo ocurrido es que se trató de un enfrentamiento entre tropas que se alzaron contra Asad y sus leales.
La cadena de televisión Catarí Al Jazeera mostró a un joven teniente sirio, identificado como Abdul-Razak que declaró que había ingresado al ejército “para luchar contra Israel” pero que “luego de lo que hemos visto de los crímenes en Deraa y en toda Siria yo no puedo continuar en el ejército”. Luego instó a la desobediencia: “Yo llamo a los oficiales con honor a mostrar a los soldados la realidad, usen sus conciencias…si ustedes carecen de honor sigan con Asad”.
Luego de meses de manifestaciones contra Asad las muertes han pasado del millar. El régimen fue instaurado por el padre de Bachar, Hafez el Asad, que llegó al poder por la vía de un golpe de estado, en 1970, y rigió el país con mano de hierro hasta su muerte en 2000. Además de los abusos, corrupción y la permanente represión los Asad pertenecen a un grupo minoritario, los alauíes que representan cerca de diez por ciento de la población Los alauíes son una rama del Islam más próxima a los chiítas que a los sunitas que es la filiación de 75 por ciento de los sirios. El secreto del poder de un grupo tan reducido reside en su control del poder de fuego: alrededor de 80% de los oficiales de las fuerzas armadas son alauíes.
Hasta ahora Siria ha escapado a toda condena internacional. Se especula que existe un acuerdo secreto entre Estados Unidos y Rusia. Moscú dio luz verde para los bombardeos a Libia a cambio que Washington se abstuviese de interferir en Siria, que es un aliado histórico de Rusia. Ahora Londres y París buscan aprobar una condena contra Damasco en las Naciones Unidas (ONU). Rusia ha advertido que la vetará puesto que, a su juicio, lo que ocurre en el país árabe no constituye una amenaza a la seguridad internacional. Además Moscú estima que la OTAN ha abusado con sus bombardeos masivos a Libia basándose en el mandato conseguido en la ONU. En todo caso el régimen de los Asad nunca ha estado más cerca del colapso. Todavía conserva el poder de las armas pero su legitimidad parece evaporarse con cada nueva embestida represiva.