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Una guerra que cambia el mundo.

March 28, 2022 Comments off

Raúl Sohr, Abril, 2022

La invasión rusa a Ucrania dejará huellas profundas. No solo sus principales protagonistas sufrirán las consecuencias del conflicto.  Para algunos ya se perfila una nueva Guerra Fría, con lo cual aluden a una división del mundo en la que cada país deberá alinearse con algún campo. Ya sea con el mundo occidental o con la esfera ruso-china. Es una línea divisoria que se proyecta desde las alianzas militares, con sus respectivas ventas de armamentos, a los bloques diplomáticos, a la adopción de nuevas tecnologías, como por ejemplo la G5 en el ámbito de las comunicaciones, hasta las relaciones comerciales. Esta disyuntiva estaba presente antes de la guerra entre Moscú y Kiev. Ahora, sin embargo, será más explícita y profunda. Una de las señales más drásticas del quiebre es la decisión de la Unión Europea y Estados Unidos de prescindir, de manera permanente, del petróleo y el gas ruso.

Estados Unidos adoptó tempranamente la decisión de no intervenir con tropas en caso que Rusia atacase Ucrania. A fin de cuentas, aún no cicatrizan las heridas de la caótica retirada de las tropas norteamericanas desde Afganistán.  Las encuestas, al inicio de la “operación militar especial” rusa, señalaban que más del 60 por ciento de los estadounidenses consultados eran contrarios al envío de efectivos a Ucrania.  El presidente Joe Biden advirtió, con razón, sobre el riesgo de iniciar una conflagración mundial. Una postura adoptada por el conjunto de los países miembros de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En cambio, Occidente amenazó con imponer “la madre de todas las sanciones”. Una política aplicada en forma incremental hasta convertir a Rusia en el país afectado por las más severas restricciones económicas a causa de su incursión militar.

Karl von Clausewitz, el decimonónico estratega militar alemán, legó la reflexión que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Hoy cabría parafrasear que “las sanciones son la continuación de la guerra por otros medios”. Ello porque la aversión pública a las guerras obliga a muchos gobiernos a buscar vías alternativas para disuadir a sus adversarios o enemigos.  El boicot económico y las sanciones se han convertido en un arma predilecta en el arsenal estadounidense. Desde el comienzo de este siglo Washington ha decuplicado la aplicación de restricciones económicas punitivas. En apenas dos décadas los países, instituciones, empresas e individuos sometidos a sanciones superan los diez mil. Claro que como en toda forma de conflicto las partes desarrollan nuevas medidas y contramedidas. Rusia, que ya estaba sujeta a restricciones, ha buscado burlarlas delegando operaciones financieras e industriales a través de los llamados oligarcas que, en muchos casos, no son que más que palos blancos del Kremlin. En el conflicto actual tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos los oligarcas han visto embargados numerosos yates, mansiones y otros bienes.

El blanco principal del bloqueo económico occidental, en todo caso, es la industria de los hidrocarburos que, en 2019, antes de la pandemia del Covid 19, aportó 188 mil millones de dólares a la economía rusa, monto que representó 56 por ciento del valor de las exportaciones del país. El impacto de esta política de largo plazo es un golpe al plexo para la economía rusa. No en vano el presidente Vladimir Putin la calificó como una “guerra económica” Para calibrar la gravitación del boicot propuesto baste con señalar que ha representado 39 por ciento de los ingresos estatales.  44 por ciento del total proveniente de las ventas de crudo y el 12 por ciento restante del gas.

Tras la denominada “Revolución Naranja” en Ucrania, en 2004, que depuso al régimen filo ruso, los estrategas del Kremlin buscaron eludir el territorio ucraniano para sus exportaciones oleo-gasíferas. Por ello se inició la construcción del gasoducto Nord Stream 2 que cruza el Mar Báltico desde Rusia hasta Alemania, que fue terminado a fines del año pasado, pero aún no ha recibido la aprobación operativa de las autoridades en Berlín. Algo que ahora parece muy distante si se atiende las declaraciones de  Olaf Scholtz, el canciller alemán. La preocupación germana es mayúscula ya que un tercio del consumo energético alemán deriva del petróleo y la tercera parte proviene de Rusia. En su afán por encontrar un abastecedor de reemplazo Alemania viene de firmar un importante contrato con Catar para la compra de gas.  

En lo que toca a Ucrania perderá, cualquiera sea el desenlace de la guerra, alrededor de dos mil millones de dólares anuales devengados del cobro por el tránsito del gas que era despachado a través de su territorio desde Rusia.

La huella de los hidrocarburos.

La preocupación por el futuro energético europeo es aguda. Rusia es un país altamente autárquico en muchos campos y en las circunstancias actuales tiene el beneficio de una industria bélica autónoma.  Pero Moscú enfrenta una probabilidad muy real de perder su gallina de los huevos de oro.  Sin los ingresos de los hidrocarburos el Kremlin tendrá severas dificultades para financiar su onerosa maquinaria bélica. En el mediano plazo se verá confrontado a la clásica disyuntiva entre cañones o mantequilla. O si se prefiere entre el bienestar de su pueblo, que suele estar acompañado por su respaldo, o la fortaleza militar de cara a sus enemigos. En Moscú debe estar fresca la memoria del desastroso impacto que tuvo la carrera armamentista con Estados Unidos, que en definitiva desangró la economía soviética.

Con la yugular energética rusa en la mira el gobierno de Biden multiplica sus esfuerzos por diversificar las fuentes de hidrocarburos. Ello para sus aliados y países que se verán perjudicados por la salida Rusia del mercado abastecedor. El primer país presionado para que aumente sus ventas es Arabia Saudita que ya accedió a incrementar su producción. Incluso Venezuela mereció la visita de una delegación de alto nivel a Caracas para indagar su disponibilidad al igual que el sancionado Irán. Entretanto, Washington ha puesto en el mercado parte de sus considerables reservas de crudo

Algunos expertos en el campo energético especulan con la posibilidad de un viraje ruso hacia China ante el cierre de los mercados occidentales. Pero en terreno existen restricciones técnicas. Construir una nueva infraestructura de oleo y gasoductos orientada al Este tomará al menos una década. En la actualidad está en operaciones un oleoducto para las exportaciones a China, pero es pequeño y está distante de los yacimientos que abastecían a Europa.  En Moscú, pese al acercamiento entre ambos gigantes asiáticos, existe una reticencia a entrar en una relación de dependencia ante un Beijing que no cesa de acrecentar su poderío. En lo que toca al Partido Comunista chino tiene un derrotero central:  asegurar el desarrollo económico y la estabilidad del país, esa es su meta inamovible. Ninguna alianza o afinidad política internacional llevará a Beijing a desviarse de ese objetivo.

Materia de otro artículo es el efecto que tendrá la guerra sobre las políticas ambientales. La Unión Europea busca reducir sus emisiones de CO2 en al menos 55 por ciento para el 2030 y ser carbono neutral para el 2050. Está por verse como quedará la matriz energética mundial una vez que concluya la guerra.

Los submarinos que torpedearon Francia

September 28, 2021 Comments off

Raúl Sohr, octubre 2021

La fallida compra de una docena de submarinos por parte de Australia a Francia ha precipitado una crisis de proporciones mayores. Canberra había resuelto adquirir doce submarinos convencionales por un valor superior a los 30 mil millones de dólares, la mayor orden de compra de armas lograda por Francia en el rubro. Dicho sea de pasada, los sumergibles se suelen comprar por unidades y no por docenas. La adquisición de un amplio paquete fue calificada como la compra del siglo. En rigor, en cada siglo hay varias compras que compiten por el epíteto. Lo que no es tan común es que un contrato de semejante magnitud sea anulado tras años de minuciosas negociaciones, cuando ya se ultiman detalles menores.

Se ignora durante cuánto tiempo Australia (A), el Reino Unido (UK) y Estados Unidos (US) negociaron la creación de una nueva alianza militar, ahora conocida como Aukus. El objetivo declarado de Aukus es limitar el espacio de maniobra militar de China en el sudeste asiático. En el contexto del debate sobre los submarinos, en el parlamento británico, Theresa May le preguntó a su sucesor Boris Johnson si, dados los compromisos adquiridos con la firma de Aukus, el Reino Unido podría verse arrastrado en un futuro conflicto en el caso de “que China intentase invadir Taiwán”. En una respuesta característica, Johnson fue ambiguo y no excluyó nada.

 Uno de los primeros pasos operativos de la cooperación entre las tres naciones anglosajonas es dotar a Australia con una docena de submarinos a propulsión nuclear. Estos, en reemplazo de los desechados modelos convencionales Barracuda franceses. Los sumergibles, hasta donde se sabe, no contarán con armas nucleares. Solo se ha hecho mención de que Estados Unidos vendería misiles de largo alcance, pero que no portarían cargas atómicas para ser disparadas desde los sumergibles.

Las grandes compras de armamento no solo involucran abultados montos de dinero. También suelen ser una clave para el desarrollo de industrias como la aeronáutica y la naval. Pero, por encima de todo, son la expresión tangible de alianzas político-estratégicas. Es por ello que el reemplazo de los sumergibles, más allá de los factores financieros, es un golpe que sacude a Francia, al punto de que su ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, se refirió al hecho como una “puñalada por la espalda”. Además, acusó a los tres países de Aukus de “duplicidad, incumplimiento y desacato”. Apuntó en especial a los australianos por mentir. Ello, porque pocos días antes de la anulación París fue informado por Canberra de su satisfacción con el avance de las negociaciones. Le Drian dijo que Francia supo de la anulación del contrato apenas una hora antes de una conferencia de prensa de Scott Morrison, el Primer Ministro australiano. Los servicios de inteligencia franceses tampoco captaron señal alguna de lo que se avecinaba.

 Ya es duro perder un contrato arduamente negociado en la competitiva industria de submarinos. Pero ser desplazados por aliados estrechos por la vía de negociaciones ultrasecretas para sufrir una derrota que no es solo comercial, sino que también representa un revés estratégico, marca un punto de inflexión. París descubrió de golpe cuán disminuida era su gravitación internacional. La compra de todo gran sistema de armamentos implica una suerte de alianza entre las partes. Canberra, que experimenta una serie de fricciones comerciales y diplomáticas con China, no solo opta por submarinos más poderosos. Para confrontar las presiones crecientes de Beijing, el gobierno australiano ha preferido estrechar lazos y buscar la protección de Washington y Londres. 

Para Francia, la pérdida de la venta de los submarinos es mucho más que un revés económico. Representa el fracaso de una estrategia política. Pese a los persistentes esfuerzos del presidente galo Emmanuel Macron por aproximarse a Estados Unidos, incluso con la ambición de competir con Gran Bretaña como socio europeo favorito, a la hora de la verdad los lazos anglosajones prevalecieron. La realidad es que Francia es una potencia mediana que mal puede alterar el balance de fuerzas en la pugna entre China y Estados Unidos, que define los tiempos actuales. Para muestra un botón: cada cuatro años, China construye tantos buques como todos los que cuenta el conjunto de la flota francesa. Una lectura al oficioso periódico chino Global Times da cuenta de la velocidad y amplitud del avance del arsenal de la nación asiática. Miradas las cosas desde esta perspectiva, Canberra no quiso tomar riesgos. Como lo aconseja el estratega prusiano Karl von Klausewitz: “En asuntos tan peligrosos como la guerra, las ideas falsas inspiradas en el sentimentalismo son precisamente las peores”. Las simpatías y afinidades no tienen cabida en el frío cálculo de las correlaciones de fuerzas. A la hora de tomar decisiones críticas sobre su seguridad, las naciones suelen optar por no tomar riesgos.

Francia, al igual que Gran Bretaña, no está en condiciones de dictar su voluntad al resto del mundo. Otro gallo cantaría si la Unión Europea se hubiese dotado de una fuerza militar articulada con una capacidad efectiva de despliegue. En definitiva, en el viejo continente han primado los intereses nacionales antes que los comunes.

La OTAN en la UTI

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) nació en 1949 para confrontar a su opositor Pacto de Varsovia, liderado por la Unión Soviética. La alianza occidental siempre dependió de los aportes irregulares en personal y recursos de cada uno de sus países miembros (hoy, treinta). Pero ella no habría sobrevivido sin la permanente inyección de recursos por parte de Estados Unidos, algo que el presidente Donald Trump se encargó de denunciar con frecuencia. Incluso el propio Macron hace un par de años proclamó que la OTAN padecía de “muerte cerebral”, aludiendo a la incoherencia de ciertas decisiones y falta de claridad en cuanto a sus objetivos. Los europeos no disponen, por ejemplo, de la capacidad logística para librar una guerra regular de mediana intensidad fuera de su continente. Gran Bretaña operó al límite de sus posibilidades en la guerra de las Malvinas en 1982, que, si bien fue distante, fue regular, breve y acotada.

Washington ha anunciado desde hace más de una década un cambio de pivote, la palabra utilizada para señalar su viraje de interés estratégico desde Europa y Rusia hacia el oriente. Específicamente hacia China, que es percibida como la mayor amenaza a su hegemonía. En ese contexto de proyección global, la OTAN es un instrumento de poca utilidad, decreciente, además de poco confiable. Alemania, y varios otros países europeos, dependen en alto grado del comercio con China y serían refractarios a tomar medidas que afecten sus relaciones económicas con Beijing. Esta percepción y el reforzamiento del cerco a China gravitaron en la decisión estadounidense de conformar Aukus en detrimento de Francia, uno de los miembros claves de la OTAN.

París queda confrontado ahora con el dilema de reorientar su política de alianzas. Una ruta posible sería abandonar la OTAN e invertir sus esfuerzos en ganar el liderazgo de una defensa europea autónoma, capaz de velar por los intereses del viejo continente. A fin de cuentas, el general Charles de Gaulle retiró a Francia de esta en 1966 y el país no se reincorporó en plenitud hasta el 2009.

Desde la desaparición de URSS y el Pacto de Varsovia, la OTAN perdió su razón original de ser. En sus últimas intervenciones bélicas “fuera de área”, que en la jerga de esa organización es una manera de decir “lejos del Atlántico Norte”, los países miembros de la OTAN respaldaron a Estados Unidos en Afganistán e Irak. Fue, hasta cierto punto, un acto de solidaridad política con Washington, siendo fieles al principio de la alianza que proclama que el ataque contra uno de sus países es un ataque contra todos ellos. Esto, pese a que para Francia era claro que Bagdad no tenía responsabilidad alguna en los ataques contra las Torres Gemelas. En estos últimos conflictos ya no estaba presente la sensación de una amenaza colectiva, como era el caso durante la Guerra Fría. De hecho, existían fuertes debates sobre las causas y legitimidad de ambas guerras iniciadas por Estados Unidos invocando los atentados del 11 de septiembre del 2001. El alto costo de ambas larguísimas y onerosas aventuras bélicas ha enfriado el entusiasmo europeo por acompañar a Washington en futuras operaciones. Además, por lo visto, tampoco les ganó mayor gratitud por parte de la Casa Blanca.

La proliferación nuclear

Las potencias que disponen de armas nucleares señalan que los submarinos nucleares no deben ser considerados como armas, pues solo son plataformas. Es un argumento de conveniencia que no resiste el menor análisis. Es como decir que una pistola no es un arma, pues lo que mata es la bala. Lo mismo es divorciar los aviones, inocentes plataformas, de las bombas que sí son mortíferas. La incongruencia de Washington y Londres, arduos abogados de la no proliferación de armas atómicas por parte de otros países, es mayúscula.

América Latina ha sido inconsecuente en esta materia. La región cuenta con el Tratado de Tlatelolco, que prohíbe la tenencia y tránsito de armas nucleares. Pese a ello, es frecuente la visita de submarinos a propulsión nuclear. Sus operadores han logrado imponer la tesis de que las plataformas portadoras no son armas. Es más que seguro que muchas de estas naves además llevan armas atómicas consigo. Pero nadie puede subir a bordo para verificar si es así.

En ese sentido, es ejemplar la posición adoptada por Nueva Zelanda que, desde 1980, tiene una política de mantener sus mares y cielos como zonas libres de armas nucleares. Esto significa que los submarinos nucleares australianos no podrán ingresar a las aguas territoriales neozelandesas. La Primera Ministra, Jacinda Ardern, declaró, no bien se supo de la decisión australiana: “Nuestra posición en relación a la prohibición de navíos a propulsión nuclear en nuestras aguas permanece inalterable”. Un mensaje inequívoco: los nuevos submarinos no podrán ingresar al mar que rodea al más estrecho aliado de Canberra. Latinoamérica debiera seguir el ejemplo de la integridad neozelandesa. Por su parte, Nanaia Mahuta, la ministra de Relaciones Exteriores, enfatizó que su país mantendrá una política independiente en la región. Nadie menciona a China, pero ese es el destinatario de las declaraciones que buscan desmarcarse de Aukus que, por lo que se sabe, no le extendió una invitación a Nueva Zelanda a participar.

 En lo que toca a China, existe nerviosismo en Occidente. Beijing ha denunciado Aukus como una maniobra en su contra. Pero nadie supone que todo quedará en meras declaraciones y que China no buscará contrarrestar la medida. El país más expuesto en este campo es Australia, pues China es el principal receptor de muchas de sus exportaciones. Como en el ajedrez, ciertas movidas alteran el conjunto del tablero. El nuevo eje Washington, Londres, Canberra es una de esas alteraciones que repercuten en buena parte del mundo.

El fin del siglo de Estados Unidos.

August 31, 2021 Comments off

Septiembre

Al anunciar el retiro total de Afganistán el presidente Joe Biden proclamó que Estados Unidos había cumplido con sus objetivos. El mandatario aclaró que la meta nunca fue el “nation building”, o sea hacer del país asiático un estado moderno, integrado y próspero. La misión, en respuesta a los atentados del 11 de septiembre del 2001, fue eliminar la amenaza terrorista desde aquella nación. Algo que se habría logrado con la degradación y neutralización de Al Qaeda y otras organizaciones que empleaban métodos terroristas en su lucha contra Washington.

La evaluación de Biden hoy aparece cuestionable a la luz del último y contundente ataque contra sus tropas y afganos que aspiraban a dejar el país.  La pesadilla de la Casa Blanca de una agresión, de última hora, contra la operación de evacuación tomó cuerpo con un atentado suicida. Lo que ya era un espectáculo trágico, de millares de familias agolpadas en el perímetro del aeropuerto de Kabul, se tornó en un nuevo sitio de matanza el 26 de agosto.  182 personas, en su gran mayoría afganos, perdieron sus vidas junto a 13 infantes de marina estadounidenses a quienes les corresponde proteger  las instalaciones diplomáticas de su país. Los servicios de inteligencia de Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia advirtieron que se fraguaba un atentado. La amenaza de un ataque fue la razón señalada por Biden para terminar cuanto antes con la evacuación.  Pero, en el tráfago de informaciones y la desesperación por salir del país la alerta no recibió la atención debida.

El ataque fue reivindicado por el  Islamic State in Irak and Syria (ISIS-K)  Esta organización es un derivado afgano del Estado Islámico, como se lo denomina en castellano, que barrió y conquistó  grandes porciones de Siria (un tercio) e Irak ( 40 por ciento) entre los años 2014 y 2017 cuando cesó de ser una fuerza combativa, aunque sobreviven algunos remanentes. La rama afgana agregó a su distintivo la  letra  K en alusión a Korazán, región que incluye parte de Irán y Afganistán Un himno del Estado Islámico canta:  

Madres lloran, niños gritan, no hay que temer al kafir (el impío) / Emigren, emigren / Uzbekistán, Afganistán, luchamos en el Korasán / Luchamos, caemos, shuhada (mártires)

El Estado Islámico-K (EI-K) destaca entre los grupos yihadistas por la prescindencia de toda ética militar. Una de sus armas favoritas son los chalecos con explosivos detonados por suicidas contra “blancos blandos”, un eufemismo para designar a sitios de fácil acceso y a menudo frecuentados por civiles indefensos.   El EI-K mantiene una vieja pugna con Al Qaeda a la que considera apostata por su interpretación del Corán. En este caso se aplica el decir que no hay peor astilla que la del propio palo.  El EI nació del seno de Al Qaeda en Irak y se diferencia de su matriz pues busca el control de territorios más que la mera influencia político religiosa. El EI tuvo su gran bautizo de fuego en la guerra civil siria. Allí adoptó su nombre: Estado Islámico de Siria e Irak. La nueva denominación y la estrategia de control territorial abrió una grieta con Al Qaeda, cuyo  líder Ayman al-Zawahiri, el heredero de Osama bin Laden, creó su propia organización: el Frente al-Nusra para bloquear el ingreso del EI liderado Abu Bakral-Baghdadi. La pugna entre ambas organizaciones fue inclemente y dejó cientos de muertes. La animosidad pervive y está presente en Afganistán donde los talibanes cooperan con Al Qaeda contra el EI.   

 Un fin de era.

La derrota de Estados Unidos en Afganistán marca un punto inflexión. El siglo XX tuvo entre sus rasgos centrales la hegemonía política de Washington y el rol determinante del petróleo en la esfera económica y militar. El control de la producción petrolera mundial fue clave para la superioridad bélica y financiera estadounidense. De allí que el siglo pasado es señalado tanto como el siglo de Estados Unidos como el siglo del petróleo. Ambas características definitorias están en clara declinación. Las dos décadas de guerra librada en Afganistán han dejado al descubierto los límites del poderío del arsenal estadounidense. Los combustibles fósiles, la causa de tantas guerras y conflictos, pierden en forma creciente su relevancia estratégica. La amenaza urgente del calentamiento global obliga a disminuir su empleo para lograr reducir las emisiones de dióxido de carbono, causantes principales del efecto invernadero.

En las cronologías están los siglos calendarios de cien años y están los siglos históricos que pueden ser de, por ejemplo, 78 años como el historiador  Eric Hobsbawm definió al siglo  XX pues comenzó, en su análisis, en 1914 y concluyó en 1991 Es decir con el comienzo de la Primera Guerra Mundial y terminó con la caída de la Unión Soviética y su glacis de países socialistas europeos.  Ambos acontecimientos marcan el fin de imperios. Y así redefinen una era. Hoy surge la interrogante si la dramática retirada de las tropas estadounidenses, y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de Kabul marca el fin de lo que se ha llamado el siglo americano. Este alude al período en que Estados Unidos tuvo una hegemonía indisputada en los asuntos internacionales.

La derrota de Washington recuerda un caustico chiste apócrifo realizado durante la guerra de Vietnam. Cuando Richard Nixon llegó a la Casa Blanca, en 1969, sus asesores ingresaron a una computadora del Pentágono toda la información disponible sobre Vietnam del Norte y Estados Unidos: la población, el producto interno bruto, la producción industrial y, por supuesto, el tamaño de las fuerzas armadas y el armamento de los arsenales respectivos. Al cabo del proceso se consultó a la computadora: ¿Cuándo ganaremos? La máquina respondió en forma instantánea: ustedes ganaron en 1964, el año que comenzó la intervención estadounidense. El mismo amargo comentario se aplica a Afganistán. Nadie en el 2001, el año de la invasión a dicho país, asiático, habría vaticinado que las fuerzas estadounidenses sufrirían un revés de semejantes proporciones. 

La derrota a manos de los talibanes  es más profunda que la sufrida en Vietnam (1964-1975). Ello porque en Vietnam del Norte y la insurgencia en Vietnam del Sur Estados Unidos enfrentó al conjunto del campo socialista. Tanto la Unión Soviética como China brindaron un enorme apoyo logístico a Vietnam del Norte.  Los norvietnamitas contaron con aviones y avanzados misiles antiaéreos que limitaron las acciones aéreas estadounidenses. En tierra dispusieron de una amplia gama de blindados y camiones para movilizar tropas e insumos. Los insurgentes talibanes, en cambio, no tuvieron respaldos internacionales más allá que los facilitados por ayudistas ocasionales. Algunos donantes saudíes y aliados soterrados en Paquistán, donde sobresale el  Inter-Services Intelligence (ISI)  el enorme servicio de inteligencia paquistaní. En consecuencia, la soledad de los talibanes contrasta con el poderío estadounidense con amplio respaldo, en tropas y armas, del conjunto de los países miembros de la OTAN,  que reúne a los ejércitos más avanzados de los países desarrollados.

El gran fracaso

Estados Unidos, pese a intentarlo con sus mejores tropas e inversiones masivas, fue incapaz de consolidar un régimen político afín Para dicho objetivo destinó enormes recursos para crear un ejército afgano, de 300 mil soldados, con miras a asegurar que el país no fuese infiltrado por organizaciones que desarrollaban operaciones terroristas. Cuatro ocupantes sucesivos de la Casa Blanca movilizaron ingentes recursos para vedar en forma definitiva el territorio afgano como base de operaciones para Al Qaeda, el Estado Islámico u otras organizaciones yihadistas.

La pesadilla de los ataques contra las Torres Gemelas  y el Pentágono alimentaron el clamor  por un desquite. En Washington, con George Bush, gobernaba la corriente neo conservadora, motejada como los “neocon”,  convencida de que Estados Unidos gozaba de una supremacía indisputada. Desde  esa creencia  de invulnerabilidad abogaron por intervenir allí donde percibieron amenazas a su hegemonía. Los ataques contra Nueva York y Washington crearon las condiciones propicias para las invasiones a Afganistán (2001) e Irak (2003). Los ideólogos neocon se propusieron rediseñar el Medio Oriente e incorporar a esta vasta región al proceso de globalización.

El Islam en su vertiente yihadista era percibido como una amenaza para el conjunto del sistema internacional. En el Departamento de Estado y el Pentágono existía conciencia de las aspiraciones yihadistas pues le fueron comunicadas por colaboradores estrechos. Uno de los más prominentes fue el teniente general paquistaní Hamid Gul, jefe del mencionado todo poderoso servicio de espionaje  ISI, quien dijo en 1989: “Estamos librando una yihad y esta es la primera brigada internacional islámica de la era moderna. Los comunistas tienen sus brigadas internacionales. Occidente tiene la OTAN. ¿Por qué los musulmanes no podemos unirnos y formar un frente común?”.  El analista estadounidense Samuel Huntigton no pudo imaginar cuan profética resultaría su advertencia sobre la amenaza que presentarían las fuerzas islamistas: “Ellos han derrotado a una de las superpotencias (la URSS) y ahora están trabajando sobre la segunda (EEUU)”.

El mando de Al Qaeda, por su parte, había proclamado la siguiente fatwa: “La decisión de matar a los norteamericanos y sus aliados, civiles y militares, es un deber individual de todo musulmán en cualquier país donde sea posible” (23 de febrero de 1998). Bin Laden reivindicó ataque del 11 de septiembre del 2001 con esta declaración ante la cadena de televisión quatarí Al Jazeera: “He aquí a Estados Unidos golpeado por Alá en su punto más vulnerable, y destruidas, gracias a Dios, sus obras más prestigiosas (…) Vientos de cambio soplan en la Península Arábiga, y juro a Alá que los estadounidenses jamás volverán a sentirse seguros a menos que nosotros nos sintamos seguros y a salvo en nuestra tierra y en Palestina, a menos que Israel sea expulsada de Palestina y las fuerzas extranjeras abandonen Arabia Saudí”.

Ante la negativa del Afganistán talibán de entregarles bin Laden y sus estrechos colaboradores Estados U/nidos lo invadió el 7 de octubre 2001. Las tropas estadounidenses ocuparon Kabul en pocas semanas. Debieron recordar las palabras del general británico  Charles Callwell que entró a la capital afgana el siglo antepasado y después de un tiempo  sentenció: “No se conquista Kabul”. Lo que quiso decir es que es posible ocupar la capital afgana pero nadie puede estar seguro de por cuánto tiempo ello será posible. También es recordada su afirmación: “La guerra de guerrilla es a lo que los ejércitos regulares siempre más deben temer”.  

La caída de Kabul es un revés estratégico  de tal magnitud que ha desatado ya un profundo debate sobre el alcance del poder estadounidense. Muchos coinciden que ya hace algunos años concluyó el siglo americano. Al respecto el destacado analista estadounidense Francis Fukuyama señala. “La verdad de las cosas es que el fin de la era americana ocurrió mucho antes. Las causas de largo plazo de las debilidades y la declinación de Estados Unidos son más domésticas que internacionales. El país seguirá siendo una gran potencia por muchos años, pero cuan influyente será dependerá de su capacidad de superar sus problemas internos, antes que los de su política exterior…la cúspide del hubris  de Estados Unidos fue la invasión a Irak en el 2003”. Entonces esperaba hacer de Afganistán e Irak países modernos a la imagen de occidente.

Los talibanes que distan de ser un todo homogéneo, deben generar un gobierno capaz de enfrentar una situación económica desastrosa. Cerca de un cuarto de la población, de casi 40 millones de personas, está amenazado por   una hambruna causada por una larga sequía. La guerra y, como no, el Covid-19 han causado estragos. El Kabul emergente deberá buscar respaldos económicos y políticos. En todos los espectros de la comunidad internacional existe preocupación por un posible auge del yihadismo inspirado en la victoria talibana. A lo anterior se suma  la irrupción del Estado Islámico, con una trayectoria de intolerancia que evoca la inquisición, con crímenes masivos contra disidentes,  con aplicación de métodos represivos bárbaros contra  las mujeres y un desprecio absoluto por la libertad  de las personas. La vida nunca ha sido fácil en Afganistán y ello es algo que no tiene visos de cambiar en el futuro previsible.

**Raúl Sohr es autor del libro “El terrorismo yihadista” en el cual reseña las guerras afganas y detalla las características tanto de los talibanes, Al Qaeda como el Estado Islámico. (Editorial Debate).

Lecciones de Afganistán

July 29, 2021 Comments off

Se sabe cómo empiezan las guerras pero no se sabe cómo terminarán, reza un viejo decir. Es una máxima que debió tornarse recurrente para Donald  Rumsfeld tras 20 años de conflicto continuo En su condición de ministro de Defensa, del Presidente George Bush,  Rumsfeld impulsó los ataques de Estados Unidos contra Afganistán en octubre del 2001, y luego contra Irak, en marzo del 2003, para culminar este último conflicto  en diciembre del 2011. La intervención militar estadounidense en Kabul concluirá, formalmente, el 11 de septiembre de este año. En los hechos terminó con la evacuación de la estratégica base aérea de Bagram,  en las afueras de la capital afgana.  En forma creciente las fuerzas estadounidenses habían restringido sus operaciones a vuelos tanto de aviones como drones. Rumsfeld no pudo participar en las ceremonias recordatorias de sus 2.312compatriotas uniformados muertos en tierras afganas. Él, un gran instigador de ambas guerras,  falleció el 21 de junio pasado.En lo que toca al futuro de Kabul lo único claro es la partida de las tropas de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), encabezadas por Washington.  Aparte del retiro de los uniformados también abandonan el país unos 17 mil empleados civiles contratados por empresas privadas que realizan servicios diversos en logística, seguridad, cocina  y tareas de apoyo. Estos empleados formaron parte de la privatización de prestaciones militares a costos bien inferiores a la de los soldados regulares. Qué ocurrirá ahora es algo que está por verse y que se dirimirá en la lucha entre el gobierno y los insurgentes talibanes. Según algunas estimaciones los combatientes integristas ya tienen el control efectivo de un tercio del país. A medida que se acerca la fecha de la partida definitiva de las fuerzas occidentales recrudecen los combates.  El estado de ánimo en la Casa Blanca fue resumido por el Presidente Joe Biden. Al ser consultado por periodistas  por el retiro de sus tropas replico :  “Hombre, quiero hablar sobre cosas más alegres”.

La pregunta clave tras  cada guerra es quién la ganó. La respuesta depende de los objetivos de cada uno de sus protagonistas. La intervención militar en Afganistán, la guerra más larga de la historia estadounidense, comenzó pocos días después de los fatídicos ataques de Al Qaeda. contra las Torres Gemelas y el Pentágono. La responsabilidad por la agresión fue asumida por Osama bin Laden. En consecuencia, Washington dio un ultimátum al gobierno talibán para que le entregase a instigadores y responsables del ataque. Bin Laden  tuvo un rol clave en la lucha contra los invasores soviéticos lo que le aseguraba un sólido respaldo de los  talibanes ante la exigencia estadounidense. Kabul rechazó de plano entregar a su huésped lo que, como anticipado, precipitó el ataque contra la nación asiática. La rapidez de la respuesta bélica era proporcional al profundo impacto causado por la agresión. Al calor de la emoción, sin meditarlo mayormente, la primera potencia militar consideró casi un trámite desbancar a los perpetradores del peor ataque contra  su territorio continental.  

 La ofensiva contra Kabul planteaba grandes desafíos para Washington. Un primer obstáculo era la distancia. Pero los estrategas del Pentágono partieron de la premisa que la lejanía del enemigo no era un problema mayor. Para efectos bélicos la distancia era un dato secundario. A fin de cuentas Estados Unidos había trabajado bajo la consigna de su fuerza aérea : “poder global, alcance global”. Los bombarderos estratégicos, en combinación con la aviación táctica desde portaaviones, complementados por misiles crucero, pueden alcanzar con contundencia cualquier punto del planeta. Claro que, lo contrario, también es cierto: unos cuantos terroristas con precarios medios pueden cruzar el globo y golpear a voluntad. .

          Varios teóricos militares señalaron las dificultades que enfrentaría un ejército para dominar a un enemigo local bien atrincherado en un terreno montañoso. Para obviar esta dificultad y contar con la indispensable infantería Washington echó mano a tropas nativas agrupadas en la Alianza del Norte. Esta consistía en una variedad de grupos de muyahidines que combatieron contra la invasión soviética. En su mayoría integrada por uzbekos y taiyikos que gobernaron el país entre 1992 y 1996. La pésima gestión amén de la corrupción, que aumentó el contrabando y el narcotráfico en la región, culminaron con su derrota a manos de los talibanes, que los forzaron a replegarse al norte del país.

         El mayor problema para el Pentágono, sin embargo, fue el abismo cultural entre los atacantes occidentales y la población afgana. ¿Cómo operar en un país fragmentado por divisiones étnicas?  ¿Cómo obtener información e inteligencia confiables en un país donde se hablan decenas de dialectos? Y, más importante aún, ¿cómo llevar adelante una guerra sicológica contra mentes que piensan tan distinto y corazones que laten a otros ritmos? Una cuestión clave: en última instancia en todo conflicto la moral o voluntad de lucha de la población y los combatientes es un factor decisivo. Los ejemplos de los desaciertos norteamericanos en el campo de la propaganda quedaron estampados en millares de volantes lanzados sobre Afganistán. En ellos se advertía que el país sería atacado por “aire, mar y tierra”. ¿Mar? Los afganos ignoraban que su país, mediterráneo, estuviese bañado por agua salada. Ni hablar de la utilización de las censuradas bombas de racimo, cuya submunición o bomblets es de color amarillo, el mismo de los paquetes con alimentos que fueron arrojados desde el aire, tal como las bombas. Para prevenir confusiones lamentables debieron distribuirse aún más volantes, con la siguiente advertencia: “Por favor, tengan mucho cuidado cuando encuentren objetos amarillos no identificados en áreas bombardeadas”. Cortesía que frisa en lo macabro en un país con más de 70 por ciento de analfabetismo, donde, además, se habían clausurado las escuelas para toda la población femenina.

         A favor de los atacantes, en el ámbito psicológico, gravitó un factor inesperado: el bombardeo sistemático, también llamado de “alfombra”,  a una altura inalcanzable para la artillería antiaérea rompió el esquema de combate de los talibanes. Los fundamentalistas esperaban ver a sus enemigos cara a cara para medir su temple. Contaban con tomar prisioneros para degollarlos y desmembrarlos, como lo hicieron con centenares de rusos, aterrorizando a sus camaradas de armas. Pero en dos meses de bombardeos los talibanes no vieron una sola cabellera rubia. La perspectiva de que recibir un castigo en la más absoluta impotencia por tiempo indefinido erosionó la moral de los defensores.

Los pilotos navales inauguraron una técnica de ataque táctico que se revelaría devastadora. Se trató del empleo conjunto de drones que vuelan a baja altura y unidades pilotadas que se desplazan sobre los cinco mil metros. Los drones, exploran y filman todo lo que encuentran a su paso. Apenas detectan un objetivo transmiten sus coordenadas -“en tiempo real” como dicen en la jerga técnica– a los aviones de combate táctico que circundan la zona. Estos descargaban un misil en cuestión de segundos.

 El Pentágono exhibió un clip extraordinario que mostraba el disparo de un lanzagranadas talibán. Aún no se ha desvanecido la estela del proyectil cuando ya un misil impacta en el mero punto de donde provino el tiro. Este lapso de lo que los americanos llaman sensor to shooter (“del sensor al gatillo”) era de pocos minutos en la  guerra de Kosovo; en Afganistán se redujo a unos segundos. Hoy sensor y gatillo están integrados.

Los bombardeos norteamericanos inhibieron los desplazamientos de los talibanes, y de este modo sus adversarios pudieron moverse con mayor libertad. En el terreno no hubo grandes batallas. Una tras otra, las ciudades, incluidas Kabul y la emblemática Kandahar, fueron abandonadas por sus ocupantes y tomadas por la Alianza del Norte tras algunas escaramuzas.

Finalmente, la clave de la derrota de los talibanes hay que buscarla en ellos mismos. Su mentalidad sectaria y consiguiente odiosidad hacia vastos sectores de conciudadanos resultan difíciles de igualar. Si alguien alguna vez mereció el calificativo de fundamentalista, en un sentido literal, es el mulá Mohamed Omar, el líder espiritual talibán, quien declaró que su meta era: “Recrear los tiempos del profeta (…) Queremos vivir la vida como la vivió el profeta hace 1400 años”. Los mulás exhiben una misoginia que Omar expresa de manera descarnada: “Por su naturaleza la mujer es un ser débil y vulnerable a la tentación (…) Una mujer que deja su casa para ir a trabajar, en forma inevitable tomará contacto con hombres extraños. Y, como lo muestra la experiencia en los países occidentales, este es el primer paso hacia la prostitución”.

El retorno talibán

Pese a la galopante derrota inicial los talibanes lograron sobrevivir. Muchos de sus prisioneros fueron asesinados por sus captores. Otros fueron trasladados a la prisión de Guantánamo donde algunos aún languidecen tras las rejas.  La incompetencia y los niveles inauditos de corrupción del gobierno afgano dejaron espacio para la reconstitución de los insurgentes. Un ejemplo del abuso de las instituciones quedó la vista el ejército afgano que llegó a contar  con más de un millar de generales. Las regiones, cual feudos, siguieron gobernadas por los tradicionales señores de la guerra, ahora presentados como respetables funcionarios estatales. En los hechos estaban al servicio de respectivos clanes.

Según Naciones Unidas Afganistán mantuvo un alto nivel de producción de uno de su principales productos de exportación: el opio.que le reportó 355 millones de dólares Pese la guerra, en 2020,  la producción aumentó en 37 por ciento en relación al año anterior,  con un total  estimado de 6.300 toneladas de opio.  Los cultivos de  amapolas  alcanzaron a las 224 mil hectáreas. Uno de los niveles más alto desde que se tienen registros.  Pese a que Washington destinó más de dos trillones de dólares a financiar la guerra deja al país tan pobre como estaba a su arribo

Estados Unidos se retira amenazado por una teocracia misógina y retrograda. Los niveles de inseguridad aumentan conforme se libran nuevas batallas por el control de los territorios. La derrota sufrida por Washington consolidará el mote de Afganistán como “ el “cementerio de los imperios”. A fin de cuentas los antiguos griegos, mongoles,  británicos y soviéticos fueron obligados a evacuar el país después de regar con sangre  su altiplano. Pero como es sabido en política internacional no existe el vacío. La derrota de uno puede ser la amenaza o la oportunidad para otro.  Por lo pronto, China, que tiene frontera con Afganistán, observa con cierto nerviosismo la posibilidad de un estado controlado por islamistas militantes. Beijing ha declarado un política  de “no interferencia” en los asuntos afganos. Aunque en su momento China cooperó en la esfera de inteligencia con Estados Unidos en la campaña por desalojar a los soviéticos del país. Hoy Beijing y Moscú comparten una misma preocupación frente a un islamismo militante que irradie una ideología de autonomismo islámico   a  las vastas regiones del sur de Rusia donde habita una importante población musulmana. China, por su parte, enfrenta una situación compleja en su provincia de Xinjiang donde es acusada de severas violaciones a los derechos humanos de su población musulmana. Beijing ha mostrado gran discreción sobre sus relaciones con Kabul. China, en todo caso,  mantiene contactos con los talibanes y les habría manifestado que está disponible para contribuir a la reconstrucción del país. Es la vías más eficaz para neutralizar la vocación mesiánica de un movimiento cuyo solo nombre es sinónimo de radicalismo. Como en su momento Estados Unidos también China vehicularía su ayuda con la cooperación de Paquistán, que tiene un ascendiente sobre los talibanes originarios de la madrazas paquistaníes. India, por cierto, sigue muy de cerca los desarrollos políticos y militares que alteran la ecuación de poder regional. Así se configura un nuevo rompecabezas en  una zona que camina a casi medio siglo de conflictos armados. 

fin

Estados Unidos está de vuelta.

June 29, 2021 Comments off

junio 2021.

El fin del aislacionismo estadunidense quedó a la vista en la cumbre del G-7, 11  al 13 de junio, en Gran Bretaña. El presidente Joe Biden recurrió a la vasta caja de herramientas de la diplomacia de su país. La meta: recuperar terreno entre sus aliados tradicionales. En las palabras de Biden: “América está de vuelta en la mesa”. Aunque no lo dijo en forma explícita quedó sobreentendido que además tomaría la cabecera de la metafórica mesa. En los tiempos que corren fue imposible eludir al invitado de piedra que domina tantos debates: la pandemia del Covid-19. Un titular de la cumbre fue la donación de mil millones de vacunas para repartir a los países más necesitados. En rigor, no es una gran oferta si se considera que son necesarios unos doce mil millones de dosis para que el grueso de las personas reciba las dos inyecciones requeridas. Conviene tener en cuenta también, la convicción generalizada, que para neutralizar al virus es necesario que el grueso de la humanidad esté inmunizado.  Como está en boga decir: nadie está seguro hasta que todos estén seguros.

La pandemia, en todo caso, ha mostrado tener un alto poder persuasivo. Durante muchos años varios gobiernos europeos han tratado de aplicar mayores impuestos a empresas multinacionales. Hoy la elusión masiva está a la orden del día. Algo que se aplica en especial a las grandes empresas como Amazon, Facebook, Google y otras. Estas compañías no disponen de una gran infraestructura y les resulta relativamente fácil desplazarse de un país a otro sin importar donde se encuentra su mercado consumidor.  Algo que les ha permitido una mayor libertad a la hora de definir donde pagarán sus impuestos. Un hecho que ha desencadenado una competencia entre países como la República de Irlanda, Luxemburgo y otros que exigen una tributación muy baja en relación a los beneficios.  Así, megaempresas con ganancias de miles de millones dólares han radicado sus actividades en paraísos fiscales. Esto es algo que cambió en una reunión, la semana anterior a esta cumbre,  a la que concurrieron  los ministros de hacienda de los siete países más poderosos de la esfera capitalista. Tras un debate en que algunos países exigían un impuesto del 21 por ciento terminaron por aplicar una tasa del 15 por ciento. Las mayores reservas provinieron de Estados Unidos donde la medida todavía enfrentará un debate que se anticipa complejo en el Congreso.  La aplicación de impuestos a nivel internacional exige una tasa pareja para evitar la actual competencia, que algunos califican como desleal, ya que ciertos países ofrecen tasas preferenciales. Lo que permitió la unanimidad, que fue inalcanzable durante años, es la pesadilla que aguarda a muchos estados que han desembolsado fortunas en paquetes de ayuda para un gran porcentaje de población confinada. El horizonte del endeudamiento fiscal masivo abatió la oposición de algunos gobiernos contrarios a más intervencionismo estatal. Es un paso importante en la gobernanza financiera internacional.

A nivel de los gobernantes fue abordado el urgente tema del cambio climático. Como ya es habitual se habló de adoptar drásticas medidas para impedir que la temperatura global rebase los 1,5 grados. Con ello en mente propusieron trabajar para reducir las emisiones de CO2 en 50 por ciento para el 2030. Pero a la hora de cuantificar los compromisos prefirieron mantenerse en el campo de las declaraciones de intenciones. El comunicado final llama a salvar al mundo  de una  inminente catástrofe climática. Un paso concreto fue, en todo caso, el acuerdo de los miembros del G-7 de detener toda inversión en nuevas centrales termoeléctricas carboneras. Pero no fijaron una fecha para el adiós al carbón y otras energías fósiles en la generación eléctrica.  Biden aprovechó para criticar a su predecesor señalando: “Tuvimos un presidente, el último, que dijo que el calentamiento global no era un problema…Es él problema existencial   que enfrenta la humanidad”. Pero no se fijó monto ni fecha para la reducción de emisiones.

A lo largo de su campaña presidencial Biden criticó la política unilateralista del Presidente Donald Trump. Consciente de la pérdida relativa del poder hegemónico de Estados Unidos abogó por una vuelta al enfoque multilateral, reforzando en especial las antiguas alianzas con Europa. Washington no ha hecho un pronunciamiento formal pero una serie de gestos apuntan a que la relación transatlántica descansa, en forma creciente, sobre el eje Washington-Berlín. Una de las señales de Biden a Angela Merkel es el levantamiento de sanciones, por parte de Washington, a las empresas que construyen el estratégico gasoducto   Nord  Stream 2, que transportará gas ruso para Alemania sin pasar por Ucrania. No faltan los analistas que leen la medida como una concesión para una Alemania urgida por recursos energético, en momentos que abandona la energía nuclear y reduce su consumo de carbón. Tanto Londres como en París observan el acercamiento entre Washington y Berlín  con cierto nerviosismo pues los relega a una posición de menor protagonismo. Alemania se perfila, para muchos efectos prácticos, como el reemplazo  de Londres como el primer interlocutor en el seno de la Unión Europea. 

 Con China en la mira.

La competencia económica y política entre los grandes poderes suele presentarse encubierta tras principios superiores. En concreto, Biden llamó a la unidad de sus aliados para no ceder la supremacía a las “autocracias”, con lo cual aludía a Rusia y China.  A principios del milenio las preocupaciones geoestratégicas apuntaban al Medio Oriente donde las fricciones entre las mayores potencias fueron recurrentes. Ahora las tensiones se han  desplazado al Extremo Oriente. Washington busca impedir que cristalice una alianza estratégica entre Rusia y China. El acercamiento entre Moscú y Beijín se ha plasmado en ejercicios militares conjuntos, así como en una creciente cooperación en el campo espacial.

En su último comunicado el G-7 señala: “Reiteramos nuestro interés en unas relaciones estables y predecibles con Rusia”… “Reafirmamos nuestro llamamiento a Rusia para que detenga su comportamiento desestabilizador, incluida la injerencia en los sistemas democráticos de otros países, y cumpla con sus obligaciones y compromisos internacionales en materia de derechos humanos”. Pese a lo anterior Biden anticipó que Estados Unidos y Rusia crearán un grupo bilateral para mantener un “Dialogo de Estabilidad Estratégica” . Su tarea será el control de armamentos y medidas de reducción de riesgos bélicos.  Frente a China y la competencia en la economía global, el G7 prometió responder a “las políticas y prácticas no comerciales que socavan el funcionamiento justo y transparente de la economía global. En el contexto de nuestras respectivas responsabilidades en el sistema multilateral, cooperaremos abordando el cambio climático y la pérdida de biodiversidad en el contexto de la COP26 y otras discusiones multilaterales. Al mismo tiempo, promoveremos nuestros valores, pidiendo a China que respete los derechos humanos y las libertades fundamentales”.

El brazo militar

Aprovechando la presencia de los mandatarios del G-7 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) realizó una reunión cumbre en su sede en Bruselas.  Allí, el 14 de junio , los 30 países miembros, liderados por Estados Unidos escudriñaron el horizonte para determinar las amenazas que enfrenta la más poderosa alianza militar de la historia, fundada en 1949, en el marco de la emergente Guerra Fría para encarar a sus pares orientales liderados por la Unión Soviética, en el ahora extinto Pacto de Varsovia. Entonces, un general inglés, con típico cinismo, explicó que la misión de la OTAN era: “Mantener a los americanos en Europa, a los rusos fuera de ella y a los alemanes, pequeños”. Desde entonces la OTAN ha vivido un cambio radical en sus objetivos. El principio rector de la alianza es la seguridad colectiva o, en palabras de los Tres Mosqueteros: “Uno para todos y todos para uno”. Lo que significa que el ataque contra uno de los países miembros equivale a un ataque contra todos los estados que la conforman.  La OTAN dio un paso decisivo en 1999 cuando de una estructura defensiva tomó la iniciativa unilateral, sin aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y desencadenó una ofensiva militar contra Belgrado para proteger lo que consideró la población amenazada de Kosovo. En julio de 2006 amplió su radio de acción en forma drástica con el envío de tropas a Afganistán.

Ahora su radio de acción parece no tener límites.  China, a pedido de Estados  Unidos, ha comenzado a figurar en el radar de la OTAN. El comunicado final  del encuentro puntualiza:  “Las ambiciones declaradas de China y su comportamiento asertivo  presentan un desafío sistémico al orden internacional basado en reglas en áreas relevantes para la seguridad de la alianza”. Jens Stoltenberg, el secretario general de OTAN, declaró, por su parte, que “China se acerca a nosotros. Lo vemos en el ciberespacio, vemos a China en África, pero también vemos a China invirtiendo fuertemente en nuestra propia infraestructura crítica” en alusión a puertos y redes de telecomunicaciones”.  Stoltenberg precisó que “No entramos en una nueva Guerra Fría y China no es nuestro adversario, nuestro enemigo, pero debemos abordar como alianza los retos que supone China para nuestra seguridad”. En una rueda de prensa apuntó a la inquietud causada por el comportamiento de Beijing en el mar de China Meridional, su manera de castigar las manifestaciones democráticas en Hong Kong o de perseguir a minorías y el uso de nuevas tecnologías como redes sociales o el reconocimiento facial para “controlar y vigilar” a su propia población “de manera nunca antes vista”.

La relación económica con China, en todo caso, es clave para muchos países miembros de la OTAN comenzando por Alemania. Como es habitual la canciller Angela  Merkel marcó distancias y llamó a mantener una posición equilibrada frente a Beijing. Otro tanto hizo el presidente francés Emmanuel  Macron que llamó a la OTAN a no desviarse de su “misión esencial” y deteriorar la relación con China. Macron señaló que si bien existen rivalidades con Beijing es también un socio indispensable para resolver grandes problemas actuales, como el climático.

En lo que toca a China la reacción fue rápida. Beijing denunció que la OTAN calumniaba su desarrollo pacífico y se impulsaba “la teoría de la amenaza china”. La embajada china ante la Unión Europea acusó “una mentalidad de guerra fría   que busca enfrentamientos artificiales”. La nota precisó que “China no presentará ¨desafíos sistémicos” para nadie pero no permaneceremos sentados y pasivos si  “desafíos sistémicos” se acercan a nosotros”.  En Londres la embajada china declaró que: “Los días en que las decisiones globales eran dictadas por un pequeño grupo de países pasaron hace tiempo”.

En todo caso, como en los tiempos del enfrentamiento entre Moscú y Washington la pugna entre Chinas y Estados Unidos se proyecta a todos los planos. Y, en esa medida, puede dejar algunos beneficios para terceros países. Biden señaló la intención de su gobierno  de lanzar una iniciativa para el período post Covid-19 denominada  Build Back Better World,   que es expresada a través de la fórmula B3W. El plan consistiría en inversiones para ayudar al desarrollo de los países más rezagados. En lo hechos aparece como una respuesta directa a la Belt and Road Initiative (BRI) de China que ha fomentado la construcción de vías férreas, puertos y carreteras en las regiones   de interés para el comercio chino.

En la esfera de la narrativa Washington busca presentar la confrontación, por el liderazgo mundial, como la vieja pugna entre las democracias y las ahora llamadas autocracias. Pero a la hora de definir los campos los diversos países buscarán quien les otorga mayores beneficios.  Cada uno determinará hasta qué punto China o Estados Unidos es un socio, un competidor o una amenaza para sus intereses.

La OTAN sin rumbo fijo

December 4, 2019 Comments off

La más poderosa alianza militar del mundo cumple 70 años. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha sido el pilar de la defensa occidental. Integrada por Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia Alemania y otros 24 países europeos se rige por el principio de los tres mosqueteros: “Todos para uno y uno para todos”. Si algún país era atacado el conjunto respondería en su defensa. Afortunadamente el  solemne compromiso nunca fue puesto a prueba.

A poco de concluir la Segunda Guerra Mundial la llamada  Guerra Fría oscureció el panorama. En las palabras  de Winston Churchill, el Primer Ministro británico, una “cortina de hierro” dividió al viejo mundo: De un lado las potencias occidentales crearon la OTAN, en 1949, y entonces un general inglés resumió con cierta ironía que su propósito “era mantener a los americanos en Europa, a los rusos fuera de ella y a Alemania pequeña”. Moscú, por su parte,  impulsó el Pacto de Varsovia, fundado en 1955,  que incluyó a todos los países europeos de la órbita soviética inspirados en la misma filosofía de defensa colectiva.

La caída del Muro de Berlín, en 1989, marcó el fin del Pacto de Varsovia. La OTAN, en cambio, lejos de desbandarse buscó nuevos estados miembros entre los países que abandonaron la esfera soviética.   De hecho, el grueso de ellos engrosó sus filas. Así el dispositivo militar occidental ha llegado a las fronteras de Rusia contraviniendo los acuerdos tácitos alcanzados con el Presidente ruso Mijaíl Gorbachov. Se perdió una oportunidad para haber unificado al continente europeo dejando atrás una centenaria fuente de fricción política y militar.

La OTAN sin un derrotero claro buscó un rol por la vía de “intervenciones humanitarias”. La primera acción bélica de su historia  ocurrió en 1999 con el bombardeo masivo de lo que quedaba de la antigua Yugoslavia. Fue un ataque realizado desafiando la autoridad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, estableciendo un nefasto precedente. Mirado en retrospectiva, si bien la agresión logró remover del poder al dictador  Slobodan Milosevic,   la Operación Fuerza Aliada no tenía justificación suficiente.

Hoy la organización, que no cuenta con tropas propias si no que depende de los efectivos  de los países miembros, enfrenta tensiones. Estados Unidos alega, con razón, que  paga una cantidad desmedida de los gastos. Turquía, uno de los integrantes claves, invadió una zona del norte de Siria. Allí exige respaldo para su combate contra organizaciones kurdas que califica como terroristas.  Varios países, incluidos Estados Unidos y Francia, lucharon hombro a hombro con esas organizaciones para derrotar al Estado Islámico. .  Está por verse si la organización logrará superar lo que Michel Macron, el presidente francés, denominó su “ parálisis cerebral”, aludiendo a la ausencia de una estrategia coherente.   .

Alemania irritada con Trump

May 31, 2017 Comments off

Era previsible que Donald Trump  alteraría las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo. Lo que no se esperaba es que fuese tan rápido. Menos aún se anticipó  que la fricción fuese con Alemania, la mayor economía europea. Las expectativas apuntaban a un choque con China pues Trump la tenía en la mira a lo largo de la campaña electoral, denunciándola por competencia desleal. Pero en lo que va corrido de su presidencia ha mantenido buenas relaciones con Beijing.

Algo debe haber marchado muy mal en la reunión del G7 en Sicilia, 26-27 de mayo, donde concurrió el septeto  de las mayores potencias económicas occidentales. Apenas días más tarde la cauta y ponderada Angela Merkel, la canciller alemana, declaró que los tiempos habían cambiado y no podían dejar su suerte en manos de viejos aliados. Aludía a Washington y Londres.

La manzana de la discordia era el principio de la seguridad colectiva que rige desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Hasta ahora los miembros de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) se rigen por el lema de los Tres Mosqueteros: “Todos para uno y uno para todos”. Esto significa que si alguno de sus 28 países miembros es atacado el resto concurre en su defensa. Así Moscú se enfrentaba a un poderoso muro que desincentivaba toda idea de agresión. La Unión Soviética, por su parte, hizo otro tanto con el Pacto de Varsovia que  englobaba al grueso del campo socialista europeo.

De tal forma que cuando desapareció el estado soviético, y varios de sus antiguos países satélites ingresaron a la esfera occidental, cabía esperar la disolución de la OTAN. Lejos de eso la estructura, pese a no tener un adversario claro,  mantuvo su vigencia. La mayoría de los países europeos, por su parte, tenía claro que la amenaza había disminuido y redujeron sus presupuestos bélicos. La OTAN no tiene tropas ni armas propias y depende de los aportes de los distintos países. En la actualidad son pocos los miembros que cumplen con el compromiso de destinar al menos el dos por ciento de su PIB a la defensa. Estados Unidos aporta cerca de las tres cuartas partes del presupuesto de la OTAN. Trump ha advertido que no está dispuesto a mantener la seguridad colectiva a expensas del esfuerzo norteamericano.

Por su parte Emmanuel Macron, el nuevo presidente francés, dio señales que desea recuperar protagonismo internacional francés. Algo que logró invitando a París al Presidente ruso Vladimir Putin. El encuentro, sostenido el 29 de mayo, servía a ambos países. Francia sale fortalecida como el mayor poder militar y nuclear europeo occidental luego de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Algo que permite a Francia contrapesar el claro liderazgo económico alemán. Aunque no cabe esperar cambios drásticos en las relaciones entre Estados Unidos y el viejo continente es claro que las placas tectónicas se han desplazado. Trump no ha hecho más que gatillar, de manera poco elegante, un proceso en curso que cambia la arquitectura de las relaciones internacionales.

La era Trump

January 19, 2017 Comments off

El mundo observa atónito lo que muchos creyeron imposible. Expertos vaticinaron que Donald Trump jamás sería el candidato del Partido Republicano. Luego anticiparon que Hillary Clinton lo derrotaría. En cuanto a su estilo agresivo y errático se pronosticó que era una  postura electoral pasajera y que evolucionaría si llegase a  ganar. No fue así. En su condición de presidente electo sus tuiteos mantienen la misma irreverencia e imprevisibilidad. Ha aplaudido el Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y adelantó que desea que otros países sigan su ejemplo. Así ataca de lleno a los gobiernos de Alemania y Francia, entre otros. Cuestiona a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la alianza entre Estados Unidos y Europa que  ha sido el pilar de la hegemonía militar occidental. Amenaza a China con una guerra comercial y con impedirle el  acceso a ciertos islotes en el Pacífico Sur ocupados por Beijing. Ni hablar de México, América Latina y el Caribe  han sido advertidos que millones de personas serán deportadas. Además insiste en construir un muro en la frontera mexicana para frenar el flujo   inmigratorio. El cuadro es confuso y por lo mismo cargado de una ominosa incertidumbre.

El mayor enigma es que ocurre en las relaciones con Rusia. Trump cree en el poder duro, militar y económico, y está dispuesto a emplearlo. En el ámbito castrense solo Moscú es  capaz de amedrentar a Washington. En consecuencia un entendimiento estratégico con Rusia despejaría al mayor adversario del escenario mundial. Mejor aún sería la cooperación entre los dos países para combatir a enemigos comunes. Trump ha señalado que el yihadismo y el Estado Islámico en particular  es la mayor amenaza internacional para Estados Unidos. Rusia también ve a los yihadistas como un reto a su seguridad interior. Nada mejor que un enemigo común para sellar un acuerdo entre los tradicionales adversarios que durante la Segunda Guerra Mundial fueron aliados contra el nazismo.

Los servicios de  inteligencia estadounidenses, con la CIA a la cabeza, tienen sus propias teorías sobre la afinidad entre Vladimir Putin y  Trump pues insinúan que éste se habría beneficiado de operaciones de influencia rusas. Ello por los ciberataques a  los computadores del Partido Demócrata de Hillary Clinton. Las revelaciones  fueron filtradas a WikiLeaks  y  contribuyeron a su derrota. Además fue divulgado un memorando que alerta sobre videos en que Trump compartiría el lecho con prostitutas rusas. Hecho que lo pone en una situación de vulnerabilidad en la puede ser chantajeado con facilidad. Putin negó toda veracidad a las versiones y dijo que si bien las prostitutas rusas eran las mejores del mundo a Trump, organizador de concursos de belleza mundial,  no le faltaban mujeres hermosas.

Barack Obama deja la Casa Blanca por la puerta ancha con un sólido 57 por ciento de aceptación según las encuestas. Trump ingresa con el nivel más bajo de popularidad jamás registrado para un Presidente entrante: un mero 40 por ciento. Ello habla de un período de gracia  breve y un estrecho margen de maniobra.

 

Siria: el comienzo del fin de la guerra.

March 17, 2016 Comments off

Moscú anunció el retiro de sus fuerzas militares de Siria. Las cámaras captaron el despegue de bombarderos que volvían a sus bases en Rusia. Allí les esperaban ceremonias de bienvenida con familiares de los uniformados despachados al país árabe. El momento escogido por el Presidente Vladimir Putin para reducir su participación en el conflicto no podía ser más oportuno. Lo hizo luego de tres semanas de una cesación de hostilidades que pocos creyeron que duraría tanto. Además a las puertas de las conversaciones de paz en Ginebra entre la oposición y el gobierno del Presidente Bashar al Assad. Así Rusia disminuye su presencia, luego de cinco meses de bombardeos contra los enemigos de Damasco, desde una posición fuerza y tras haber logrado parte importante de sus metas declaradas. Sus objetivos fueron neutralizar los esfuerzos occidentales, incluida Turquía y Arabia Saudita entre otros, que aspiraban a imponer un gobierno sunita afin a sus intereses. También era importante dar un golpe a  los islamistas que figuran  entre las amenazas que preocupan al Kremlin. Se estima que unos dos mil yihadistas rusos combaten junto a las organizaciones fundamentalistas islámicas.

Rusia ha impuesto sus condiciones frente a Occidente. John Kerry, el secretario de Estado norteamericano, aceptó que la salida de Assad no era un prerrequisito. En sus palabras: “Estados Unidos y nuestros aliados no buscamos el así llamado cambio de régimen”. Moscú y Washington coinciden que no hay una salida militar al conflicto que ya cumplió cinco años. La solución será diplomática pero determinada por la correlación de fuerza militar en el terreno. Y es en ese plano que Rusia considera que ha fortalecido sus posiciones lo suficiente como para sentarse a negociar. La memoria de la intervención soviética en Afganistán está fresca aún. Allí el Ejército Rojo fue desangrado y aunque no perdió militarmente su intervención fue un fracaso. Hecho que gravitó en la caída y desmembramiento de la Unión Soviética.

Dada la sangre derramada en Siria: más de 300 mil muertos según algunas estimaciones, unos once millones de personas desplazadas, la mitad de la población, es difícil visualizar un arreglo aceptable para la mayoría sunita y los aluitas (chiítas) encabezados por Assad. Hay quienes creen que a la larga el país terminará dividido entre ambas facciones y los  kurdos que buscan su independencia. Ello sin considerar que la amenaza yihadista del Estado Islámico, Al Qaeda  y otras organizaciones sigue muy presente. Una  salida posible es la creación de una federación que dé a las partes la mayor autonomía posible. En todo caso cualquier fórmula aceptada por todos será un progreso ante la situación de violencia actual.

Los refugiados sirios.

El retiro ruso tomó por sorpresa a Occidente. Ello porque muchos en Estados Unidos y Europa creían  que  Moscú tenía interés en convertir a los refugiados sirios, unos cuatro millones, en un arma. Fue lo que declaró el general norteamericano Philip Breedlove, comandante supremo de la OTAN.  Los bombardeos rusos, según esta teoría, buscaban  aumentar el número de refugiados que marcharan rumbo a Europa. Ello para  causar dificultades sociales y políticas que debilitaran a los gobiernos europeos. Los hechos desmienten esta especulación pero ponen de relieve el abismo de confianza entre Washington y Moscú.

Los refugiados como arma.

March 3, 2016 Comments off

Una afirmación insólita: “Juntos, Rusia y el régimen de Assad, están deliberadamente convirtiendo la migración en un arma (weaponising), en un intento por avasallar  las estructuras europeas y quebrar su voluntad”.  Este  fue el reciente planteamiento del general estadounidense Philip Breedlove, comandante  supremo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ante el Comité de los Servicios Armados del Senado de su país.

La evidencia del general Breedlove para una acusación tan drástica descansa en una débil interpretación circunstancial: “El empleo de armas indiscriminadas  por parte de  Bashar al Assad, y el uso de armas del mismo tipo por las fuerzas rusas, no me dejan encontrar otra razón que no sea la de provocar  refugiados y crear así problemas para otros”.

La masa de refugiados y migrantes excede por mucho a la guerra civil siria. Hay cientos de miles de personas provenientes de Irak, Afganistán, Somalia, Libia y otros países que sufren guerra y miseria. Los sirios representan menos de un tercio de los que buscan el asilo europeo. Washington bombardea y participa con tropas en las guerras libradas en Irak y Afganistán donde los rusos están ausentes. De acuerdo con la lógica de Breedlove Washington debería asumir una responsabilidad en los flujos humanos que buscan ponerse a salvo de la violencia. El general norteamericano  hace suya una postura de Donald Trump y la extrema derecha europea. A su juicio elementos criminales,  extremistas y combatientes se esconden en el seno del flujo migratorio. Lo mismo es verdad de los millones turistas que entran y salen del viejo continente.  En toda gran muchedumbre habrán elementos antisociales de un tipo otro. En el caso los que huyen del Medio Oriente, arriesgando sus vidas para cruzar el Mediterráneo, más del 30 por ciento son menores.

Lo que es indisputable es el drástico efecto político y social que causa la llegada masiva de refugiados en el viejo continente. El auge de los movimientos xenófobos alcanza a la mayoría de los países. Es llamativo, sin embargo, que la popularidad de la canciller alemana Angela Merkel recupera altas cotas, situándose en un respetable 54 por ciento según una encuesta reciente, un alza de nueve puntos. Dado que Berlín ha sido por lejos el mayor receptor  de refugiados y Merkel recibió severas críticas  la subida de su aceptación indicaría que la crisis está en vías de superación. La gran incógnita es que ocurrirá con las fronteras abiertas entre los países de la Unión Europea. Hasta hace poco era posible viajar en el seno de la Unión sin restricciones. Pero ahora varios estados han levantado barreras y restablecido controles fronterizos. Si esta tendencia continuase marcaría un retroceso mayor en uno de los logros más notables en la construcción de una Europa unida. .

El flujo humano crece.

El año pasado llegaron a Europa más de un millón de personas en busca de asilo. Esta cifra podría resultar superior en el año en curso de acuerdo a las proyecciones. Tan solo entre enero y febrero, pleno invierno boreal, han llegado 131 mil refugiados e inmigrantes. 30 veces más que el año pasado en los meses citados de acuerdo a Frontex, la agencia fronteriza de la Unión Europea.