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El fin del siglo de Estados Unidos.

August 31, 2021 Comments off

Septiembre

Al anunciar el retiro total de Afganistán el presidente Joe Biden proclamó que Estados Unidos había cumplido con sus objetivos. El mandatario aclaró que la meta nunca fue el “nation building”, o sea hacer del país asiático un estado moderno, integrado y próspero. La misión, en respuesta a los atentados del 11 de septiembre del 2001, fue eliminar la amenaza terrorista desde aquella nación. Algo que se habría logrado con la degradación y neutralización de Al Qaeda y otras organizaciones que empleaban métodos terroristas en su lucha contra Washington.

La evaluación de Biden hoy aparece cuestionable a la luz del último y contundente ataque contra sus tropas y afganos que aspiraban a dejar el país.  La pesadilla de la Casa Blanca de una agresión, de última hora, contra la operación de evacuación tomó cuerpo con un atentado suicida. Lo que ya era un espectáculo trágico, de millares de familias agolpadas en el perímetro del aeropuerto de Kabul, se tornó en un nuevo sitio de matanza el 26 de agosto.  182 personas, en su gran mayoría afganos, perdieron sus vidas junto a 13 infantes de marina estadounidenses a quienes les corresponde proteger  las instalaciones diplomáticas de su país. Los servicios de inteligencia de Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia advirtieron que se fraguaba un atentado. La amenaza de un ataque fue la razón señalada por Biden para terminar cuanto antes con la evacuación.  Pero, en el tráfago de informaciones y la desesperación por salir del país la alerta no recibió la atención debida.

El ataque fue reivindicado por el  Islamic State in Irak and Syria (ISIS-K)  Esta organización es un derivado afgano del Estado Islámico, como se lo denomina en castellano, que barrió y conquistó  grandes porciones de Siria (un tercio) e Irak ( 40 por ciento) entre los años 2014 y 2017 cuando cesó de ser una fuerza combativa, aunque sobreviven algunos remanentes. La rama afgana agregó a su distintivo la  letra  K en alusión a Korazán, región que incluye parte de Irán y Afganistán Un himno del Estado Islámico canta:  

Madres lloran, niños gritan, no hay que temer al kafir (el impío) / Emigren, emigren / Uzbekistán, Afganistán, luchamos en el Korasán / Luchamos, caemos, shuhada (mártires)

El Estado Islámico-K (EI-K) destaca entre los grupos yihadistas por la prescindencia de toda ética militar. Una de sus armas favoritas son los chalecos con explosivos detonados por suicidas contra “blancos blandos”, un eufemismo para designar a sitios de fácil acceso y a menudo frecuentados por civiles indefensos.   El EI-K mantiene una vieja pugna con Al Qaeda a la que considera apostata por su interpretación del Corán. En este caso se aplica el decir que no hay peor astilla que la del propio palo.  El EI nació del seno de Al Qaeda en Irak y se diferencia de su matriz pues busca el control de territorios más que la mera influencia político religiosa. El EI tuvo su gran bautizo de fuego en la guerra civil siria. Allí adoptó su nombre: Estado Islámico de Siria e Irak. La nueva denominación y la estrategia de control territorial abrió una grieta con Al Qaeda, cuyo  líder Ayman al-Zawahiri, el heredero de Osama bin Laden, creó su propia organización: el Frente al-Nusra para bloquear el ingreso del EI liderado Abu Bakral-Baghdadi. La pugna entre ambas organizaciones fue inclemente y dejó cientos de muertes. La animosidad pervive y está presente en Afganistán donde los talibanes cooperan con Al Qaeda contra el EI.   

 Un fin de era.

La derrota de Estados Unidos en Afganistán marca un punto inflexión. El siglo XX tuvo entre sus rasgos centrales la hegemonía política de Washington y el rol determinante del petróleo en la esfera económica y militar. El control de la producción petrolera mundial fue clave para la superioridad bélica y financiera estadounidense. De allí que el siglo pasado es señalado tanto como el siglo de Estados Unidos como el siglo del petróleo. Ambas características definitorias están en clara declinación. Las dos décadas de guerra librada en Afganistán han dejado al descubierto los límites del poderío del arsenal estadounidense. Los combustibles fósiles, la causa de tantas guerras y conflictos, pierden en forma creciente su relevancia estratégica. La amenaza urgente del calentamiento global obliga a disminuir su empleo para lograr reducir las emisiones de dióxido de carbono, causantes principales del efecto invernadero.

En las cronologías están los siglos calendarios de cien años y están los siglos históricos que pueden ser de, por ejemplo, 78 años como el historiador  Eric Hobsbawm definió al siglo  XX pues comenzó, en su análisis, en 1914 y concluyó en 1991 Es decir con el comienzo de la Primera Guerra Mundial y terminó con la caída de la Unión Soviética y su glacis de países socialistas europeos.  Ambos acontecimientos marcan el fin de imperios. Y así redefinen una era. Hoy surge la interrogante si la dramática retirada de las tropas estadounidenses, y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de Kabul marca el fin de lo que se ha llamado el siglo americano. Este alude al período en que Estados Unidos tuvo una hegemonía indisputada en los asuntos internacionales.

La derrota de Washington recuerda un caustico chiste apócrifo realizado durante la guerra de Vietnam. Cuando Richard Nixon llegó a la Casa Blanca, en 1969, sus asesores ingresaron a una computadora del Pentágono toda la información disponible sobre Vietnam del Norte y Estados Unidos: la población, el producto interno bruto, la producción industrial y, por supuesto, el tamaño de las fuerzas armadas y el armamento de los arsenales respectivos. Al cabo del proceso se consultó a la computadora: ¿Cuándo ganaremos? La máquina respondió en forma instantánea: ustedes ganaron en 1964, el año que comenzó la intervención estadounidense. El mismo amargo comentario se aplica a Afganistán. Nadie en el 2001, el año de la invasión a dicho país, asiático, habría vaticinado que las fuerzas estadounidenses sufrirían un revés de semejantes proporciones. 

La derrota a manos de los talibanes  es más profunda que la sufrida en Vietnam (1964-1975). Ello porque en Vietnam del Norte y la insurgencia en Vietnam del Sur Estados Unidos enfrentó al conjunto del campo socialista. Tanto la Unión Soviética como China brindaron un enorme apoyo logístico a Vietnam del Norte.  Los norvietnamitas contaron con aviones y avanzados misiles antiaéreos que limitaron las acciones aéreas estadounidenses. En tierra dispusieron de una amplia gama de blindados y camiones para movilizar tropas e insumos. Los insurgentes talibanes, en cambio, no tuvieron respaldos internacionales más allá que los facilitados por ayudistas ocasionales. Algunos donantes saudíes y aliados soterrados en Paquistán, donde sobresale el  Inter-Services Intelligence (ISI)  el enorme servicio de inteligencia paquistaní. En consecuencia, la soledad de los talibanes contrasta con el poderío estadounidense con amplio respaldo, en tropas y armas, del conjunto de los países miembros de la OTAN,  que reúne a los ejércitos más avanzados de los países desarrollados.

El gran fracaso

Estados Unidos, pese a intentarlo con sus mejores tropas e inversiones masivas, fue incapaz de consolidar un régimen político afín Para dicho objetivo destinó enormes recursos para crear un ejército afgano, de 300 mil soldados, con miras a asegurar que el país no fuese infiltrado por organizaciones que desarrollaban operaciones terroristas. Cuatro ocupantes sucesivos de la Casa Blanca movilizaron ingentes recursos para vedar en forma definitiva el territorio afgano como base de operaciones para Al Qaeda, el Estado Islámico u otras organizaciones yihadistas.

La pesadilla de los ataques contra las Torres Gemelas  y el Pentágono alimentaron el clamor  por un desquite. En Washington, con George Bush, gobernaba la corriente neo conservadora, motejada como los “neocon”,  convencida de que Estados Unidos gozaba de una supremacía indisputada. Desde  esa creencia  de invulnerabilidad abogaron por intervenir allí donde percibieron amenazas a su hegemonía. Los ataques contra Nueva York y Washington crearon las condiciones propicias para las invasiones a Afganistán (2001) e Irak (2003). Los ideólogos neocon se propusieron rediseñar el Medio Oriente e incorporar a esta vasta región al proceso de globalización.

El Islam en su vertiente yihadista era percibido como una amenaza para el conjunto del sistema internacional. En el Departamento de Estado y el Pentágono existía conciencia de las aspiraciones yihadistas pues le fueron comunicadas por colaboradores estrechos. Uno de los más prominentes fue el teniente general paquistaní Hamid Gul, jefe del mencionado todo poderoso servicio de espionaje  ISI, quien dijo en 1989: “Estamos librando una yihad y esta es la primera brigada internacional islámica de la era moderna. Los comunistas tienen sus brigadas internacionales. Occidente tiene la OTAN. ¿Por qué los musulmanes no podemos unirnos y formar un frente común?”.  El analista estadounidense Samuel Huntigton no pudo imaginar cuan profética resultaría su advertencia sobre la amenaza que presentarían las fuerzas islamistas: “Ellos han derrotado a una de las superpotencias (la URSS) y ahora están trabajando sobre la segunda (EEUU)”.

El mando de Al Qaeda, por su parte, había proclamado la siguiente fatwa: “La decisión de matar a los norteamericanos y sus aliados, civiles y militares, es un deber individual de todo musulmán en cualquier país donde sea posible” (23 de febrero de 1998). Bin Laden reivindicó ataque del 11 de septiembre del 2001 con esta declaración ante la cadena de televisión quatarí Al Jazeera: “He aquí a Estados Unidos golpeado por Alá en su punto más vulnerable, y destruidas, gracias a Dios, sus obras más prestigiosas (…) Vientos de cambio soplan en la Península Arábiga, y juro a Alá que los estadounidenses jamás volverán a sentirse seguros a menos que nosotros nos sintamos seguros y a salvo en nuestra tierra y en Palestina, a menos que Israel sea expulsada de Palestina y las fuerzas extranjeras abandonen Arabia Saudí”.

Ante la negativa del Afganistán talibán de entregarles bin Laden y sus estrechos colaboradores Estados U/nidos lo invadió el 7 de octubre 2001. Las tropas estadounidenses ocuparon Kabul en pocas semanas. Debieron recordar las palabras del general británico  Charles Callwell que entró a la capital afgana el siglo antepasado y después de un tiempo  sentenció: “No se conquista Kabul”. Lo que quiso decir es que es posible ocupar la capital afgana pero nadie puede estar seguro de por cuánto tiempo ello será posible. También es recordada su afirmación: “La guerra de guerrilla es a lo que los ejércitos regulares siempre más deben temer”.  

La caída de Kabul es un revés estratégico  de tal magnitud que ha desatado ya un profundo debate sobre el alcance del poder estadounidense. Muchos coinciden que ya hace algunos años concluyó el siglo americano. Al respecto el destacado analista estadounidense Francis Fukuyama señala. “La verdad de las cosas es que el fin de la era americana ocurrió mucho antes. Las causas de largo plazo de las debilidades y la declinación de Estados Unidos son más domésticas que internacionales. El país seguirá siendo una gran potencia por muchos años, pero cuan influyente será dependerá de su capacidad de superar sus problemas internos, antes que los de su política exterior…la cúspide del hubris  de Estados Unidos fue la invasión a Irak en el 2003”. Entonces esperaba hacer de Afganistán e Irak países modernos a la imagen de occidente.

Los talibanes que distan de ser un todo homogéneo, deben generar un gobierno capaz de enfrentar una situación económica desastrosa. Cerca de un cuarto de la población, de casi 40 millones de personas, está amenazado por   una hambruna causada por una larga sequía. La guerra y, como no, el Covid-19 han causado estragos. El Kabul emergente deberá buscar respaldos económicos y políticos. En todos los espectros de la comunidad internacional existe preocupación por un posible auge del yihadismo inspirado en la victoria talibana. A lo anterior se suma  la irrupción del Estado Islámico, con una trayectoria de intolerancia que evoca la inquisición, con crímenes masivos contra disidentes,  con aplicación de métodos represivos bárbaros contra  las mujeres y un desprecio absoluto por la libertad  de las personas. La vida nunca ha sido fácil en Afganistán y ello es algo que no tiene visos de cambiar en el futuro previsible.

**Raúl Sohr es autor del libro “El terrorismo yihadista” en el cual reseña las guerras afganas y detalla las características tanto de los talibanes, Al Qaeda como el Estado Islámico. (Editorial Debate).

Lecciones de Afganistán

July 29, 2021 Comments off

Se sabe cómo empiezan las guerras pero no se sabe cómo terminarán, reza un viejo decir. Es una máxima que debió tornarse recurrente para Donald  Rumsfeld tras 20 años de conflicto continuo En su condición de ministro de Defensa, del Presidente George Bush,  Rumsfeld impulsó los ataques de Estados Unidos contra Afganistán en octubre del 2001, y luego contra Irak, en marzo del 2003, para culminar este último conflicto  en diciembre del 2011. La intervención militar estadounidense en Kabul concluirá, formalmente, el 11 de septiembre de este año. En los hechos terminó con la evacuación de la estratégica base aérea de Bagram,  en las afueras de la capital afgana.  En forma creciente las fuerzas estadounidenses habían restringido sus operaciones a vuelos tanto de aviones como drones. Rumsfeld no pudo participar en las ceremonias recordatorias de sus 2.312compatriotas uniformados muertos en tierras afganas. Él, un gran instigador de ambas guerras,  falleció el 21 de junio pasado.En lo que toca al futuro de Kabul lo único claro es la partida de las tropas de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), encabezadas por Washington.  Aparte del retiro de los uniformados también abandonan el país unos 17 mil empleados civiles contratados por empresas privadas que realizan servicios diversos en logística, seguridad, cocina  y tareas de apoyo. Estos empleados formaron parte de la privatización de prestaciones militares a costos bien inferiores a la de los soldados regulares. Qué ocurrirá ahora es algo que está por verse y que se dirimirá en la lucha entre el gobierno y los insurgentes talibanes. Según algunas estimaciones los combatientes integristas ya tienen el control efectivo de un tercio del país. A medida que se acerca la fecha de la partida definitiva de las fuerzas occidentales recrudecen los combates.  El estado de ánimo en la Casa Blanca fue resumido por el Presidente Joe Biden. Al ser consultado por periodistas  por el retiro de sus tropas replico :  “Hombre, quiero hablar sobre cosas más alegres”.

La pregunta clave tras  cada guerra es quién la ganó. La respuesta depende de los objetivos de cada uno de sus protagonistas. La intervención militar en Afganistán, la guerra más larga de la historia estadounidense, comenzó pocos días después de los fatídicos ataques de Al Qaeda. contra las Torres Gemelas y el Pentágono. La responsabilidad por la agresión fue asumida por Osama bin Laden. En consecuencia, Washington dio un ultimátum al gobierno talibán para que le entregase a instigadores y responsables del ataque. Bin Laden  tuvo un rol clave en la lucha contra los invasores soviéticos lo que le aseguraba un sólido respaldo de los  talibanes ante la exigencia estadounidense. Kabul rechazó de plano entregar a su huésped lo que, como anticipado, precipitó el ataque contra la nación asiática. La rapidez de la respuesta bélica era proporcional al profundo impacto causado por la agresión. Al calor de la emoción, sin meditarlo mayormente, la primera potencia militar consideró casi un trámite desbancar a los perpetradores del peor ataque contra  su territorio continental.  

 La ofensiva contra Kabul planteaba grandes desafíos para Washington. Un primer obstáculo era la distancia. Pero los estrategas del Pentágono partieron de la premisa que la lejanía del enemigo no era un problema mayor. Para efectos bélicos la distancia era un dato secundario. A fin de cuentas Estados Unidos había trabajado bajo la consigna de su fuerza aérea : “poder global, alcance global”. Los bombarderos estratégicos, en combinación con la aviación táctica desde portaaviones, complementados por misiles crucero, pueden alcanzar con contundencia cualquier punto del planeta. Claro que, lo contrario, también es cierto: unos cuantos terroristas con precarios medios pueden cruzar el globo y golpear a voluntad. .

          Varios teóricos militares señalaron las dificultades que enfrentaría un ejército para dominar a un enemigo local bien atrincherado en un terreno montañoso. Para obviar esta dificultad y contar con la indispensable infantería Washington echó mano a tropas nativas agrupadas en la Alianza del Norte. Esta consistía en una variedad de grupos de muyahidines que combatieron contra la invasión soviética. En su mayoría integrada por uzbekos y taiyikos que gobernaron el país entre 1992 y 1996. La pésima gestión amén de la corrupción, que aumentó el contrabando y el narcotráfico en la región, culminaron con su derrota a manos de los talibanes, que los forzaron a replegarse al norte del país.

         El mayor problema para el Pentágono, sin embargo, fue el abismo cultural entre los atacantes occidentales y la población afgana. ¿Cómo operar en un país fragmentado por divisiones étnicas?  ¿Cómo obtener información e inteligencia confiables en un país donde se hablan decenas de dialectos? Y, más importante aún, ¿cómo llevar adelante una guerra sicológica contra mentes que piensan tan distinto y corazones que laten a otros ritmos? Una cuestión clave: en última instancia en todo conflicto la moral o voluntad de lucha de la población y los combatientes es un factor decisivo. Los ejemplos de los desaciertos norteamericanos en el campo de la propaganda quedaron estampados en millares de volantes lanzados sobre Afganistán. En ellos se advertía que el país sería atacado por “aire, mar y tierra”. ¿Mar? Los afganos ignoraban que su país, mediterráneo, estuviese bañado por agua salada. Ni hablar de la utilización de las censuradas bombas de racimo, cuya submunición o bomblets es de color amarillo, el mismo de los paquetes con alimentos que fueron arrojados desde el aire, tal como las bombas. Para prevenir confusiones lamentables debieron distribuirse aún más volantes, con la siguiente advertencia: “Por favor, tengan mucho cuidado cuando encuentren objetos amarillos no identificados en áreas bombardeadas”. Cortesía que frisa en lo macabro en un país con más de 70 por ciento de analfabetismo, donde, además, se habían clausurado las escuelas para toda la población femenina.

         A favor de los atacantes, en el ámbito psicológico, gravitó un factor inesperado: el bombardeo sistemático, también llamado de “alfombra”,  a una altura inalcanzable para la artillería antiaérea rompió el esquema de combate de los talibanes. Los fundamentalistas esperaban ver a sus enemigos cara a cara para medir su temple. Contaban con tomar prisioneros para degollarlos y desmembrarlos, como lo hicieron con centenares de rusos, aterrorizando a sus camaradas de armas. Pero en dos meses de bombardeos los talibanes no vieron una sola cabellera rubia. La perspectiva de que recibir un castigo en la más absoluta impotencia por tiempo indefinido erosionó la moral de los defensores.

Los pilotos navales inauguraron una técnica de ataque táctico que se revelaría devastadora. Se trató del empleo conjunto de drones que vuelan a baja altura y unidades pilotadas que se desplazan sobre los cinco mil metros. Los drones, exploran y filman todo lo que encuentran a su paso. Apenas detectan un objetivo transmiten sus coordenadas -“en tiempo real” como dicen en la jerga técnica– a los aviones de combate táctico que circundan la zona. Estos descargaban un misil en cuestión de segundos.

 El Pentágono exhibió un clip extraordinario que mostraba el disparo de un lanzagranadas talibán. Aún no se ha desvanecido la estela del proyectil cuando ya un misil impacta en el mero punto de donde provino el tiro. Este lapso de lo que los americanos llaman sensor to shooter (“del sensor al gatillo”) era de pocos minutos en la  guerra de Kosovo; en Afganistán se redujo a unos segundos. Hoy sensor y gatillo están integrados.

Los bombardeos norteamericanos inhibieron los desplazamientos de los talibanes, y de este modo sus adversarios pudieron moverse con mayor libertad. En el terreno no hubo grandes batallas. Una tras otra, las ciudades, incluidas Kabul y la emblemática Kandahar, fueron abandonadas por sus ocupantes y tomadas por la Alianza del Norte tras algunas escaramuzas.

Finalmente, la clave de la derrota de los talibanes hay que buscarla en ellos mismos. Su mentalidad sectaria y consiguiente odiosidad hacia vastos sectores de conciudadanos resultan difíciles de igualar. Si alguien alguna vez mereció el calificativo de fundamentalista, en un sentido literal, es el mulá Mohamed Omar, el líder espiritual talibán, quien declaró que su meta era: “Recrear los tiempos del profeta (…) Queremos vivir la vida como la vivió el profeta hace 1400 años”. Los mulás exhiben una misoginia que Omar expresa de manera descarnada: “Por su naturaleza la mujer es un ser débil y vulnerable a la tentación (…) Una mujer que deja su casa para ir a trabajar, en forma inevitable tomará contacto con hombres extraños. Y, como lo muestra la experiencia en los países occidentales, este es el primer paso hacia la prostitución”.

El retorno talibán

Pese a la galopante derrota inicial los talibanes lograron sobrevivir. Muchos de sus prisioneros fueron asesinados por sus captores. Otros fueron trasladados a la prisión de Guantánamo donde algunos aún languidecen tras las rejas.  La incompetencia y los niveles inauditos de corrupción del gobierno afgano dejaron espacio para la reconstitución de los insurgentes. Un ejemplo del abuso de las instituciones quedó la vista el ejército afgano que llegó a contar  con más de un millar de generales. Las regiones, cual feudos, siguieron gobernadas por los tradicionales señores de la guerra, ahora presentados como respetables funcionarios estatales. En los hechos estaban al servicio de respectivos clanes.

Según Naciones Unidas Afganistán mantuvo un alto nivel de producción de uno de su principales productos de exportación: el opio.que le reportó 355 millones de dólares Pese la guerra, en 2020,  la producción aumentó en 37 por ciento en relación al año anterior,  con un total  estimado de 6.300 toneladas de opio.  Los cultivos de  amapolas  alcanzaron a las 224 mil hectáreas. Uno de los niveles más alto desde que se tienen registros.  Pese a que Washington destinó más de dos trillones de dólares a financiar la guerra deja al país tan pobre como estaba a su arribo

Estados Unidos se retira amenazado por una teocracia misógina y retrograda. Los niveles de inseguridad aumentan conforme se libran nuevas batallas por el control de los territorios. La derrota sufrida por Washington consolidará el mote de Afganistán como “ el “cementerio de los imperios”. A fin de cuentas los antiguos griegos, mongoles,  británicos y soviéticos fueron obligados a evacuar el país después de regar con sangre  su altiplano. Pero como es sabido en política internacional no existe el vacío. La derrota de uno puede ser la amenaza o la oportunidad para otro.  Por lo pronto, China, que tiene frontera con Afganistán, observa con cierto nerviosismo la posibilidad de un estado controlado por islamistas militantes. Beijing ha declarado un política  de “no interferencia” en los asuntos afganos. Aunque en su momento China cooperó en la esfera de inteligencia con Estados Unidos en la campaña por desalojar a los soviéticos del país. Hoy Beijing y Moscú comparten una misma preocupación frente a un islamismo militante que irradie una ideología de autonomismo islámico   a  las vastas regiones del sur de Rusia donde habita una importante población musulmana. China, por su parte, enfrenta una situación compleja en su provincia de Xinjiang donde es acusada de severas violaciones a los derechos humanos de su población musulmana. Beijing ha mostrado gran discreción sobre sus relaciones con Kabul. China, en todo caso,  mantiene contactos con los talibanes y les habría manifestado que está disponible para contribuir a la reconstrucción del país. Es la vías más eficaz para neutralizar la vocación mesiánica de un movimiento cuyo solo nombre es sinónimo de radicalismo. Como en su momento Estados Unidos también China vehicularía su ayuda con la cooperación de Paquistán, que tiene un ascendiente sobre los talibanes originarios de la madrazas paquistaníes. India, por cierto, sigue muy de cerca los desarrollos políticos y militares que alteran la ecuación de poder regional. Así se configura un nuevo rompecabezas en  una zona que camina a casi medio siglo de conflictos armados. 

fin

Trump y los talibanes.

September 12, 2019 Comments off

 

El Presidente Donald Trump preparaba un golpe de efecto. Esta semana, en que se conmemoran 18 años del ataque contra las Torres Gemelas en Nueva York, el 11/9/2001, se reuniría, en el retiro presidencial de Camp David, con  una delegación talibanes que combaten en Afganistán. Allí debían considerar un borrador de acuerdo de paz. En él se estipulaba, entre otros puntos el retiro de las tropas estadounidenses. Los talibanes se comprometían a no permitir ataques terroristas a partir de su territorio. Pero todo quedó en nada pues el encuentro, que culminaba un año de negociaciones de paz, fue suspendido a último minuto. Trump declaró muertas las negociaciones. Dijo que no recibiría una delegación de fuerzas que perpetraron,  días antes,  un atentado en el cual  murió un soldado estadounidense  junto a una docena de personas. A la par Mike Pompeo, el secretario de Estado, declaró a la prensa, sin entregar mayores antecedentes,  que tropas estadounidenses habían dado muerte “a más de mil talibanes” en los últimos diez días.

Estados Unidos invadió Afganistán en octubre del 2001 para capturar a Osama bin Laden y acabar con su organización Al Quaeda, la causante de los atentados que dejaron más de tres mil muertes. Así Washington se deslizó en la guerra más larga de su historia. Tan solo Estados Unidos ha perdido 2.300 uniformados y 25.000 han resultado heridos en acción. Según el Presidente afgano Ashraf Ghani el ejército afgano ha perdido 45.000 hombres desde que asumió en 2014. El costo económico de la guerra para Estados Unidos, según el Pentágono, asciende a  760 mil millones de dólares.  En su momento de mayor presencia Washington desplegó más de 100 mil efectivos. Hoy mantiene catorce mil uniformados y once mil civiles contratados para tareas de seguridad y logística.

Hoy ninguno de los bandos puede doblegar a su enemigo. Estados Unidos no puede derrotar a los talibanes y éstos no pueden capturar las grandes ciudades. Los insurgentes islámicos ejercen variados niveles de control en  alrededor de la mitad del país donde reside un tercio de la población.  Trump se preguntó con cierta exasperación  acaso “¿Quieren guerrear por décadas?”. Al parecer los talibanes, que luchan como locales,  tienen menos apuro por firmar la paz. Un retorno al poder de los fundamentalistas islámicos representa, en todo caso, una amenaza para el conjunto de la sociedad secular y las mujeres en particular. Los talibanes cerraron todas las escuelas para niñas cuando fueron gobierno.

En el horizonte estadounidense se perfilan las elecciones presidenciales del 2020. Entre las promesas electorales de Trump, en  2016, figuraba retirar a sus tropas de la remota nación asiática.  Enfrentar los próximos comicios sin sacar a sus tropas del pantano afgano lo deja con un flanco vulnerable.

Afganistán y sus mil generales

August 24, 2017 Comments off

“Afganistán es una pérdida total. Es hora de volver a casa”  tuiteó Donald Trump en 2012. Está semana, instalado en la Casa Blanca, viró en 180 grados y anunció el despacho de más tropas para continuar la guerra que Estados Unidos inició hace 16 años, que ya es la más larga de su historia. No precisó la cantidad de efectivos pero se estima que podrían ser unos cuatro mil que reforzarán a los ocho mil que combaten en el país asiático. En todo caso prometió que  “Nosotros no vamos a construir la nación nuevamente…Vamos a matar terroristas”.  Concluyó su mensaje prometiendo la victoria que les ha resultado tan elusiva.  Pero no aclaró qué tendría que ocurrir para proclamar que había vencido.

Kabul y Washington  enfrentan la poderosa  insurgencia de los talibanes que ha cobrado la vida de unos dos mil estadounidenses. Pero quizás un enemigo tan peligroso como los fundamentalistas islámicos es la incapacidad y corrupción del  gobierno afgano. Esto no es nuevo. En las semanas que precedieron la invasión a Afganistán, el 2001,  unidades norteamericanas y británicas se infiltraron en el país con la misión de explotar las divisiones de un país fragmentado en clanes dominados por atávicos odios tribales y étnicos. El arma era el dinero para comprar lealtades. Seguían la vieja enseñanza del Presidente mexicano Álvaro Obregón (1920-1924) que afirmaba: “Yo no conozco a ningún general que aguante un cañonazo de 50.000 pesos”. En el caso de los líderes afganos los cañonazos ascendían en promedio los 200 mil dólares. Esto era lo que exigían a los caudillos para que junto a sus seguidores para cambiar de bando y abandonar el régimen talibán.

La invasión de las fuerzas occidentales en nada cambió la corrupción generalizada. Una demostración es el hecho que el país cuenta con mil generales de ejército  bien remunerados además de sus respectivos guardaespaldas, una importante señal de estatus.  Los grados de coronel y general son comprados a buen precio sin que los que ostentan los galones tengan calificación alguna. Algunos no superan los 30 años. Estados Unidos cuenta con 886 generales  y Chile con 49.

La estrategia militar de  Trump postula metas pero no plazos. La intención es desmoralizar a los talibanes al no señalar una fecha de salida del país. Es necesario tener en cuenta que los afganos derrotaron en su tiempo a los británicos y más tarde a los soviéticos. Nadie ha logrado someterlos durante mucho tiempo. Cuando no han luchado contra extranjeros  lo hacen entre ellos y  a lo largo de décadas. Así que lo más probable es que sean los invasores de turno los que terminen por abandonar las inhóspitas alturas altiplánicas.

Una opción considerada por Trump, a sugerencia del ex asesor estratégico Steve Bannon, fue el despacho de tropas mercenarias encuadradas por empresas privadas. Así el Estado se libraría hasta cierto punto de la presión política que ocasionan las bajas. Esta posibilidad fue desechada por los generales presentes en la Casa Blanca así como por el Pentágono. Un líder talibán, por su parte, declaró estar dispuesto a combatir por los próximos 16 años.

 

 

Éxitos y fracasos de Obama

January 12, 2017 Comments off

Al concluir sus mandatos el Presidente Barack Obama deja la interrogante  sobre cuál es su legado. El primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca con la consigna: “Si podemos”, entusiasmo a millones de sus compatriotas. Era la hora del cambio en una sociedad con un triste legado de opresión racial. Unos once millones de inmigrantes, que no cuentan con residencia  permanente y viven al margen del sistema, esperanzados aguadaron una prometida reforma migratoria que regularizaría su situación.

La paradoja es que en el campo social, que se suponía sería el fuerte de Obama, las cosas no marcharon como esperaba. No logró la ansiada reforma migratoria y los millones de latinos esperan temerosos la ofensiva de deportaciones anunciadas por Donald Trump que ha anticipado que, de entrada, expulsará a unos tres millones de personas. En el frente racial a lo largo de su gobierno se vivieron varios episodios de ciudadanos negros asesinados por policías. Algunos de estos incidentes motivaron violentos desórdenes callejeros. Obama no se cansó de insistir en la necesidad de reducir la tenencia de armas de fuego. Una de las razones por la que la policía, más allá de sus sesgos étnicos, es de gatillo fácil es por el temor a enfrentar sospechosos armados. El fracaso en este campo fue total pues hoy los estadounidenses acumulan más armas de fuego que al inicio de su gestión. Tampoco logró cerrar en forma definitiva el campo de detención de Guantánamo en que aún hay presos que no han sido juzgados. Lo que si logró fue reducir de manera sustantiva el despliegue de tropas estadounidenses en Irak y Afganistán.

El otro lado de la moneda y quizás el más inesperado es el notable éxito de su gestión económica. Obama heredó en pleno la crisis del “subprime” en 2008. La tasa de desempleo llegó hasta 7,8 por ciento en el 2010. Hoy al entregar el gobierno ha bajado a cinco por ciento. La inflación es baja y quien lo hubiese dicho cumplió con la promesa de reducir  en 60 por ciento la dependencia del petróleo importado. En contrapartida aumentó en casi 300 por ciento la producción de energía solar y eólica. Esto en línea con los acuerdos asumidos a nivel mundial para bajar las emisiones de CO2 causantes del calentamiento global.

La frustración de haber jugado todo su capital político a favor de Hillary Clinton para terminar con Trump, que es el total opuesto a sus planteamientos, debe ser enorme. Pero debe consolarle haber culminado la presidencia con una popularidad que muchos mandatarios envidiarían. Las últimas encuestas le otorgan un 57 por ciento de aprobación. Su imagen crecerá con el tiempo. Su condición de orador excepcional y estilo personal trascenderá a la coyuntura política. Como suele ocurrir en política mucho dependerá del contraste con su sucesor.  En este campo, a juzgar por las polémicas desatadas por Trump incluso antes asumir la presidencia, las cosas pintan bien para Obama. En todo caso en Estados Unidos no es posible repostular a la presidencia después de haber cumplido dos mandatos. Así a los 55 años se jubila para siempre de la política de primera línea.

La CIA y su nuevo enfoque

March 12, 2015 Comments off

John Brennan, el director de la CIA, anunció la semana pasada una reestructuración mayor de la agencia de espionaje estadounidense. Cada cierto tiempo la CIA realiza cambios drásticos en sus estructuras. Ellos son importantes dada su gravitación e injerencia a nivel internacional. Brennan señaló que  “No quiero solo ser parte de una agencia que informa sobre los incendios en el mundo, y el colapso de diversos países y sistemas”. De sus palabras se deduce que desea una participación más activa en los conflictos. Es esta voluntad de estar más presente en los campos de batalla la que le ha acarreado dificultades. En Estados Unidos hay quienes llaman a la CIA las tropas del Departamento de Estado. Con lo que quieren decir que son las que realizan las operaciones de política exterior. Más allá de apreciaciones burocráticas la CIA participa en bombardeos realizados mediante aviones no tripulados, drones,  y en el apoyo a facciones combatientes.

Brennan y las CIA han salido muy mal parados luego de un informe senatorial sobre la aplicación metódica de torturas, secuestros de personas y lugares secretos de detención. Además de mentir sobre presuntos éxitos logrados gracias a  las torturas. El propio Brennan reconoció que los métodos empleados eran “horrorosos”. Pero la admisión no le impidió anunciar un cambio, quizás el más importante, que consistirá terminar con la separación entre los agentes operativos y los analistas. En la gran mayoría de los servicios de inteligencia hay departamentos distintos que separan  a los que interpretan la información para convertirla en inteligencia de quienes actúan sobre su base. El motivo para mantenerlos distantes es que quienes analizan no se involucren en las operaciones. Eso para asegurar mayor objetividad y frialdad en el análisis. Algo que ayuda a no cometer errores en terrenos resbaladizos donde hay pocas certezas. Uno de los mayores errores de la inteligencia militar chilena durante la dictadura fue no ejercer esta separación. Los que recababan información eran los mismos que luego ejecutaban las misiones. Una vez que llegaban a una conclusión en la fase indagatoria ya estaba firmada la sentencia.

Una de las novedades en la CIA es la creación de una nueva ala destinada a la innovación digital. A juicio de Brennan las ciberamenazas y el empleo de tecnología digital jugarán un papel determinante en los conflictos futuros. Señaló que quienes no anticipen esta situación corren el riesgo de sufrir la misma suerte que la empresa Kodak que no supo reaccionar a tiempo.

Fallos de inteligencia.

Las limitaciones de la inteligencia occidental quedaron claras durante la guerra en Afganistán. Marc Gerecht, quien trabajó para la CIA, en el Medio Oriente durante nueve años, criticó hace algún tiempo a la agencia por “burocrática, no le gusta asumir riesgos, y su programa de contraterrorismo en el Medio Oriente es un mito” Otro funcionario con experiencia en la región declaró: “Probablemente la CIA no tiene un solo funcionario calificado, que hable árabe y haya vivido en el Medio Oriente, que pueda pasar por fundamentalista. Y menos que se presente de voluntario para pasar años con una comida atroz y sin una mujer en las montañas de Afganistán”. Otro agente agregó: “Operaciones que impliquen diarrea como forma de vida simplemente no se ejecutan”. Quizás esto explique por qué Estados Unidos fue tomado por sorpresa por la ofensiva del  Estado Islámico que el año pasado arrasó con el ejército iraquí.

Las tropas fantasmas

December 4, 2014 Comments off

Un negocio muy rentable: cobrar sueldos y mantención por tropas inexistentes.  Haider al-Abadi , el Primer Ministro iraquí,  viene de denunciar ante el parlamento que en su país hay al menos 50.000  soldados inexistentes, por los que otros perciben sus ingresos. La paga  promedio del soldado iraquí es de 600 dólares. De manera que el monto del fraude es del orden de los 350 millones de dólares. Bueno, si esa es la cifra real  de los muertos, desertores y quienes se han ido a casa pero que permanecen en las nominas de pago. El diputado Hamid al-Mutlaq, miembro de la comisión de Seguridad y Defensa, cree que, en realidad,  la cifra podría alcanzar al triple. Vale decir 150.000  uniformados fantasmas.  Si este fuera el caso explicaría la facilidad con que los yihadistas del ISIS han ocupado un tercio del país en cuestión de pocos meses. A fin de cuentas en el papel el ejército iraquí dispone de 270.000 efectivos. Ahora, claro, nadie osaría decir cuál es la cifra exacta en estos días.  Pero cualquiera sea el monto del fraude ha quedado al descubierto la magnitud de la corrupción militar iraquí. Es una gran trenza que involucra desde generales a cabos.

En Irak el escándalo ha quedado al descubierto por la reciente debacle militar sufrida ante los fundamentalistas islámicos. En América Latina también se han detectado soldados fantasmas. Ocurrió en la guerra entre El Salvador y Honduras en 1969. Fue el primer conflicto bélico  en el hemisferio desde la Segunda Guerra Mundial. El choque entre ambas naciones centroamericanas es  recordado como la “guerra del fútbol”,  pues las fricciones entre ambos países aumentaron durante los partidos para clasificar al mundial de 1970. El hecho es que tropas salvadoreñas atacaron a Honduras en varios frentes. En uno de los enfrentamientos quedó al descubierto que la guarnición hondureña de Santa Rosa de Copán, que en teoría disponía de un millar de efectivos, en realidad apenas contaba con 463. La dotación restante no pasaba de ser una ficción administrativa que permitía a los comandantes y algunos de sus oficiales cobrar un presupuesto por mil sueldos y bocas.

Las guerras desnudan los fraudes realizados en los cuárteles y que son difíciles de detectar en tiempos de paz. Proverbiales son los estallidos de arsenales. Es cierto que contienen elementos altamente explosivos pero en muchos casos se ha constatado que son deliberados. El propósito ese blanquear ventas en el mercado negro o bien ocultar compras  de armas inferiores a las declaradas.

Mucho peor, en todo caso, es lo ocurrido con los llamados “falsos positivos” en Colombia  donde militares cobraban por  matar a inocentes para ganar premios. Es lo que ha pasado en Colombia en la guerra contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Un positivo, en la jerga castrense,  es dar muerte a un insurgente.  Pero si es un civil cualquiera se configura un falso positivo. Mandos castrenses  colombianos   estimularon crímenes de inocentes para hacerlos pasar por positivos. A cambio los asesinos uniformados recibían semanas de vacaciones y remuneraciones del orden de los dos mil dólares. La  Procuraduría  ha investigado  por presuntas ejecuciones extrajudiciales a 2.742 miembros del Ejército.

Afganistán: fuego verde sobre azul

August 9, 2014 Comments off

El general de dos estrellas Harold Green,  del ejército estadounidense, murió alcanzado por los disparos de un soldado afgano.  En la fatal descarga fueron alcanzados otros 15 militares más, entre ellos un brigadier-general alemán, un general afgano junto a otros altos oficiales occidentales. El atacante fue muerto en el sitio del suceso, Camp Qarga que alberga la  Universidad Nacional de Defensa, en la que son formados los oficiales del ejército nacional afgano.

En la jerga militar los incidentes son catalogados  por colores. En los ejercicios bélicos occidentales siempre las fuerzas propias son azules. Los enemigos, no era difícil de imaginar,  son los rojos. En caso de fuego amigo, cuando por accidente soldados son alcanzados por su propio bando, se habla de azul sobre azul. En Afganistán, donde se han registrado numerosos ataques deliberados por parte de soldados criollos contra aliados extranjeros, se aplica el rotulo de verde sobre azul.  2012 fue el año récord de este último tipo de agresiones:  62 soldados, en su mayoría norteamericanos, murieron en una cuarentena de balaceras.  Ello representó cerca de un cuarto  de las bajas fatales de las fuerzas foráneas dicho año.   Los ataques  por parte de quienes cabría esperar gratitud por compartir su destino en el campo de batalla, contra los insurgentes talibanes, minó la confianza de las fuerzas de la coalición encabezada por Estados Unidos. Para aminorar los riesgos fueron tomadas ciertas precauciones entre las que destacó la táctica del “ángel guardián”. En cada encuentro, desde un ejercicio de instrucción a un partido de fútbol o un asado, un par de soldados occidentales montaban una guardia armada, lo más discreta posible para no ofender a las tropas nativas. 

Las investigaciones sobre las causas de los ataques sorprendieron al Pentágono. La sospecha inicial apuntaba a talibanes infiltrados.  En realidad el grueso de las agresiones fueron ejecutadas por soldados descontentos. A menudo la causa fue el resentimiento contra lo que estimaban un falta de respeto por parte de las tropas occidentales. En este último incidente, el más grave de todos,  los talibanes no se han adjudicado la autoría. El futuro de la presencia Occidental en  el disputado país asiático es complejo. Todos los miembros de la coalición internacional han retirado sus efectivos o están en proceso de hacerlo. Estados Unidos se propone acabar con todas sus misiones de combate a fines de este año y completar la retirada para el 2016. Ello pese a que la amenaza de los talibanes está tan presente como siempre. 

Estados Unidos invadió Afganistán, en 2001, luego que el gobierno talibán rechazó la entrega de  Osama bin Laden y otros líderes de Al Qaeda que residían en el país. Los fundamentalistas islámicos guiados por el mulá Omar, cuyo paradero todavía es un misterio, replicaron que la hospitalidad acordada a bin Laden no era negociable. El Presidente George W. Bush, bajo el impacto de los atentados del 11-S-2001, despachó tropas que llegaron a sumar  los 100 mil efectivos. Han pasado  casi 13 años, la guerra más larga librada por Washington,  con un enorme costo humano y material. Pero al igual que los británicos en el siglo XIX y los soviéticos en el siglo XX en este siglo los estadounidenses dejarán el país sin lograr la anhelada victoria.

Los peligros del 5774

September 6, 2013 Comments off

Esta semana, el calendario judio viene de celebrar el ingreso al 5774. Y como es la tonica en el Medio Oriente, la mayoria de sus habitantes miran con inquietud el futuro de la region. El grueso de los israelies no cree, en todo caso, que ante un ataque estadounidense contra Siria, Damasco responda con el disparo de misiles en su contra. La confianza israeli descansa en la enorme superioridad militar de Israel sobre Siria. Ello no impide que muchos israelies renueven los filtros de sus mascaras de gases. Largas filas se han formado en algunos puntos de distribucion. Por su parte el gobierno israeli disparo un misil sobre el Mediterraneo. Este fue detectado por los rusos que lo dieron a conocer. Las autoridades israelies dijeron que era un ejercicio planificado con anterioridad. En la jerga diplomatico-militar a este tipo de actividades se les llama “senales”.
El gobierno sirio, por su parte, ha adoptado ya una serie de medidas defensivas como por ejemplo proteger su fuerza de misiles. Estos, sin duda, figuraran en la primera linea de los bombardeos norteamericanos. Su destruccion representaria una merma seria a la capacidad disuasiva de Damasco.
Iran ha mantenido un bajo perfil desde el empleo de sustancias quimicas en Siria un par de semanas atras. Dicho sea de pasada las intervenciones militares estadounidenses en la region han favorecido a Teheran. La caida de los Taibanes en Afganistan, enemigos acerrimos de los iranies, y la derrota de Saddam Hussien en Irak, pais con el cual Iran libro la guerra mas larga del siglo pasado, terminaron por aumentar la influencia irani en la region.
Ahora la respuesta de Teheran apunta al fortalecimiento de sus aliados locales. El principal aliado de Siria e Iran es Hezbola, la organizacion politico millitar chiita, que controla buena parte del sur del Libano. Sus milicianos, que combaten junto al regimen sirio, han sido movilizados a un nivel de alerta y a ocupar sus posiciones de combate. Entre las instrucciones figura apagar todos los telefonos moviles para evitar que se detecten sus desplazamientos.
En el estado de incertidumbre y complejas rivalidades del Medio Oriente nadie puede pronosticar con certeza que impacto tendra un ataque aereo contra el regimen de Damasco. Siempre cabe invocar el viejo decir que se sabe como empiezan las guerras pero nunca se sabe como terminaran.

Menos guerra, menos drones.

May 24, 2013 Comments off

El empleo de aviones no tripulados, los llamados drones, son objeto de una creciente crítica. El Presidente Barack Obama, con el propósito de tranquilizar a la opinión pública estadounidense e internacional, aclaró las condiciones bajo las cuales operaran estas plataformas robóticas armadas que, hoy por hoy, son los instrumentos predilectos para atacar a presuntos terroristas.
Obama dijo que el empleo de Drones constituía un arma legítima en “una guerra justa”. Cabe preguntarse cuál guerra pues difícilmente la campaña contra las organizaciones yihadistas , en diversos países, puede catalogarse como una guerra. En rigor es una campaña contra núcleos militantes de poco peso. Peligrosos sí, pero siempre habrán grupos que recurran al método terrorista y ello no permite hablar de guerra y todo lo que ella conlleva. El propio Obama admitió en su alocución que Estados Unidos no puede permanecer “en una guerra perpetua”, ya sea a través de ataques con drones u operaciones de fuerzas especiales. Al fin y al cabo es una “guerra” que ya lleva 12 años y que comenzó con los atentados del 11-S-2001. El mandatario advirtió que persistir en eternizar la “guerra” sería “contraproducente”.
Lo contraproducente son ataques lanzados sobre países soberanos donde provocan gran animosidad, como en Pakistán y Afganistán. La muerte de civiles en el curso de las incursiones ha desatado grandes movilizaciones anti norteamericanas. La presencia de los drones, incluso los de mera observación, causa una ansiedad mayor en las regiones en las que operan. En definitiva dar muerte a presuntos enemigos, que no han sido juzgados, con el propósito de prevenir un sospechado ataque está fuera del derecho humanitario. Basta con considerar la cantidad de identificaciones erróneas cometidas, en forma cotidiana, por la justicia ordinaria. ¿De dónde proviene la inteligencia que guía los ataques? En muchos casos de agentes e informantes pagados que no es inusual que tengan sus propias agendas. El margen de error es enorme. No en vano Obama aclaró que no permitiría el empleo de drones sobre su país.
En cuanto a las normas que regirán el empleo de estas armas en el futuro señaló cuatro criterios. Uno, tener la “casi certeza” que el blanco está presente y que civiles no resultarán heridos o muertos. Dos, la captura no es posible. Tres, las autoridades del país en cuestión no pueden o no están dispuestas a enfrentar la amenaza. Cuatro, no hay ninguna otra alternativa disponible. En todo caso los ataques con drones han disminuido en el último tiempo. Pero como lo señaló Obama seguirán prestando servicio. Desde la perspectiva de Washington es el arma ideal que permite golpear a enemigos remotos, que operan en territorios inaccesibles y, lo más importante, sin exponerse a pérdidas propias que conllevan un alto costo político.