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Posts Tagged ‘Guerra Fría’

Una guerra que cambia el mundo.

March 28, 2022 Comments off

Raúl Sohr, Abril, 2022

La invasión rusa a Ucrania dejará huellas profundas. No solo sus principales protagonistas sufrirán las consecuencias del conflicto.  Para algunos ya se perfila una nueva Guerra Fría, con lo cual aluden a una división del mundo en la que cada país deberá alinearse con algún campo. Ya sea con el mundo occidental o con la esfera ruso-china. Es una línea divisoria que se proyecta desde las alianzas militares, con sus respectivas ventas de armamentos, a los bloques diplomáticos, a la adopción de nuevas tecnologías, como por ejemplo la G5 en el ámbito de las comunicaciones, hasta las relaciones comerciales. Esta disyuntiva estaba presente antes de la guerra entre Moscú y Kiev. Ahora, sin embargo, será más explícita y profunda. Una de las señales más drásticas del quiebre es la decisión de la Unión Europea y Estados Unidos de prescindir, de manera permanente, del petróleo y el gas ruso.

Estados Unidos adoptó tempranamente la decisión de no intervenir con tropas en caso que Rusia atacase Ucrania. A fin de cuentas, aún no cicatrizan las heridas de la caótica retirada de las tropas norteamericanas desde Afganistán.  Las encuestas, al inicio de la “operación militar especial” rusa, señalaban que más del 60 por ciento de los estadounidenses consultados eran contrarios al envío de efectivos a Ucrania.  El presidente Joe Biden advirtió, con razón, sobre el riesgo de iniciar una conflagración mundial. Una postura adoptada por el conjunto de los países miembros de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En cambio, Occidente amenazó con imponer “la madre de todas las sanciones”. Una política aplicada en forma incremental hasta convertir a Rusia en el país afectado por las más severas restricciones económicas a causa de su incursión militar.

Karl von Clausewitz, el decimonónico estratega militar alemán, legó la reflexión que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Hoy cabría parafrasear que “las sanciones son la continuación de la guerra por otros medios”. Ello porque la aversión pública a las guerras obliga a muchos gobiernos a buscar vías alternativas para disuadir a sus adversarios o enemigos.  El boicot económico y las sanciones se han convertido en un arma predilecta en el arsenal estadounidense. Desde el comienzo de este siglo Washington ha decuplicado la aplicación de restricciones económicas punitivas. En apenas dos décadas los países, instituciones, empresas e individuos sometidos a sanciones superan los diez mil. Claro que como en toda forma de conflicto las partes desarrollan nuevas medidas y contramedidas. Rusia, que ya estaba sujeta a restricciones, ha buscado burlarlas delegando operaciones financieras e industriales a través de los llamados oligarcas que, en muchos casos, no son que más que palos blancos del Kremlin. En el conflicto actual tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos los oligarcas han visto embargados numerosos yates, mansiones y otros bienes.

El blanco principal del bloqueo económico occidental, en todo caso, es la industria de los hidrocarburos que, en 2019, antes de la pandemia del Covid 19, aportó 188 mil millones de dólares a la economía rusa, monto que representó 56 por ciento del valor de las exportaciones del país. El impacto de esta política de largo plazo es un golpe al plexo para la economía rusa. No en vano el presidente Vladimir Putin la calificó como una “guerra económica” Para calibrar la gravitación del boicot propuesto baste con señalar que ha representado 39 por ciento de los ingresos estatales.  44 por ciento del total proveniente de las ventas de crudo y el 12 por ciento restante del gas.

Tras la denominada “Revolución Naranja” en Ucrania, en 2004, que depuso al régimen filo ruso, los estrategas del Kremlin buscaron eludir el territorio ucraniano para sus exportaciones oleo-gasíferas. Por ello se inició la construcción del gasoducto Nord Stream 2 que cruza el Mar Báltico desde Rusia hasta Alemania, que fue terminado a fines del año pasado, pero aún no ha recibido la aprobación operativa de las autoridades en Berlín. Algo que ahora parece muy distante si se atiende las declaraciones de  Olaf Scholtz, el canciller alemán. La preocupación germana es mayúscula ya que un tercio del consumo energético alemán deriva del petróleo y la tercera parte proviene de Rusia. En su afán por encontrar un abastecedor de reemplazo Alemania viene de firmar un importante contrato con Catar para la compra de gas.  

En lo que toca a Ucrania perderá, cualquiera sea el desenlace de la guerra, alrededor de dos mil millones de dólares anuales devengados del cobro por el tránsito del gas que era despachado a través de su territorio desde Rusia.

La huella de los hidrocarburos.

La preocupación por el futuro energético europeo es aguda. Rusia es un país altamente autárquico en muchos campos y en las circunstancias actuales tiene el beneficio de una industria bélica autónoma.  Pero Moscú enfrenta una probabilidad muy real de perder su gallina de los huevos de oro.  Sin los ingresos de los hidrocarburos el Kremlin tendrá severas dificultades para financiar su onerosa maquinaria bélica. En el mediano plazo se verá confrontado a la clásica disyuntiva entre cañones o mantequilla. O si se prefiere entre el bienestar de su pueblo, que suele estar acompañado por su respaldo, o la fortaleza militar de cara a sus enemigos. En Moscú debe estar fresca la memoria del desastroso impacto que tuvo la carrera armamentista con Estados Unidos, que en definitiva desangró la economía soviética.

Con la yugular energética rusa en la mira el gobierno de Biden multiplica sus esfuerzos por diversificar las fuentes de hidrocarburos. Ello para sus aliados y países que se verán perjudicados por la salida Rusia del mercado abastecedor. El primer país presionado para que aumente sus ventas es Arabia Saudita que ya accedió a incrementar su producción. Incluso Venezuela mereció la visita de una delegación de alto nivel a Caracas para indagar su disponibilidad al igual que el sancionado Irán. Entretanto, Washington ha puesto en el mercado parte de sus considerables reservas de crudo

Algunos expertos en el campo energético especulan con la posibilidad de un viraje ruso hacia China ante el cierre de los mercados occidentales. Pero en terreno existen restricciones técnicas. Construir una nueva infraestructura de oleo y gasoductos orientada al Este tomará al menos una década. En la actualidad está en operaciones un oleoducto para las exportaciones a China, pero es pequeño y está distante de los yacimientos que abastecían a Europa.  En Moscú, pese al acercamiento entre ambos gigantes asiáticos, existe una reticencia a entrar en una relación de dependencia ante un Beijing que no cesa de acrecentar su poderío. En lo que toca al Partido Comunista chino tiene un derrotero central:  asegurar el desarrollo económico y la estabilidad del país, esa es su meta inamovible. Ninguna alianza o afinidad política internacional llevará a Beijing a desviarse de ese objetivo.

Materia de otro artículo es el efecto que tendrá la guerra sobre las políticas ambientales. La Unión Europea busca reducir sus emisiones de CO2 en al menos 55 por ciento para el 2030 y ser carbono neutral para el 2050. Está por verse como quedará la matriz energética mundial una vez que concluya la guerra.

Estados Unidos está de vuelta.

June 29, 2021 Comments off

junio 2021.

El fin del aislacionismo estadunidense quedó a la vista en la cumbre del G-7, 11  al 13 de junio, en Gran Bretaña. El presidente Joe Biden recurrió a la vasta caja de herramientas de la diplomacia de su país. La meta: recuperar terreno entre sus aliados tradicionales. En las palabras de Biden: “América está de vuelta en la mesa”. Aunque no lo dijo en forma explícita quedó sobreentendido que además tomaría la cabecera de la metafórica mesa. En los tiempos que corren fue imposible eludir al invitado de piedra que domina tantos debates: la pandemia del Covid-19. Un titular de la cumbre fue la donación de mil millones de vacunas para repartir a los países más necesitados. En rigor, no es una gran oferta si se considera que son necesarios unos doce mil millones de dosis para que el grueso de las personas reciba las dos inyecciones requeridas. Conviene tener en cuenta también, la convicción generalizada, que para neutralizar al virus es necesario que el grueso de la humanidad esté inmunizado.  Como está en boga decir: nadie está seguro hasta que todos estén seguros.

La pandemia, en todo caso, ha mostrado tener un alto poder persuasivo. Durante muchos años varios gobiernos europeos han tratado de aplicar mayores impuestos a empresas multinacionales. Hoy la elusión masiva está a la orden del día. Algo que se aplica en especial a las grandes empresas como Amazon, Facebook, Google y otras. Estas compañías no disponen de una gran infraestructura y les resulta relativamente fácil desplazarse de un país a otro sin importar donde se encuentra su mercado consumidor.  Algo que les ha permitido una mayor libertad a la hora de definir donde pagarán sus impuestos. Un hecho que ha desencadenado una competencia entre países como la República de Irlanda, Luxemburgo y otros que exigen una tributación muy baja en relación a los beneficios.  Así, megaempresas con ganancias de miles de millones dólares han radicado sus actividades en paraísos fiscales. Esto es algo que cambió en una reunión, la semana anterior a esta cumbre,  a la que concurrieron  los ministros de hacienda de los siete países más poderosos de la esfera capitalista. Tras un debate en que algunos países exigían un impuesto del 21 por ciento terminaron por aplicar una tasa del 15 por ciento. Las mayores reservas provinieron de Estados Unidos donde la medida todavía enfrentará un debate que se anticipa complejo en el Congreso.  La aplicación de impuestos a nivel internacional exige una tasa pareja para evitar la actual competencia, que algunos califican como desleal, ya que ciertos países ofrecen tasas preferenciales. Lo que permitió la unanimidad, que fue inalcanzable durante años, es la pesadilla que aguarda a muchos estados que han desembolsado fortunas en paquetes de ayuda para un gran porcentaje de población confinada. El horizonte del endeudamiento fiscal masivo abatió la oposición de algunos gobiernos contrarios a más intervencionismo estatal. Es un paso importante en la gobernanza financiera internacional.

A nivel de los gobernantes fue abordado el urgente tema del cambio climático. Como ya es habitual se habló de adoptar drásticas medidas para impedir que la temperatura global rebase los 1,5 grados. Con ello en mente propusieron trabajar para reducir las emisiones de CO2 en 50 por ciento para el 2030. Pero a la hora de cuantificar los compromisos prefirieron mantenerse en el campo de las declaraciones de intenciones. El comunicado final llama a salvar al mundo  de una  inminente catástrofe climática. Un paso concreto fue, en todo caso, el acuerdo de los miembros del G-7 de detener toda inversión en nuevas centrales termoeléctricas carboneras. Pero no fijaron una fecha para el adiós al carbón y otras energías fósiles en la generación eléctrica.  Biden aprovechó para criticar a su predecesor señalando: “Tuvimos un presidente, el último, que dijo que el calentamiento global no era un problema…Es él problema existencial   que enfrenta la humanidad”. Pero no se fijó monto ni fecha para la reducción de emisiones.

A lo largo de su campaña presidencial Biden criticó la política unilateralista del Presidente Donald Trump. Consciente de la pérdida relativa del poder hegemónico de Estados Unidos abogó por una vuelta al enfoque multilateral, reforzando en especial las antiguas alianzas con Europa. Washington no ha hecho un pronunciamiento formal pero una serie de gestos apuntan a que la relación transatlántica descansa, en forma creciente, sobre el eje Washington-Berlín. Una de las señales de Biden a Angela Merkel es el levantamiento de sanciones, por parte de Washington, a las empresas que construyen el estratégico gasoducto   Nord  Stream 2, que transportará gas ruso para Alemania sin pasar por Ucrania. No faltan los analistas que leen la medida como una concesión para una Alemania urgida por recursos energético, en momentos que abandona la energía nuclear y reduce su consumo de carbón. Tanto Londres como en París observan el acercamiento entre Washington y Berlín  con cierto nerviosismo pues los relega a una posición de menor protagonismo. Alemania se perfila, para muchos efectos prácticos, como el reemplazo  de Londres como el primer interlocutor en el seno de la Unión Europea. 

 Con China en la mira.

La competencia económica y política entre los grandes poderes suele presentarse encubierta tras principios superiores. En concreto, Biden llamó a la unidad de sus aliados para no ceder la supremacía a las “autocracias”, con lo cual aludía a Rusia y China.  A principios del milenio las preocupaciones geoestratégicas apuntaban al Medio Oriente donde las fricciones entre las mayores potencias fueron recurrentes. Ahora las tensiones se han  desplazado al Extremo Oriente. Washington busca impedir que cristalice una alianza estratégica entre Rusia y China. El acercamiento entre Moscú y Beijín se ha plasmado en ejercicios militares conjuntos, así como en una creciente cooperación en el campo espacial.

En su último comunicado el G-7 señala: “Reiteramos nuestro interés en unas relaciones estables y predecibles con Rusia”… “Reafirmamos nuestro llamamiento a Rusia para que detenga su comportamiento desestabilizador, incluida la injerencia en los sistemas democráticos de otros países, y cumpla con sus obligaciones y compromisos internacionales en materia de derechos humanos”. Pese a lo anterior Biden anticipó que Estados Unidos y Rusia crearán un grupo bilateral para mantener un “Dialogo de Estabilidad Estratégica” . Su tarea será el control de armamentos y medidas de reducción de riesgos bélicos.  Frente a China y la competencia en la economía global, el G7 prometió responder a “las políticas y prácticas no comerciales que socavan el funcionamiento justo y transparente de la economía global. En el contexto de nuestras respectivas responsabilidades en el sistema multilateral, cooperaremos abordando el cambio climático y la pérdida de biodiversidad en el contexto de la COP26 y otras discusiones multilaterales. Al mismo tiempo, promoveremos nuestros valores, pidiendo a China que respete los derechos humanos y las libertades fundamentales”.

El brazo militar

Aprovechando la presencia de los mandatarios del G-7 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) realizó una reunión cumbre en su sede en Bruselas.  Allí, el 14 de junio , los 30 países miembros, liderados por Estados Unidos escudriñaron el horizonte para determinar las amenazas que enfrenta la más poderosa alianza militar de la historia, fundada en 1949, en el marco de la emergente Guerra Fría para encarar a sus pares orientales liderados por la Unión Soviética, en el ahora extinto Pacto de Varsovia. Entonces, un general inglés, con típico cinismo, explicó que la misión de la OTAN era: “Mantener a los americanos en Europa, a los rusos fuera de ella y a los alemanes, pequeños”. Desde entonces la OTAN ha vivido un cambio radical en sus objetivos. El principio rector de la alianza es la seguridad colectiva o, en palabras de los Tres Mosqueteros: “Uno para todos y todos para uno”. Lo que significa que el ataque contra uno de los países miembros equivale a un ataque contra todos los estados que la conforman.  La OTAN dio un paso decisivo en 1999 cuando de una estructura defensiva tomó la iniciativa unilateral, sin aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y desencadenó una ofensiva militar contra Belgrado para proteger lo que consideró la población amenazada de Kosovo. En julio de 2006 amplió su radio de acción en forma drástica con el envío de tropas a Afganistán.

Ahora su radio de acción parece no tener límites.  China, a pedido de Estados  Unidos, ha comenzado a figurar en el radar de la OTAN. El comunicado final  del encuentro puntualiza:  “Las ambiciones declaradas de China y su comportamiento asertivo  presentan un desafío sistémico al orden internacional basado en reglas en áreas relevantes para la seguridad de la alianza”. Jens Stoltenberg, el secretario general de OTAN, declaró, por su parte, que “China se acerca a nosotros. Lo vemos en el ciberespacio, vemos a China en África, pero también vemos a China invirtiendo fuertemente en nuestra propia infraestructura crítica” en alusión a puertos y redes de telecomunicaciones”.  Stoltenberg precisó que “No entramos en una nueva Guerra Fría y China no es nuestro adversario, nuestro enemigo, pero debemos abordar como alianza los retos que supone China para nuestra seguridad”. En una rueda de prensa apuntó a la inquietud causada por el comportamiento de Beijing en el mar de China Meridional, su manera de castigar las manifestaciones democráticas en Hong Kong o de perseguir a minorías y el uso de nuevas tecnologías como redes sociales o el reconocimiento facial para “controlar y vigilar” a su propia población “de manera nunca antes vista”.

La relación económica con China, en todo caso, es clave para muchos países miembros de la OTAN comenzando por Alemania. Como es habitual la canciller Angela  Merkel marcó distancias y llamó a mantener una posición equilibrada frente a Beijing. Otro tanto hizo el presidente francés Emmanuel  Macron que llamó a la OTAN a no desviarse de su “misión esencial” y deteriorar la relación con China. Macron señaló que si bien existen rivalidades con Beijing es también un socio indispensable para resolver grandes problemas actuales, como el climático.

En lo que toca a China la reacción fue rápida. Beijing denunció que la OTAN calumniaba su desarrollo pacífico y se impulsaba “la teoría de la amenaza china”. La embajada china ante la Unión Europea acusó “una mentalidad de guerra fría   que busca enfrentamientos artificiales”. La nota precisó que “China no presentará ¨desafíos sistémicos” para nadie pero no permaneceremos sentados y pasivos si  “desafíos sistémicos” se acercan a nosotros”.  En Londres la embajada china declaró que: “Los días en que las decisiones globales eran dictadas por un pequeño grupo de países pasaron hace tiempo”.

En todo caso, como en los tiempos del enfrentamiento entre Moscú y Washington la pugna entre Chinas y Estados Unidos se proyecta a todos los planos. Y, en esa medida, puede dejar algunos beneficios para terceros países. Biden señaló la intención de su gobierno  de lanzar una iniciativa para el período post Covid-19 denominada  Build Back Better World,   que es expresada a través de la fórmula B3W. El plan consistiría en inversiones para ayudar al desarrollo de los países más rezagados. En lo hechos aparece como una respuesta directa a la Belt and Road Initiative (BRI) de China que ha fomentado la construcción de vías férreas, puertos y carreteras en las regiones   de interés para el comercio chino.

En la esfera de la narrativa Washington busca presentar la confrontación, por el liderazgo mundial, como la vieja pugna entre las democracias y las ahora llamadas autocracias. Pero a la hora de definir los campos los diversos países buscarán quien les otorga mayores beneficios.  Cada uno determinará hasta qué punto China o Estados Unidos es un socio, un competidor o una amenaza para sus intereses.

Chile y la disputa por la supremacía mundial.

August 24, 2020 Comments off

 

 

Apenas concluyó la Segunda Guerra Mundial “una cortina de hierro”, en la célebre expresión de Winston Churchill, dividió a Europa y el mundo. Dos  bloques antagónicos  compitieron en todas las esferas. Con una limitación: tanto Estados Unidos como la Unión Soviética contaban  con armas nucleares.  Un  choque frontal significaba la destrucción de ambos. Como ninguna de las partes podía vencer a la otra en una conflagración, a temperaturas termonucleares, no tuvieron más remedio que derivar  a una “Guerra Fría”. Esto es enfrentarse, sin bombas atómicas, a través de terceros países interpuestos evitando así  riesgos mayores.  Este fue el escenario que dominó la segunda parte del siglo XX. Ningún país escapó al choque de las superpotencias y Chile, que buscó un camino propio,  pagó un alto precio por su original  “vía chilena”.

En Estados Unidos las insurgencias  nacionalistas y anticoloniales llamaron la atención del Presidente John F. Kennedy (1961-63), quien elevó las luchas irregulares en países del Tercer Mundo a la categoría de amenaza estratégica. Durante un viaje a Vietnam, en 1952, Kennedy apreció las dificultades que enfrentaban los colonialistas franceses. En otros países observó los brotes rebeldes de inspiración marxista, y captó que muchas insurgencias no obedecían a una instigación ideológica sino que emanaban de demandas sociales.

La llegada de Fidel Castro  al poder (1959) convenció a Kennedy que de poco servía el poder nuclear, y aun el convencional, si era ineficaz para enfrentar los retos insurgentes. A su juicio, el mayor desafío a la hegemonía norteamericana provendría de enfrentamientos menores en países periféricos.  El balance de fuerzas a nivel internacional variaría en el fragor de docenas de batallas sin  que ninguna de ellas fuese decisiva. Pero por esta vía  Estados Unidos vería limitado, en forma creciente, su espacio de maniobra  internacional.

Al llegar a la Casa Blanca Kennedy diseñó una estrategia  dual ante la insurgencia. En el plano económico y social promovió  programas de apoyo que detuvieran la radicalización de las sociedades más pobres: así, la Alianza para el Progreso dispuso fondos para el desarrollo de los países latinoamericanos, mientras los voluntarios de los Cuerpos de Paz canalizaban el idealismo juvenil; millares de jóvenes estadounidenses se repartieron por el mundo para trabajar en policlínicos, sanear aguas, ayudar a campesinos a mejorar sus cultivos o participar en programas de contracepción para moderar el crecimiento demográfico.

En el plano militar, entre tanto, se dotó de grandes recursos a las unidades de fuerzas especiales, los llamados Boinas Verdes, que debutaron  en Guatemala, donde  más de un millar combatió  entre 1966 y 1968.   Allí se cultivó la idea de que existía un enemigo interno que  era la extensión de los afanes de dominación del comunismo soviético. Esta convicción fue transmitida por el Pentágono a los militares latinoamericanos a través de la Escuela de las Américas donde  hasta 1984 se impartieron cursos a más de 50 mil oficiales de la región. En el  Manual de Terrorismo de la Escuela de las Américas, que depende del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos, se lee: «Terroristas tales como Stalin, Lenin, Trotski, Guevara, Marighella y otros dejaron un legado de violencia que en el nombre de las masas oprimidas y las causas justas están estremeciendo al mundo. El advenimiento del terrorismo internacional y transnacional ha traído consigo numerosos grupos ávidos de venganza y odio a países del Tercer Mundo, de mercenarios ideológicos que han prestado su experiencia y conocimientos, bombas y armamentos a sus aliados políticos en cualquier parte del mundo».

Chile un caso especial

Desde una perspectiva internacional Chile es un país que, desde hace más de seis décadas ha servido de laboratorio para distintas estrategias políticas. Una suerte de modelo. Algo que comienza  con el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva (1964-70). Entonces la Revolución Cubana se proyectaba como un atractivo referente de cambio político y gestión del Estado. Para contener a los revolucionarios caribeños Estados Unidos, bajo las órdenes de Kennedy, desplegó  su estrategia reformista. En síntesis, buscaba  modernizar los estados latinoamericanos que entre otras medidas contemplaba el fin de los latifundios mediante una reforma agraria. Este proceso en Chile fue llamado la Revolución en Libertad para contrastarlo con lo que ocurría en Cuba. El proceso tuvo éxito y falencias pero por sobre todo movilizó y radicalizó a un sector de la población. Esto condujo a una experiencia inédita a nivel mundial: la victoria, en 1970, de la coalición de izquierda con el Partido Comunista y el Partido Socialista como las fuerzas principales. La primera vez en el mundo  que un conglomerado marxista llegaba al gobierno en forma democrática, por la vía de las urnas. Una vez más Chile asumió un rol modélico que duró escasos tres años.

Entonces se vivían los tiempos más obscuros de la Guerra Fría. Washington percibió al proceso chileno como una amenaza estratégica pero no por su impacto regional. El entonces secretario de Estado Henry Kissinger se mofó de la irrelevancia estratégica señalando  que “Chile es una daga que apunta al corazón de la Antártica”. Ello no le impidió desestimar el resultado de las urnas al manifestar ante la elección del Presidente Salvador Allende: “Yo no veo porque tenemos que permitir que un país se torné marxista solo porque su gente es irresponsable”. Lo que realmente preocupaba a Washington era el impacto del proceso chileno en Europa. Allí los dos grandes partidos comunistas, el  francés y el italiano, seguían con la mayor atención  la evolución de la Unidad Popular  (UP)  que aunaba a los comunistas y socialistas. Semejante alianza tenía buenas posibilidades victoria electoral tanto en Italia como Francia. La llegada de los comunistas a dos  de los principales gobiernos europeos representa un serio revés para el futuro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la mayor alianza militar de occidente. En relación  a Chile el Presidente Richard Nixon decidió no correr riesgos y ordenó a la CIA causar el mayor caos posible “hasta  hacer chillar a la economía”. Para ese propósito la CIA dispuso de  diez millones de dólares entre 1971y 1973 para asegurar un desbarajuste económico y político.

En 1973, bajo Allende, Chile gozaba de plena libertad de prensa. Al punto que el principal periódico opositor, El Mercurio, recibía generosas ayudas de la CIA . Angello Codevilla, funcionario del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos declaró: “En lo que respecta al apoyo encubierto a un diario en Chile (El Mercurio), después de 1970, ello permitió a ese periódico sobrevivir a los intentos del régimen de Allende por silenciar toda la oposición y pudo servir de punto focal para las fuerzas que se oponían al régimen”.

América Latina está jalonada  por golpes de estado y dictaduras militares pero ninguna cosechó tanto repudio mundial como la chilena.  Las fuerzas armadas con el activo concurso de la derecha, el empresariado y Estados Unidos depusieron al gobierno. Fue un golpe de una violencia inusitada incluso para los estándares latinoamericanos. Las imágenes del bombardeo  aéreo  al  palacio presidencial, con Allende  en su interior, recorrieron el mundo. Allí quedó sellada a fuego para todas las latitudes el carácter de los golpistas guiados por  la máxima de quien puede lo más puede lo menos. Quien no teme disparar contra el primer mandatario nada le importará hacerlo contra ciudadanos ordinarios. La secuela era previsible: miles de chilenos fueron asesinados, decenas de miles torturados y  otros tantos huyeron del país.

El contraste no podía resultar más abrupto  Por su génesis,  democrática con respeto a la legislación e institucionalidad, la UP  concitó un interés análogo al que despertaron los republicanos en su lucha contra el fascismo en la Guerra Civil Española. A Chile no vinieron brigadas internacionales para defender el estado de derecho pero sí desfilaron millares de latinoamericanos y europeos que deseaban empaparse de los aires de cambio de  una experiencia política original. Decenas de miles de jóvenes engrosaron las filas de masivas campañas de solidaridad en apoyo a los chilenos perseguidos por sus  convicciones políticas. Ello ocurría en un período de aguda polarización internacional en que  Estados Unidos enfilaba hacia una derrota en  Vietnam.

Quiebre del orden internacional.

Establecer paralelos y analogías a lo largo de la historia es una tentación frecuente Hoy está en boga proclamar que el mundo camina a una nueva Guerra Fría. Es cierto que está en proceso el desacople entre las economías de Estados Unidos y China. Es una ofensiva iniciada por Washington que pretende mantener a raya a Beijing para preservar su  hegemonía frente a la emergente potencia asiática. En la superficie hay ciertas similitudes con lo vivido en  la segunda mitad del siglo pasado. Pero hay, sin embargo, diferencias tan profundas que es engañoso utilizar el mismo concepto para ambas situaciones.

La enemistad entre lasUnión Soviética y Estados Unidos respondía a dos visiones antagónicas del mundo. El comunismo soviético buscaba la destrucción del capitalismo occidental mientras éste último pretendía lo mismo frente a su adversario. Era una pugna, así al menos lo entendían ambas partes, que debía culminar con la victoria de uno y la derrota del otro. Todo se politizó en esa perspectiva. Las medallas de los Juegos Olímpicos debían dar cuenta de la superioridad de uno u otro campo. Quién lanzaba el primer satélite o pisaba antes la luna. Cualquier rincón del mundo, por irrelevante que fuera, entraba en disputa por la mera sospecha que el adversario mostraba interés.

Estados Unidos observa con preocupación, desde hace décadas,  el auge chino en el campo económico,  diplomático, militar y tecnológico. Pero a la vez China ha representado un gran mercado. General Motors vende más autos en China que en Estados Unidos. Beijing ha comparado fortunas en bonos del Tesoro  estadounidense.  De muchas maneras ambos países imbricaron sus respectivas economías. El Presidente Donald Trump decidió poner alto a esto convencido que China sacaba mayor ventaja que su país de esta relación Esta postura ya existía bajo el Presidente Barack Obama que propuso el  Tratado Transpacífico de Asociación (TPP, por su sigla en inglés), precisamente para frenar la expansión comercial China. Trump, fiel a su estilo agresivo,  ha  llevado la pugna a nuevos niveles que incluyen la esfera tecnológica y la sanción a empresas chinas por su relación  con el Partido Comunista de dicho país.

Pero más que una objeción ideológica es una expresión oportunismo  nacionalista.  En las décadas de los 70 y 80 la agresividad de los estadounidenses estaba volcada contra Japón. Entonces se decía que Tokio pretendía lograr de cuello y corbata lo que no consiguió de uniforme. Nada más conveniente que un enemigo externo para galvanizar los sentimientos patrióticos. El secretario de Estado Mike Pompeo presenta el conflicto como una causa noble que atañe al mundo entero. En una reciente disertación titulada “China comunista y el futuro del mundo libre”   dejó la sensación de  deja vu. Postuló que “Defender nuestras libertades frente al Partido Comunista chino es la misión de nuestro tiempo”.

Los tiempos son muy distintos. Santiago nunca tuvo que elegir campos durante la Guerra Fría. Siempre estuvo anclado en Occidente. Y cuando el gobierno de la UP solicitó el apoyo soviético éste no estuvo disponible. Moscú estimó que no estaba en condiciones de hacerse cargo del proceso chileno pese a sus estrechos lazos con los comunistas criollos.

China no está  preocupada si los que gobiernan los países son de  izquierda o derecha. Ello a tal punto que mantuvieron  óptimas relaciones durante el período dictatorial y  siguieron así con el retorno a la democracia.    Beijing tiene una postura pragmática y se relaciona con quien le convenga. Estados Unidos, por su parte, busca  alinear al resto de los países con sus posiciones. Chile   ya experimenta presiones por parte de Washington para que no compre el sistema de transmisión ultra rápido 5G ofertado por Huawei.  Está por verse  cuan profundo será el quiebre internacional que está en desarrollo. Pero cualquiera sea la brecha ella no será ideológica y, por lo tanto,  no se proyectará en el seno de los países como ocurrió en la Guerra Fría.

 

 

 

 

 

La OTAN sin rumbo fijo

December 4, 2019 Comments off

La más poderosa alianza militar del mundo cumple 70 años. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha sido el pilar de la defensa occidental. Integrada por Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia Alemania y otros 24 países europeos se rige por el principio de los tres mosqueteros: “Todos para uno y uno para todos”. Si algún país era atacado el conjunto respondería en su defensa. Afortunadamente el  solemne compromiso nunca fue puesto a prueba.

A poco de concluir la Segunda Guerra Mundial la llamada  Guerra Fría oscureció el panorama. En las palabras  de Winston Churchill, el Primer Ministro británico, una “cortina de hierro” dividió al viejo mundo: De un lado las potencias occidentales crearon la OTAN, en 1949, y entonces un general inglés resumió con cierta ironía que su propósito “era mantener a los americanos en Europa, a los rusos fuera de ella y a Alemania pequeña”. Moscú, por su parte,  impulsó el Pacto de Varsovia, fundado en 1955,  que incluyó a todos los países europeos de la órbita soviética inspirados en la misma filosofía de defensa colectiva.

La caída del Muro de Berlín, en 1989, marcó el fin del Pacto de Varsovia. La OTAN, en cambio, lejos de desbandarse buscó nuevos estados miembros entre los países que abandonaron la esfera soviética.   De hecho, el grueso de ellos engrosó sus filas. Así el dispositivo militar occidental ha llegado a las fronteras de Rusia contraviniendo los acuerdos tácitos alcanzados con el Presidente ruso Mijaíl Gorbachov. Se perdió una oportunidad para haber unificado al continente europeo dejando atrás una centenaria fuente de fricción política y militar.

La OTAN sin un derrotero claro buscó un rol por la vía de “intervenciones humanitarias”. La primera acción bélica de su historia  ocurrió en 1999 con el bombardeo masivo de lo que quedaba de la antigua Yugoslavia. Fue un ataque realizado desafiando la autoridad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, estableciendo un nefasto precedente. Mirado en retrospectiva, si bien la agresión logró remover del poder al dictador  Slobodan Milosevic,   la Operación Fuerza Aliada no tenía justificación suficiente.

Hoy la organización, que no cuenta con tropas propias si no que depende de los efectivos  de los países miembros, enfrenta tensiones. Estados Unidos alega, con razón, que  paga una cantidad desmedida de los gastos. Turquía, uno de los integrantes claves, invadió una zona del norte de Siria. Allí exige respaldo para su combate contra organizaciones kurdas que califica como terroristas.  Varios países, incluidos Estados Unidos y Francia, lucharon hombro a hombro con esas organizaciones para derrotar al Estado Islámico. .  Está por verse si la organización logrará superar lo que Michel Macron, el presidente francés, denominó su “ parálisis cerebral”, aludiendo a la ausencia de una estrategia coherente.   .

Armas atómicas y la “mano muerta”.

October 25, 2018 Comments off

 

Los países desarrollan hipótesis de conflicto imaginando las circunstancias más adversas. Los militares hablan del “peor escenario”. Los estados que disponen de poderío nuclear califican  estas armas como “de  última instancia”.  Tan desolador fue el panorama tras las descargas atómicas contra Japón que, pese a que  se llegó a contar con más de sesenta mil ojivas, no volvieron a ser empleadas. La acumulación de todo tipo de armas nucleares llevó a una situación calificada de “overkill” (sobrecapacidad de exterminio). Ello dio pie al principio de la Destrucción Mutua Asegurada. Washington y Moscú sabían que en una guerra nuclear no habría vencedores.

Hacia el final de la Guerra Fría, en 1987,  los presidentes Ronald  Reagan y Mijail  Gorbachov llegaron a un acuerdo para reducir los misiles  nucleares de mediano alcance, entre 500 y 5.500 kilómetros. Comenzaron por estos vectores  porque eran los más peligrosos, en términos de desencadenar una guerra, pues dejaban muy poco tiempo de reacción: apenas diez minutos. Un lapso demasiado breve para verificar si se trataba de una situación accidental o deliberada.

Gorbashov sintetizó en forma cruda el dilema nuclear: “Aún cuando un país se empeñe en la continua fabricación  de armas mientras el otro no hace nada, el bando que se está armando tampoco ganará nada. El más débil simplemente puede hacer estallar todas sus cargas nucleares, incluso en su propio territorio, y eso significará suicidio para él y muerte lenta para el enemigo. Es por eso que cualquier competencia por la superioridad es morderse la cola”.

A tal punto es cierto que las superpotencias disponen de un mecanismo llamado la “mano muerta”.  Es un sistema que aún si los centros de mando y control de un país han sido destruidos habrá una detonación automática del arsenal atómico.  El presidente Vladimir Putin   viene de reforzar la “mano muerta”: “Los agresores deben saber: la venganza es inevitable y serán destruidos”. En clásico tono autoinmolatorio ruso agregó  “Y nosotros, como víctimas de la agresión iremos directo al cielo como mártires mientras ellos simplemente morirán”.

Washington acusa a Moscú de violar el tratado.  Rusia, claro está,  lo niega. Es algo que solo pueden establecer observadores especializados. Es difícil saber si  Donald Trump, al anunciar esta semana el fin del acuerdo de limitación de los misiles intermedios, pretende volver a foja cero. O bien utiliza la amenaza, como suele hacerlo, como una carta de negociación. Si, se trata de una postura definitiva desatará una nueva carrera armamentista nuclear. Ello hará el mundo más inseguro y será un revés formidable para los esfuerzos de no proliferación nuclear. Con qué moral las grandes potencias ampliarán sus arsenales  atómicos mientras niegan ese derecho a otros. Los más nerviosos con este desarrollo son los europeos pues, de estallar un conflicto mundial, tienen grandes probabilidades de convertirse en el principal campo de batalla.  Heiko Maas, ministro alemán de relaciones exteriores, defendió el tratado señalando que ha sido “un pilar importante de nuestra arquitectura europea de seguridad”. No solo para Europa.

 

 

Tregua olímpica en Corea

January 18, 2018 Comments off

La tradición olímpica sigue viva. En la antigua Grecia las ciudades suspendían sus guerras para participar en los juegos. Los atletas dejaban  espadas y escudos para competir. Pasado el magno evento los participantes volvían a sus ejércitos para retomar las armas.

Ahora  Corea del Norte y del Sur,  que parecían al borde de un conflicto solo hace semanas, están  dispuestas a desfilar unidas tras una sola bandera. Un pabellón blanco con la silueta de la península en un azul que expresa la esperanza de reunificación. Será la novena oportunidad en que lo hacen. En la  apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno, que comienza en Pyeongchang el 9 de febrero, el equipo de hockey femenino desfilará con jugadoras de ambas partes. Estos son los acuerdos comunicados por Seúl y Pyongyang hasta el momento.

Entretanto en Canadá una veintena de países estudian como  endurecer las sanciones contra Corea del Norte para obligarla a renunciar a su programa nuclear y misilístico. En Vancouver los cancilleres de los estados que combatieron contra Corea del Norte, en la guerra librada bajo la bandera de Naciones Unidas 1950-53, liderados por Estados Unidos pretenden aplicar la mayor presión económica sobre Pyongyang. Los ecos de la Guerra Fría no se han acallado. China y Rusia, que apoyaron con tropas y armas, el intento norcoreano por dominar toda la península, están ausentes y critican los esfuerzos de sus antiguos enemigos.

El interés político por lo que ocurra de los juegos podría superar a la pasión por la pugna deportiva. ¿El calor de la competencia podrá deshelar décadas de encono entre las dos Coreas?  Cómo en otros encuentros olímpicos ¿se buscará que coreanos del norte deserten de  su país?  Seúl suele exhibir a los desertores como la prueba de su superioridad sobre el régimen de Kim Jong-un.

Washington ha concentrado una gran capacidad de fuego para descargar contra Pyongyang. Cada cierto tiempo ya sea el Presidente Donald Trump o alguno de sus generales deja entrever que un ataque está entre las cartas que se barajan.  Trump ha señalado que una Norcorea con armas nucleares es inaceptable. Por su parte Corea del Norte ha empeñado recursos, incluso a costa del mínimo bienestar de sus ciudadanos, para lograr lo que estima es el arma disuasiva que no admite replica: misiles intercontinentales armados con ojivas nucleares que podrían alcanzar cualquier punto de .Estados Unidos.  Kim se jacta ya  de contar con el arma  que le garantiza la seguridad frente a sus enemigos.

Es difícil vislumbrar como alguna de las partes renunciará a sus objetivos estratégicos.  Más aún si se considera que China y Rusia, que son contrarias a una Corea del Norte con armas atómicas,  no desean un cambio de régimen en Pyongyang. Japón, por su parte, ha adoptado una postura más agresiva y podría dotarse de armas atómicas si Norcorea logra consolidar su condición nuclear. Bien podría ocurrir que el interés mayor pase del medallero olímpico al trasfondo político.

La mayor amenaza

December 21, 2017 Comments off

Estados Unidos cambia sus prioridades frente a lo que considera sus mayores desafíos en la arena internacional.  Así se desprende de la recién publicada Estrategia de Seguridad Nacional (ESN). En ella el  énfasis está puesto en  recuperar la competitividad de la economía estadounidense a nivel mundial.

El documento está inspirado en las líneas gruesas de discursos pronunciados por el Presidente Donald Trump.  Del texto emana un claro retorno a la mentalidad que dominó durante las décadas de la Guerra Fría. El acento está en la confrontación con China y Rusia. Trump apunta a que ambos países “buscan desafiar la influencia americana, sus valores y su riqueza”.  La ESN puntualiza que “luego de haber sido descartada  como un fenómeno de siglo pasado la competencia entre las grandes potencias ha vuelto”.  Continúa señalando que  China y Rusia  insisten “en hacer sus economías menos libres y justas, en expandir su poderío militar, así como controlar la información y  los datos para reprimir sus sociedades y ampliar su influencia”.

Una consecuencia de la vuelta a la confrontación del siglo XX es la importancia que Trump atribuye a las armas nucleares. A su juicio ellas constituyen “la base de nuestra estrategia para mantener la paz y disuadir alguna agresión contra Estados Unidos”. Un marcado cambio en relación al gobierno de Barack Obama que buscó  rebajar el perfil del poderío nuclear en la política exterior de su país.

Uno de los virajes más dramáticos de la ESN es la remoción del cambio climático  de las prioridades de seguridad de Washington. Ello es consecuente con el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, firmado por la casi la totalidad de las naciones en 2015. En concreto el gobierno de Trump retiró el compromiso de aportar dos mil millones de dólares al Fondo Verde para el Clima destinado a mitigar el impacto del calentamiento global. El contraste con las políticas de la administración de Obama es aguda. En su ESN, de 2015, se postuló que el cambio climático  era un tema “urgente  y una creciente amenaza para nuestra seguridad nacional”.

En los hechos el calentamiento global es desde todo punto de vista la mayor amenaza que enfrenta el conjunto de la humanidad. Desde los huracanes, como Harvey y María,  que devastaron regiones de Estados Unidos y el Caribe hasta el aluvión de arrasó a Villa Santa Lucía. El deshielo y desmoronamiento de glaciares ocurren en el Himalaya, los Andes, los Alpes y otras cadenas montañosas. El cambio de los regímenes de lluvias produce inundaciones que desplazan a decenas de millones de personas. Regiones de África y Asia  sufren hambrunas a causa de malas cosechas. El eslogan de Trump de poner “América primero” no aplica al calentamiento global pues no hay primeros ni últimos. Es un gran yerro poner el calentamiento global en una perspectiva de dominio hegemónico mediante incremento del empleo del carbón y el petróleo.  Todos los países , quizás algunos más que otros, sufren las consecuencias de cambios que multiplican los desastres.  El reto climático es un asunto de todos.

El triste retorno de los muros.

September 8, 2016 Comments off

Gran Bretaña construirá un muro en el acceso al puerto francés de Calais. En la actualidad ya existe un gran enrejado para impedir el paso de inmigrantes que intentan colarse por el túnel bajo el Canal de La Mancha. Cientos de personas provenientes  África y Asia tratan, cada día, de ingresar al Reino Unido en pos de trabajo o reunificaciones familiares. En la actualidad unas ocho mil personas, entre las que hay numerosos refugiados,  esperan cruzar a Londres. Mientras aguardan la posibilidad, muy remota, viven en absoluta precariedad  en carpas en un terreno baldío que llaman “La Selva”.

Los trabajos para erigir el muro de cuatro metros, con murallas deslizantes para impedir escalamientos, comenzarán este mes de septiembre. Londres ha destinado 22 millones de dólares para las obras que se realizaran en coordinación con las autoridades francesas. Desde que Gran Bretaña votó en  junio  por el Brexit, es decir por abandonar  la Unión Europea,  crece  la presión en Francia por dejar  que los ingleses se hagan cargo de sus políticas migratorias.

Trabajadores sociales en Calais dudan, en todo caso, que el muro sea efectivo. Uno de ellos,  François Guennoc, estima que “en cualquier lugar del mundo donde se levantan muros la gente encuentra la forma de vulnerarlos.  Es una pérdida de dinero. Subirá las tarifas de los que cruzan a los inmigrantes y ellos correrán mayores riesgos”.

El nuevo muro hace eco a los planes de Donald Trump de fortalecer la verja de 3.360 kilómetros que separa a Estados Unidos de México. Trump tiene en mente un muro sofisticado con sensores y cámaras como el que construyó Israel para aislar a los territorios ocupados de Cisjordania.

Ya sea por razones políticas o económicas abundan los muros desde tiempos inmemoriales. El más célebre intento por sellar a un país es la Gran Muralla China, una construcción portentosa que corre por las cumbres de 6.400 kilómetros de cerros. De poco sirvió el ciclópeo esfuerzo, que tardó diez siglos en culminarse, pues merced al soborno de los guardias los diversos asaltantes la cruzaron con regularidad.

 Tras el derribo del Muro de Berlín, en 1989, que marcó el fin de la Guerra Fría, nació la esperanza de una Europa abierta con mínimas restricciones. Al flujo de personas.  Eran los días del pleno auge de la globalización. Fue, en todo caso, una flor de corta vida. Los nacionalismos y la xenofobia están a la orden del día en Europa y Estados Unidos. En el viejo continente proliferan los alambrados de púas  para impedir el paso de inmigrantes.  A lo largo de la historia los desposeídos de todo el planeta han buscado una vida mejor en países más ricos. Es un imán que ha movido a cientos de millones que huyen de la pobreza y la persecución en pos de paz y bienestar. Los muros son un paliativo, el triste reconocimiento de problemas mayores, y poco aportan a resolver los verdaderos dramas humanos.

 

Por Júpiter

July 7, 2016 Comments off

La entrada de la sonda Juno en la órbita de Júpiter es una proeza monumental.  Con justa razón  Scott Bolton, el jefe del proyecto, le subrayaba a su equipo: “Ustedes acaban de lograr la tarea más difícil que la NASA -la agencia espacial estadounidense- jamás ha realizado”. Los angloparlantes dicen que algo es “rocket science” , ciencia espacial, para aludir a algo que es muy complejo. La dificultad para lograr la “inserción orbital” de Juno quitó el sueño por años a los responsables del proyecto. La sonda, tras un viaje de cinco años cubriendo 2,8 billones de kilómetros, debía ingresar en un lugar y un momento preciso. Además coincidiendo con el 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos. Las comunicaciones entre el satélite y la tierra tardan 48 minutos. De manera que toda la operación fue realizada en forma automática a través de la programación del vuelo. La maniobra de inserción fue ejecutada dentro de un margen de precisión de un segundo. “Teníamos un solo tiro” señaló uno de los ingenieros. Si fallaban la sonda hubiese pasado de largo para perderse en el espacio.

Hasta no hace mucho, en el marco de la Guerra Fría, los logros espaciales estaban inscritos en la pugna entre Washington y Moscú. Cada éxito o fracaso tenía una lectura política. Primero está el prestigio adscrito a logros en un ámbito que representa la vanguardia de la ciencia y la tecnología. Ello explica el pánico que sintió el Pentágono cuando la Unión Soviética colocó en órbita el primer sputnik (1957) y, más tarde, a Yuri Gagarin (1961) el primer cosmonauta. Estados Unidos tomó su revancha caminado sobre la luna en 1969 . Hoy subsisten las fricciones entre Rusia y Occidente. Pero la cooperación se mantiene en la Estación Espacial Internacional. Pese a ello los chinos están excluidos de dicho programa. Washington no quiere facilitarle la vida a Beijing.

El costo del programa que ha colocado a Juno en la órbita jupiteriana alcanza a los1.100 millones de dólares. Para poner esta cifra en perspectiva ello equivale al costo unos diez aviones de combate F-35. Es el aparato que equipará a las fuerzas armadas estadounidenses con una dotación de 2.443 unidades. El desarrollo espacial, más allá del conocimiento científico, gatilló una revolución en las comunicaciones que ha transformado los métodos productivos de las industrias. La globalización, la relocalización de empresas, la reducción de los grandes almacenes con piezas y partes fue reemplazado con el sistema “just in time” (justo a tiempo) que es posible gracias a las comunicaciones satelitales. Los ahorros industriales son enormes. De allí que los gastos en la exploración espacial son sobrios comparados con los extravagantes presupuestos de defensa.

La tripulación de la sonda Juno.

A bordo de la Juno viajan tres pequeñas figuras de Lego. Una del dios romano Júpiter que una vez se cubrió con nubes para seducir a la ninfa Io. Así quería esconderse de su mujer Juno que igual detectó la infidelidad. Hay una figura que la representa. Y la tercera corresponde a Galileo Galilei que descubrió las cuatro lunas del mayor planeta del sistema solar. Indulgencias de la NASA.

Cuba: no hay mal que dure 100 años

December 24, 2014 Comments off

En la biblia 40 años son sinónimo de mucho, mucho tiempo. Así, por ejemplo,  los hebreos pasan 40 años en el desierto tras el éxodo de Egipto. Nadie, en rigor,  sabe cuántos años  pasaron errando,  tan solo que fueron muchos. Para las expectativas  de vida de la época fue el equivalente a dos generaciones. Desde esta perspectiva los 53 años del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a la Cuba castrista es un tiempo desmedido.

Su ubicación geográfica, a 90 millas de Estados Unidos,  le jugó en contra a Cuba.  En su pugna con Washington, tras la revolución en 1959, La Habana buscó una alianza con la Unión Soviética.  Así la isla quedó en el ojo de la tormenta. Ello le valió un creciente cerco que culminó en 1962 con un drástico bloqueo.  Una medida comprensible en el marco de la Guerra Fría. Pero  una vez que ésta concluyó con la implosión del régimen soviético nada cambio para los cubanos. Estados Unidos no tuvo remilgos en establecer óptimas relaciones comerciales con China y Vietnam. Ambos países regidos por partidos comunistas y con similares restricciones a las libertades públicas y ciudadanas.  ¿Por qué Washington no levantó las sanciones en los 80 con la caída del Muro de Berlín? Cuba ya no gravitaba en las consideraciones de seguridad del Pentágono.  Un motivo fue la presión ejercida por la influyente comunidad cubano americana opuesta a la normalización de relaciones.  Al respecto tanto sucesivos gobiernos estadounidenses, como el lobby anticastrista,  fallaron en el  objetivo de lograr un “cambio de régimen”.  Flaco favor se hicieron perpetuando en el poder a los hermanos Castro.

Prácticamente el conjunto de las naciones votó,  año a año, en la Asamblea General de Naciones Unidas para terminar con el bloqueo. Los estados latinoamericanos eran unánimes sobre la materia. El tema se convertía una amenaza para las relaciones hemisféricas. Finalmente, el Presidente Barack Obama dio un  primer paso para terminar con un  caro e inútil anacronismo. Según Abelardo Moreno,  vicecanciller de Relaciones Exteriores cubano, las pérdidas para su país alcanzan a los 116 mil millones de dólares desde que rigen las sanciones.  Las cifras, en todo caso,  no dan cuenta del sufrimiento humano. Uno de las limitaciones más duras fue la que se impuso  a la venta de medicamentos a la isla. Dada la supremacía de los laboratorios estadounidenses en numerosos campos algunos  remedíos  no han estado al alcance de los cubanos. En muchos  casos han debido pagar precios muy inflados en el mercado informal.

Por el momento La Habana y Washington restablecerán relaciones diplomáticas plenas. El levantamiento del bloqueo será lento  dado sus adversarios  en la  derecha estadounidense.  Pero el paso más difícil, el de romper la inercia de más de medio siglo,  ya fue dado.

El costo del bloqueo para Estados Unidos.

El costo mayor para Washington es político. El bloqueo ha sido un factor de fricción permanente entre Estados Unidos y el resto del hemisferio. Pero también irrita a terceros países alcanzados por el carácter extraterritorial de las sanciones. Una empresa española, por ejemplo, que opera en Estados Unidos puede ser multada  por comerciar con Cuba.  En términos económicos se calcula Estados Unidos deja de percibir por la parte baja unos 1,2 mil millones de dólares anuales por concepto de exportaciones no realizadas.  Uno de los  principales impulsores del levantamiento del  bloqueo es  la US Chamber  of Commerce que estima que sus afiliados dejan de percibir 3,6 mil millones dólares cada año.