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Londres y lecciones del terrorismo.

March 28, 2017 Comments off

 

Un ciudadano británico en un auto y armado con un cuchillo de cocina paralizó el corazón de la capital inglesa. Fue un   “lobo solitario” inspirado por el Estado Islámico (EI). Sin armas de fuego o explosivos causó cuatro muertes e hirió a cuarenta personas, muchos de ellos turistas que cruzaban el puente Westminster sobre el Támesis. El atentado fue menos letal que algunos vividos por Francia y Bélgica. Pero consiguió un notable éxito en cuanto a notoriedad. Detuvo el funcionamiento del Parlamento y forzó a que Theresa May, la Primera Ministra, fuese evacuada de emergencia del edificio.

En tiempo real la policía ignora si está ante un ataque concertado en varios puntos, como ocurrió en la matanza  en París en noviembre de 2015. En consecuencia no tiene otra opción que imaginar el cuadro más negativo y actuar en consecuencia. El EI  reivindicó la acción. Pero no es claro si tuvo alguna participación directa en ella. La organización yihadista tiende a atribuirse acciones realizadas por individuos  que actúan por cuenta propia.

Los británicos cuentan con servicios de inteligencia del más alto nivel e invierten en ellos más que ningún otro país europeo. Están dotados con una muy avanzada tecnología para la intercepción de comunicaciones. A la par  disponen de una vasta red agentes e informantes que vigilan a los sospechosos. Esto no es ningún secreto y por lo mismo quien  busque atentar en el Reino Unido tendrá más dificultades que en otros países del viejo continente. De entrada es una isla en la cual es más fácil controlar las fronteras frente al ingreso de personas y explosivos.  Además la tenencia de armas de fuego está estrictamente controlada.

Es difícil detectar a un Khaled Massoud  que arrienda el vehículo, no lo roba, que no busca obtener armas de fuego o explosivo y así no deja rastros que despierten la suspicacia policial. La paradoja radica en que mientras más complejos son los métodos de detección de los Estados más simples son los métodos empleados por elementos terroristas.  En la actualidad los yihadistas son los principales causantes de ataques destinados a causar el mayor número de bajas, por eso se les llama atentados catastrofistas. Algo que fue iniciado en grande por Al Quaeda con el secuestro de aviones del 11-S-2001. Al catastrofismo sumaron una segunda característica también presente en Londres: el atacante era un suicida. Como dice un proverbio chino: el que no teme ser descuartizado en mil pedazos  no teme desmontar al emperador.  Frente a quien busca morir  en su empeño no funcionan las medidas disuasivas que aplican para el grueso de los mortales.  Existe consenso que es difícil detener un ataque suicida una vez que está en curso.

La inteligencia británica señala que desarticuló  trece atentados en la fase preparatoria desde 2013. Un éxito conseguido gracias a la cooperación con las comunidades de donde provienen los potenciales yihadistas. La mejor política es trabajar con los dirigentes comunitarios antes que presionar o amedrentarlos. Nunca se tendrá una seguridad total. En todo caso la mejor garantía es una sociedad que entiende y participa en la lucha contra fanáticos religiosos que asesinan a sus compatriotas.

Terrorismo y locura.

July 28, 2016 Comments off

Una sucesión de atentados ha sacudido a Bélgica Francia y Alemania. ¿Hay algo en común en estos ataques? Si lo hay, fueron perpetrados por individuos que tenían prontuarios policiales y varios además padecían de trastornos mentales. Estos rasgos, que no son categorías excluyentes, son comunes en ciertos sectores de la población. Jóvenes que han padecido privaciones y viven marginados son más proclives a cometer delitos. Entre los refugiados provenientes de Siria e Irak abundan los problemas psicológicos. Muchas personas están dañadas por la violencia, la pérdida de seres queridos, situaciones de miedo extremo además de los daños físicos sufridos. La parte más vulnerable de los humanos es el cerebro. Allí quedan alojadas heridas invisibles que pueden perdurar por el resto de la vida. Es en este ámbito donde las organizaciones yihadistas, con el Estado Islámico a la cabeza, lanzan sus redes de reclutamiento para conseguir sus “soldados suicidas”.

Los servicios de inteligencia europeos han tratado de elaborar el perfil del terrorista islámico. Pero tras años de esfuerzos numerosos expertos han concluido que no existe el “terrorista típico”. Es imposible distinguir la depresión que padecen cientos de miles de la de aquellos proclives al martirio terrorista. La gama de personas que, por razones diversas, confluyen en organizaciones dogmáticas que emplean tácticas terroristas de combate es muy variada. Los hay con muy distintas personalidades: extrovertidos, exitosos y populares entre sus pares. Así como están los que presentan las características opuestas. En otras palabras no se han detectado “desórdenes de carácter siquiátricos” particulares en las personas observadas. Algunos estudios en Alemania han establecido, sin embargo, que ciertos factores sociales gravitan entre los hijos de inmigrantes de países islámicos. O quizás sería más exacto decir que estos jóvenes, al igual que el resto de su grupo etario, pueden mostrar aburrimiento, un grado de beligerancia y cierto narcisismo. Los mismos sentimientos se aprecian entre jóvenes nacidos en especial en la ex República Democrática Alemana. Allí algunos canalizan su malestar a través organizaciones neo nazis. En todo caso entre los jóvenes musulmanes, muy pocos en relación al conjunto de la comunidad, buscan respuesta a sus inquietudes en el Islam.

En Estados Unidos John Horgan, director del Centro de Estudios sobre el Terrorismo y la Seguridad de la Universidad de Massachusetts Lowell, señala que ha estudiado “por cuatro décadas quienes llegan a ser terroristas y por qué” y no ha logrado establecer un perfil. Baste con señalar que los dos últimos casos de ataques, con resultado de muerte,  contra  policías fueron ejecutados por  afroamericanos que sirvieron en las fuerzas armadas estadounidenses.

La racha del terror

En el último mes un tunecino en Niza embistió un camión contra una masa de personas que celebraban el  14 de julio, día  de La Bastilla que conmemora el derrumbe del viejo régimen monárquico galo. Cuatro días más tarde, en Alemania,  un joven afgano hirió con un hacha a cinco pasajeros a bordo  de un tren.  El 22 de julio en Múnich un germano iraní dio muerte a nueve personas. En este caso no hubo conexión con el yihadismo. El 24 de julio un asilado sirio  en Reutlingen asesinó con machete a una mujer y dejó a otros dos heridos. El mismo día otro refugiado sirio, cuya petición para asentarse en Alemania fue rechazada, se voló en el pueblo Bávaro de Ansbach hiriendo a una docena de personas. El 26 de julio dos yihadistas ingresaron a una iglesia en el norte de Francia, en Saint-Etienne-du-Rouvray, un suburbio de Rouen, y degollaron a un sacerdote católico.